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  • HENRY GEORGE VIVE

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 28/04/2025 05:48

    Henry George fue uno de los escritores más famosos del siglo XIX en Estados Unidos. Su obra Progreso y miseria, publicada en 1879, solo fue superada por la Biblia en cantidad de ejemplares vendidos. Por alguna razón, más tarde su vida y su obra cayeron en un cono de sombra. Sus ideas —que explicaban la paradoja de sociedades que crecían y progresaban mientras aumentaba la pobreza, y que proponían como remedio radical una profunda reforma tributaria basada en un impuesto “único” sobre las rentas no ganadas del suelo y los recursos naturales— cayeron en el olvido. Sin embargo, la vigencia de su legado podría estar resucitando. Algunas noticias recientes muestran indicios en ese sentido. El 15 de abril pasado, New York News publicó una nota de Johan Sheridan en la que afirma que “legisladores estatales demócratas presentaron un proyecto de ley que convertiría los impuestos a la propiedad inmueble en un impuesto al valor del terreno libre de mejoras. Los promotores afirman que transformar el sistema actual mitigaría los efectos de la crisis de vivienda en todo el estado”. El artículo continúa señalando que “los impuestos sobre el valor del suelo gravan el valor del terreno en sí mismo, sin considerar las construcciones o mejoras realizadas en él. Gravar el valor del terreno libre de mejoras pretende disuadir a los propietarios de especular (conservar terrenos baldíos o infrautilizados mientras esperan que suban los precios, un factor importante que aumenta la inasequibilidad) y, al mismo tiempo, incentivarlos a desarrollar la propiedad para construir viviendas”. El autor enfatiza que “el impuesto al valor del terreno presionaría a quienes ocupan terrenos baldíos en lugar de recompensarlos con bajas facturas de impuestos, de modo tal de impulsar la construcción de viviendas. El cambio podría aumentar la vivienda asequible, reducir la falta de vivienda y evaluar facturas de impuestos más justas para las personas que luchan con el aumento del costo de vida”. Nueva York no está sola en esta tendencia. En un artículo publicado recientemente, Allaire Conte sostiene que en Estados Unidos “los expertos estiman que, al ritmo actual de construcción, la actual crisis de vivienda tardará más de siete años en resolverse. Esos siete años son demasiados para muchos compradores e inquilinos esperanzados, hartos de los altos costos de la vivienda”. “Cuando ocurren crisis como esta —continúa—, es común buscar una solución: ya sea el movimiento YIMBY, que promueve cambios en la legislación urbanística; programas de asistencia para el pago inicial, que ayudan a quienes compran su primera vivienda; o incluso promotores inmobiliarios que lideran la construcción de nuevas viviendas. Pero el héroe que necesitamos es uno al que pocos recurren: la reforma del impuesto inmobiliario.” Actualmente, según explica Greg Miller, director ejecutivo del Centro para la Economía del Suelo, “la forma en que utilizamos nuestros impuestos penaliza el desarrollo urbanístico”. Miller es uno de los defensores del impuesto al valor del suelo como posible factor decisivo para resolver la escasez de viviendas. Lo pone en perspectiva al señalar que el impuesto a la propiedad inmueble es, en realidad, dos impuestos en uno: un impuesto sobre los edificios y otro sobre el valor del terreno, o mejor aún, sobre el valor de la ubicación. El valor del terreno, explica, se basa en gran parte en su proximidad a atractivos como parques, buenas escuelas y economías prósperas. Esto significa que un terreno baldío puede revalorizarse significativamente si el entorno se urbaniza. Sin embargo, los propietarios de terrenos productivos —ya sean viviendas, edificios comerciales o comunidades— pagan más impuestos por el valor añadido, mientras que los dueños de terrenos baldíos pagan menos, aunque se beneficien igualmente del desarrollo de la zona. “No es un impuesto adicional”, aclara Miller. “No estamos añadiendo más impuestos. Es totalmente neutral en términos de ingresos; simplemente trasladamos el impuesto de los edificios al terreno.” Según Miller, todo se reduce a alinear los incentivos del mercado. Toma como ejemplo un terreno baldío en venta en Austin, Texas, cuyos impuestos prediales anuales ascienden a $1.990, mientras que una vivienda unifamiliar en un terreno de tamaño comparable en el mismo vecindario paga $7.712 anuales. A pesar de que el terreno baldío está valuado en aproximadamente la mitad del valor de la vivienda, su propietario paga solo una cuarta parte de los impuestos prediales. Esta estructura fiscal desproporcionada genera poca motivación para invertir en construcción. En otras palabras, si bien el valor de mercado refleja el uso potencial del terreno (como construir una casa), los impuestos prediales no lo hacen. Sin embargo, con un land value tax, tanto el terreno baldío como su propietario incurrirían en facturas fiscales similares, lo que incentivaría a desarrollar el terreno para un uso productivo y compensar el costo de su mantenimiento. El artículo hace también referencia a la experiencia de Pittsburgh: tras el colapso de la industria siderúrgica, la ciudad enfrentó el deterioro urbano que afectó a muchas zonas industriales en las décadas de 1970 y 1980. Pittsburgh ya contaba con un sistema de LVT, que gravaba el suelo con el doble de la tasa de los edificios, y entre 1979 y 1980 la ciudad aumentó la tasa hasta cinco veces la de las estructuras. Este cambio estratégico incentivó fuertemente el desarrollo de terrenos improductivos. Investigaciones posteriores demostraron que la combinación del LVT con reducciones fiscales específicas ayudó a la ciudad a superar el deterioro urbano y contribuyó a un período que ahora se conoce como el “Renacimiento II” de Pittsburgh. “Necesitamos alinear los incentivos del mercado para crear una inmensa cantidad de viviendas”, concluye Miller. “Cuando tenemos una inmensa oferta de viviendas, los precios bajan para todos”.

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