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  • El Ejército adiestra en Girona en tácticas de combate a la élite de la defensa ucraniana

    » Diario Cordoba

    Fecha: 01/05/2025 08:56

    Parapetados entre piedras y retama, en una colina zurcida por trincheras, el sargento Joan Prat ha distribuido a sus nueve soldados, todos diferenciados por pedazos de cinta roja de embalar en los cascos. Esta mañana les toca hacer de sparring, serán el enemigo en un paraje ampurdanés que se asemeja poco al Donbás o Zaporiya. Hay monte bajo, terreno seco y rocoso, aire fresco, luz cristalina de primavera y un horizonte nítido. Los defensores del cerro recibirán a una oleada de ucranianos cuya sigilosa proximidad tardan en percibir, hasta que quiebra el silencio del campo una granada anticarro, revuelo de pájaros e insectos, ramas que se agitan, un coro de disparos de fusil, órdenes gritadas “davay” y carreras de hombres y mujeres con cinta azul en los cascos, atacando cuesta arriba la posición entre humo y detonaciones. Solo dura minutos la batalla. Se ha mantenido la proporción de tres que atacan por cada uno que defiende. Cuesta distinguir en este ensayo de la guerra a 4.000 kilómetros del frente los tryzub dorados sobre fondo azul que llevan en las hombreras los ucranianos, y las bandas rojas y amarillas españolas de los instructores que corren con ellos. Todo es una coreografía vertiginosa. La repiten una y otra vez durante mes y medio 39 hombres y ocho mujeres, la XI rotación del módulo Squad Commander de la EUMAM, o sea, el adiestramiento de líderes de pelotón en el programa europeo de formación de combatientes ucranianos. El encargado es el regimiento Barcelona 63 del Ejército, con sede en el cuartel barcelonés de El Bruc. En el campo de maniobras de la base de Sant Climent Sescebes (Girona) llevan a cabo un trabajo crucial de la ayuda militar al país invadido por Rusia: han formado ya a 500 líderes de pelotón, un equivalente al suboficial; en el esqueleto de cualquier ejército OTAN, una vértebra insustituible. Supervivientes Se ve a los ucranianos formar una variopinta tribu al inicio del ejercicio matinal, arremolinados junto a los vehículos tácticos Vamtac que les llevarán por el monte desde Bravo Papa, la base de partida -que en la guerra real estaría a 50 kilómetros, a salvo de artillería y drones pequeños, hasta Lima Papa, el punto de inicio del ataque, en la supuesta primera línea. Los alumnos que llegan a la base General Álvarez de Castro de Sant Climent son combatientes que han sobrevivido con pericia en el dantesco frente ucraniano. No se trata de reclutas como los que llegan a la Academia de Infantería en Toledo a aprender a disparar: Ucrania envía al Regimiento Barcelona 63 una selección de soldados que en la guerra destaca con sangre fría, autoridad e inteligencia, artífices de la resistencia ante las masivas y suicidas oleadas con que el ejército ruso trata de agotar a su oponente. De 73.000 soldados ucranianos que han instruido los ejércitos europeos, los 500 que ha formado el Barcelona 63 mandan a otros 5.000 en puntos clave del frente. Los que pasan por el Empordà no son miembros de tropas especiales, ni paracaidistas, ni boinas verdes, pero sí parte de la élite en el frente; son militares comunes, y civiles, profesores, chóferes, comerciantes militarizados por la tribulación que atraviesa su país. Llevan más de dos años mostrando eso que sus adiestradores llaman “voluntad de vencer”, una condición difícil de describir. Juicio crítico “Estar con ellos es un chute de energía -explica el capitán José Francisco Quijano, jefe del módulo de formación-. Les ves llenos de patriotismo y voluntad de vencer…” Cuando acaba la simulación del combate, barbudos rubios y sonrosados, jadeando aún, se despojan del casco sacando al sol su pelo mojado por el sudor, se sueltan el chaleco antifragmentos, bajan el hocico del fusil HK, que alguno acaricia distraídamente como a un cachorro. Es el momento del "juicio crítico". De pie, en círculo en torno a los instructores y la intérprete, se repasa lo ocurrido: “He visto muchos menos errores que ayer”, les dice el teniente Fabián Alcalá, colombiano de origen que lleva 20 años ya en el regimiento. “He oído menos órdenes, señal de que todo el mundo va sabiendo qué tiene que hacer”, tercia Joan Prat, de 29 años, barcelonés del Poble Nou. Es una puesta en común. Se congratulan los instructores de que los ucranianos aprenden detalles como atacar por un solo flanco, y no por dos, como a veces hacen en el frente exponiéndose al fuego amigo. De la formación que imparten los militares del cuartel de El Bruc han salido ya 500 jefes de pelotón ucranianos que operan en el frente. / Manu Mitru Esta vez los drones de observación, que ya son la avanzadilla de cualquier unidad militar, tardaron en funcionar. “Tratad de lanzarlos desde otro punto, porque si el enemigo los ve ascender encima vuestro ya sabe vuestra posición”, les aconseja un instructor. “A veces los hacemos despegar desde más lejos”, responde una de las alumnas, que ha estado manejando el robot volador tras un talud, cuando el sol ya se había asomado del todo. Se ataca temprano En Sant Climent Sescebes, la jornada empieza para los ucranianos a las 7. A primera hora forman con los españoles en una explanada para izar bandera. Hay en la ceremonia un minuto de descubrirse y callar, en recuerdo de sus compañeros muertos en la guerra. Al final un español grita “Slava Ukraini” (Gloria a Ucrania), un ucraniano responde “viva España” y se rompe la formación. Todo empieza temprano. “En la guerra se ataca al amanecer, cuando el personal está más cansado y de noche se han podido hacer aproximaciones poco visibles”, comenta Quijano. Militares del regimiento Barcelona 63 montan en góndolas sus Vamtac antes de salir de maniobras. / Manu Mitru Formar líderes de pelotón es a veces barajar normas de sentido común en las que no reparaban los combatientes. Por ejemplo, que cada uno lleve su kit sanitario colgado en la misma parte del uniforme, de manera que, si le alcanzan y cae, no tenga el compañero que andar hurgando en busca del torniquete, “el del herido, no el tuyo -aclara el capitán-, porque, si le pones el tuyo y luego te dan a ti, ¿con qué paras tu hemorragia?”. Habla del TC3, el Tactical Combat Casualties Care, rudimentos de atención sanitaria en zona de choque. “Nosotros no abandonamos al herido”, advierte el capitán. Si un compañero es alcanzado, “lo primero es apartarlo de la zona batida, pero a la vez responder al fuego...”. Soldatitos de plástico Venir al Empordà es para los ucranianos ganar el tesoro de unos días de calma. “Saben que tendrán que volver al frente, pero aquí pueden instruirse sin temer que les caiga un misil encima”, cree Quijano. El jefe del módulo de formación es natural de San Fernando (Cádiz). A sus 30 años se le ve cómodo en la base gerundense, al frente de la que hasta el momento es la misión más internacional y trascendente de su carrera. - Capitán, ¿en qué consiste la dote de mando? - Sobre todo en dar ejemplo. Aquí no es todo ‘salta y dispara’. Ser jefe también es saber parar, controlar qué pasa, saber el puesto de cada uno y decidir. “Aquí se les enseña planeamiento sobre todo, y a tener en cuenta el terreno, estudiar al enemigo, manejar mapas de papel si no hay GPS, pedir apoyo de fuego, abrir brecha, y luego abrir sector…”, explica un teniente instructor, y Quijano completa: “Y repetir hasta que salga bien. Repetir, repetir, repetir… Memoria muscular”. El origen del regimiento Barcelona 63 está en el Batallón de Voluntarios de Barcelona, creado en 1793. / Manu Mitru Antes de todo los ucranianos se ha juntado en torno a un cuadrado en el suelo. El “cajón de arena” es una maqueta de la zona que van a atacar, modelada en la tierra para simular hondonadas y elevaciones. Colocan pedazos de hierba y palos para representar zonas boscosas, y tanquecillos de plástico y soldaditos de juguete. Sobre la maqueta, el líder explica en el Bravo Papa por dónde avanzará el pelotón de ataque, dónde colocará el de apoyo, desde dónde batirán la posición los Vamtac con las ametralladoras que llevan en el techo, y por donde abrirán la brecha para superar a sus defensores. En el cajón de arena se trata de responder a las cuatro preguntas de un plan táctico de combate: a dónde, por dónde, cómo y cuándo. Nueva Sarajevo La formación de Squad Commander se sazona con máximas de cuartel, eso de que “el sudor en la instrucción ahorra sangre en el combate”, o el lema “un plan no es nada, pero el planeamiento lo es todo”. Los aprendices no son necesariamente atletas. Por el cuartel de El Bruc ha pasado “el cojo”, combatiente destacado a pesar de que necesita bastón, al que no olvida el jefe del regimiento, el coronel Pedro Valdés: “Nosotros les enseñamos, pero ellos nos dan también lecciones a nosotros”. Es el caso de Leopold, profesional de la Guardia Nacional ucraniana. Fue de los primeros movilizados. Manejando una ametralladora participó en el improvisado y descomunal esfuerzo de detención del avance ruso sobre Kiev en febrero del 22. Una explosión cercana le dejó sin sentido del equilibrio. Desde entonces no puede luchar de pie. Tumbado, con la barriga en el suelo, se ha adiestrado en Girona. El coronel Pedro Valdés (derecha), jefe del regimiento Barcelona 63. / Manu Mitru Para el coronel Valdés, la principal lección que recoge el regimiento de sus alumnos ucranianos “es su patriotismo. Tienen una conciencia muy fuerte de pertenencia a Europa y de hermandad como europeos. Nos hacen sentirnos parte de una realidad que es Europa. A través de esos militares ucranianos entendemos la defensa de su libertad política, de su soberanía como espacio de dignidad, pese al precio en vidas extraordinario que le implica a Ucrania”. Apretón de manos Anochece cuando el jefe del Regimiento Barcelona 63 habla en su despacho del recinto historicista de El Bruc, de arquitectura premiada en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. La luz que penetra por la ventana rebota aún en la seda blanca de la vieja bandera coronela del regimiento, con la cruz de Santa Eulalia y el escudo de la ciudad. Pedro Valdés le ve al encargo europeo que ha recibido su regimiento una trascendencia catalana. Lo inserta en la estela “de la tarea que Vicens Vives le atribuía a Catalunya, de nexo de lo hispánico con Europa”, explica. Y se acuerda de que Pasqual Maragall, siendo alcalde en plena guerra de los Balcanes, “subrayó el compromiso solidario de Barcelona con Europa nombrando a Sarajevo el distrito 11 de esta ciudad…” El coronel saca de un cajón un latón redondo, más grande que un doblón, que lleva el escudo del regimiento Barcelona 63, la creu de Sant Jordi, las cuatro barras, una corona y el lema: “Por sus hechos le conoceréis”. Valdés entrega esta moneda a alumnos ucranianos que, tras la formación, han de volver al frente. Es su forma de decirles adiós. Les estrecha la mano, como a cualquiera, solo que en la palma lleva la metopa circular, regalo que pasa a la mano del ucraniano. “Si nos volvemos a ver deberá llevarla encima; si no, paga él las cervezas”, bromea. En la mano del coronel Pedro Valdés, la moneda del regimiento Barcelona 63 que regala a alumnos ucranianos destacados. / Manu Mitru No resulta fácil distinguir por capacidad a unos de otros alumnos. Son gente bregada en tres años de guerra, viva a base de pericia y suerte en el combate, y a la que en los ejercicios se la ve evolucionar atravesada por el mismo propósito, unos gordos resoplando, otros canosos, otros jóvenes fornidos, una de ellas parapetada con el fusil entre manos y una flor amarilla saliéndole de un bolsillo. “Se les ve aliviados en la visita cultural de los lunes, la descompresión”, explica Quijano. Habla revolteando el café en la cantina de la base, sobre la que reinan las banderas de España y Ucrania y una televisión con la tertulia de un matinal. Los militares consumen y recogen después sus vasos, dejando las mesas limpias. Si hay confidencias, traen los ucranianos a Sant Climent toda su pena. Un jefe ha enseñado a los españoles la foto de su hija de ocho años; hace meses que no puede ir al cole por los continuos bombardeos rusos. Ahora hace los deberes en casa, ataviada con el chaleco y el casco del padre, por si cae cerca alguna bomba. Algunos, en los primeros días de guerra solo eran civiles sin armas, que se preparaban en sus barrios para recibir a los blindados rusos con cócteles Molotov. En la sala histórica del Regimiento, en un rincón dedicado a EUMAM, un oficial del Barcelona 63 ha dejado escrito: “Luchan como héroes porque aman lo que dejan atrás”.

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