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» Misionesopina
Fecha: 01/05/2025 04:42
Por Martín Lozina* En el corazón de nuestras Posadas, a menudo palpita un desequilibrio silencioso pero palpable: la excesiva concentración de poder administrativo, político y comercial en un único centro, dejando fuera de la sinergia a los Conglomerados habitacionales urbanos periféricos. Esta centralización, que históricamente pudo haber tenido su lógica, hoy se erige como un obstáculo para el desarrollo verdaderamente equitativo, sostenible y resiliente de nuestra ciudad. Es hora de mirar más allá del ombligo de los políticos y abrazar con decisión la descentralización como estrategia para construir una Posadas más próspera para todos. La descentralización administrativa no es solo una cuestión de eficiencia burocrática; es un acto de empoderamiento ciudadano. Acercar la gestión a los barrios y distritos permite una respuesta más ágil y precisa a las necesidades específicas de cada comunidad. Una administración descentralizada es una administración más sensible y, por ende, más efectiva. En lo político, la descentralización oxigena la democracia local, al dispersar los centros de poder, se fomenta una mayor pluralidad de voces y enfoques. Los ciudadanos influyen de manera más directa en las políticas que se implementan en su entorno, fortaleciendo el sentido de pertenencia en cada barrio. La descentralización comercial es importante para un desarrollo económico más justo y equilibrado. Al fomentar la creación de empleo y oportunidades en diversos puntos de la ciudad, se rompe con la lógica de un único centro que acapara la actividad económica. Esto revitaliza zonas que históricamente han quedado al margen del dinamismo urbano. La descentralización de la ciudad no es solo una cuestión de planificación urbana, sino también de oportunidades distribuidas. Es fundamental en este proceso de reorganización de la ciudad fomentar los clubes de barrio. Estos encarnan la idea de pertenencia barrial, ofrecen un abanico de actividades deportivas y sociales al alcance de cada vecino. La cancha de fútbol a la vuelta de la esquina, el gimnasio barrial o el taller cultural se convierten en puntos de encuentro que revitalizan la vida local. La magia de estos espacios radica en su capacidad para construir comunidad. En un mundo cada vez más individualista, los clubes de barrio rescatan el valor del encuentro cara a cara, fortaleciendo el tejido social y el sentido de pertenencia a un lugar. Desde una perspectiva de desarrollo urbano, invertir en clubes de barrio y en el deporte local es una estrategia inteligente. Al fortalecer estos nodos de actividad en los diferentes barrios, se alivia la presión sobre la infraestructura central, se promueve un desarrollo más equilibrado y se mejora la calidad de vida de los ciudadanos en sus propios entornos. Una visión de la ciudad como una red interconectada de centros dinámicos, donde el poder y la prosperidad se distribuyen de manera más equitativa. Es un camino que exige planificación, inversión y una firme voluntad política, pero que a la larga se traduce en una Mejor Ciudad. *Productor Periodístico
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