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  • Perla Suez y su nueva novela: “Vi una nena que se escapaba de un tipo y pensé que venía de un burdel”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 29/04/2025 04:55

    Perla Suez aborda los efectos del poder y la economía en la familia en "La entrega" La escritora entrerriana afincada en Córdoba Perla Suez, referente de la literatura tanto para chicos como para adultos, vuelve con una novela cruda, La entrega, que se presenta, a priori, como una obra acerca de la trata de personas. Emplazada en la provincia que la vio nacer, esta historia no teme abordar una realidad innegable. Sin embargo, la autora, quien en su paso por Buenos Aires dialogó con Infobae Cultura, asume que la novela es más que una historia sobre esta realidad tan sórdida. Con la cadencia y el encanto que la caracterizan, en esta entrevista despliega cómo la concibió, de qué se nutrió y qué la impulsó a escribir esta novedad publicada por Edhasa. —¿Por qué una novela sobre la trata de personas? —¡Qué pregunta! Te lo contesto con otra pregunta: ¿Por qué tanta violencia en la sociedad que vivimos, en esta y en las sociedades en general, del mundo, que nos toca hoy? Creo que va conmigo ese tema, y está en toda mi narrativa el tema de la violencia y la impotencia frente a problemáticas que te desbordan totalmente. Una es la trata, pero en realidad esta novela arranca con el personaje de Evelin, la niña. Y yo veo la escena –como vengo del cine, siempre la imagen primero y después la acción que voy a construir–. Entonces veo una niña que se escapa de un tipo. Y digo “viene de un burdel”. Lo que me importaba era que ella escapara de él. Así arrancó el primer borrador. —Es decir, la trata no fue el germen. —No. Después fui construyendo un poco más las escenas y me di cuenta de que tenía que dar vuelta todo y ver de dónde arrancaba la problemática. De un padre fundido; de la crisis de una familia que parece muy tranquila y que de pronto se destruye y se cae a pedazos; de una mujer que parece una santa, pero que no lo es. No hay santos ahí adentro. Y de a poco, fui construyendo una pequeña trama. No quería repetir ni la historia de Marita Verón ni la de Susana Trimarco, esto tenía que ver con la familia. —Empezaste a esbozar las personalidades. —Exacto. A explorarlas un poco. Y nace la idea de ese padre que se está fundiendo, de clase media, en un pueblo del que no me podía mover, porque yo me crie y viví en Entre Ríos hasta los 15 años, y me cuesta mucho salir de ahí. Tengo que tocar la tierra negra de Entre Ríos. Tengo que ver el Paraná. Tiene que estar siempre el agua, el río, esa cosa que me convoca mucho en la escritura. Es algo misterioso, pero el tema aparece, como siempre aparece en el trabajo con la escritura, un enigma, tal vez por revelar, un secreto escondido. La escritora describe cómo una imagen solitaria inspiró el inicio de su nueva novela —Hay algo de eso en esta novela, ¿no? —Creo que trabajé mucho con los secretos de cada uno. Todos tenemos secretos. —Todos escondemos algo. —Sí, todos llevamos algún secreto. Y me pregunté cómo serían los secretos de estos personajes. La simulación del padre frente a la madre, en la mentira, en no contar. En no decir la verdad de lo que está haciendo. Y ahí empecé a tramar. Los temas oscuros que trata esta novela no son en sí mismos dignos, ni son literatura. Hay muchos escritos oscuros que no llegan a ser literatura. —Algo habitual en la escritura. —Exacto, entonces, ¿cómo hacer literatura? Tenés que cargarlo de alguna poesía que brote naturalmente. Y es como lo que decía Ricardo Piglia. Siempre hay una historia A –en el cuento–, y una historia B, que pasa por debajo. —Sí, sí, como en capas. Por un lado la trata, casi como estrategia de marketing. Pero hay otras historias, el poder, los vínculos, la familia. —Sí, tal cual. En el título, La entrega, se sospecha. —Y es bastante evidente lo de las distintas historias. —Fueron apareciendo de a poquito, en la construcción de cada imagen, de cada cuadro, si lo querés, del montaje. Porque sí hay un in crescendo, digamos, desde el comienzo hasta que pasa lo que pasa. Yo fui trabajando, pero cuando llegué al final, ahí fue el tema, no encontraba el final, porque no podía ser que Evelin volviera, “y comieran perdices y fueran felices”. —Sin spoilear demasiado, vale decir que su vida no iba a volver a ser igual. —Imposible, después de cuatro años. Una criatura que vuelve con cuatro años más después de lo que vivió. Además de esconder ese secreto que tiene cada uno, como el vínculo que parecía tan maravilloso y que no lo era. Y todo eso se fue armando como en un tejido, hilando, armando la textura, la trama. Iba anotando ideas para ir desarrollándolas después, cosas que me preocupaban y que quería que estuvieran en la novela. Yo apunté: “La claridad literaria es una forma de enigma. La literatura no necesita ser comprobada”. La trata de personas aparece como un detonante en la obra de Suez —¿A qué te referís? —El texto –textura viene de ahí– es un espacio-tiempo de desposesión, en el que se habla desde otra voz. Porque en realidad hay muchos escritores que te hablan de las voces que te nacen de adentro o las voces que vienen de afuera. Es verdad, pero me parece que el autor es eso en sí mismo, un escritor. Entonces no lo ignoro, lo paso a un segundo plano para dar lugar a las voces que quiero contar. Pero son parte de mí también. —Ahí están las marcas de cada escritor. —Creo que no es que te desprendés del todo y el narrador es un ser que lo has construido y has tratado de distanciarte de él. Pero nace de voces internas tuyas y de voces externas: tal vez cosas que escuché en tal pueblo, o en el pueblo donde me crie. Es misteriosa la literatura. Y eso es lo maravilloso de la ficción. El despertar frente al enigma y al secreto. Secreto que va por debajo, a lo Hemingway. Como lo que está debajo del iceberg. Y poder contar eso implica también ir construyendo secretos y cosas que realmente sean creíbles, verosímiles dentro de la ficción, que sean posibles. Fueron saliendo en el camino, pero cuando llegué al final no lo encontraba. Fue tremendo. —¿Pudiste resolverlo, desentrañarlo? —Fue fortísimo para mí. Había momentos en que no podía. Así que dije voy a hacer lo más tremendo que puede pasar en la ficción. La ficción puede decirlo todo, y no es que te lleva a encontrar una verdad, sino, quizás, te ayuda a despejar un misterio, pero nada más. Por eso uno sigue escribiendo. Este tema apareció por la violencia, por esto que te digo de vivir en un mundo que nos está acorralando cada vez más, que nos está encerrando en cosas impensables. Desde el poder, el consumo y el estrés que vivimos. Y en la escritura uno está otro tiempo, es todo un camino de profundidad que uno busca, porque también necesita vivir de alguna manera en contacto con el arte, porque si no, no hay forma de resistir en una sociedad tan tremenda. —Lo evidenciás en Juan. —Porque Juan, el padre, en realidad parece un buen tipo, pero hay momentos que… — ...está desesperado. —Es un tipo desesperado, que está atosigado por un mundo feroz, que lo está comiendo y que no tiene cómo responder. Y cuando el tránsfuga de Becerra, le dice lo que le dice, él sufre. Es mucho más complejo, me parece. Eso era lo que yo buscaba. Al menos la complejidad de un tipo que no tiene agallas y que no sabe qué hacer. Es un pobre hombre. —Lo que se suele llamar “un pobre infeliz”. —Exacto. El pobre infeliz que en realidad, aparentemente, es parte de una familia de clase media que se llevan bien, pero cuando se empieza a destapar la olla... Los secretos personales marcan la construcción de los personajes en "La entrega" —Nada vuelve a ser como antes. —La vida nunca es como era antes. Pero en estas circunstancias, menos que menos. Ya ni Evelin es la misma. Pero no quería caer en esto que ya sabemos que pasa en estas historias tremendas, terribles, que son fortísimas y que ocurren todos los días y en todos los órdenes, no solo en la trata. Pero no nació porque había que escribir sobre la trata, nació de esta imagen y fue creciendo, creciendo. Y sí trabajé una trama. Tengo disciplina para trabajar, no es que me siento y las ideas brotan. No existe la inspiración. Es puro trabajo. Decía Faulkner: “90% de transpiración y 10% de inspiración”. A esta altura de la historia de la literatura hablar de inspiración me es extraña. No existe. Existen el trabajo y el imaginario que tenemos todos, que tiene el lector, que es el que va a completarlo realmente. La ficción cuenta desde otro lugar, desde otro plano. —Vos hablás bastante del trabajo. Decís que te llevó cuatro años y que se fue dando la historia. Una vez que ya encontraste el tema, por decirlo de alguna forma, ¿cómo lo trabajaste? ¿Estuviste investigando acerca de eso? —Sí, leí a varias personas que escaparon de la trata. Vi un montón de cosas. Pero ninguna de esas historias, que obviamente me nutren, porque me duelen, me completaba lo que yo quería contar. Yo quería ver qué pasaba en esos vínculos familiares. Cómo esta sociedad se encarga, no por el consumo en sí, sino por la destrucción de las familias por la situación económica. Cuánta gente fundida hay que no sabe para dónde correr, ni sabe qué hacer, y que quiere tapar, ante la sociedad, porque no puede dejar de figurar. Parece que el dinero manda. Es una sociedad donde el dinero es tan poderoso que puede destruir cualquier cosa. Son papeles. Pero eso puede destruir. —Eso queda evidente en la trama, también, la trata en relación con el poder. Para cerrar, una última pregunta. Pensando en las realidades del interior, ¿hay algo que propicie más este tipo de situaciones? —¿Sabés que me parece que no? Tal vez se sepa más. —Porque pensaba en el caso, por ejemplo, de Marita Verón. —Sí, o el caso de Loan, hay muchos casos en lugares pequeños, es un tema largo. Tal vez por los medios de comunicación. Puede pasar en la clase alta o en la baja. En cualquier lugar, lo que pasa es que se invisibiliza. Me parece que el tema de la trata, ya viéndolo a nivel mundial, en las grandes ciudades es peor, es más salvaje todavía. —Pero por ahí uno no se entera, porque se tapa. —Porque se tapa de muchas maneras, con la esclavitud de las mujeres, la esclavitud de mil formas, y en las ciudades queda más diluido. Cuando salta algo en un pueblo es tremendo.

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