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» Misionesparatodos
Fecha: 27/04/2025 11:48
Martín Arjol se fue de la UCR y se presentará en las elecciones provinciales por uno de los partidos libertarios- El desprecio que sufrió de parte de El Jefe y su hermano- La Renovación presentará 95 sublemas en toda la provincia: la batalla será interna- La muerte del Papa Francisco y la incapacidad de todos los políticos argentinos para leer una realidad que los superó. Finalmente cada ficha se acomodó donde mejor pudo encajar y Martín Arjol, el más peluca de los radicales, terminó por patear el tablero y buscar cobijo fuera de la UCR, esa de la que tanto se sirvió, para recaer en uno de los espacios libertarios (de los tantos) que existen en Misiones. El todavía diputado nacional, que en 2021 ganó las legislativas y amagó con convertirse en una alternativa a la renovación, termina mendigando un lugar desde donde aspirar a una banca, seguramente de diputado provincial, para no salir del sistema. Poco, si se tiene en cuenta que en algún momento tuvo la fantasía de ser el dirigente que encolumnara a toda la oposición. La movida también es un signo que demuestra la incapacidad del hijo político del exgobernador, Ricardo “Cacho” Barrios Arrechea para construir una alternativa real. En política, como en la vida, hay errores que cuestan caro. Y Arjol acaba de protagonizar un ejemplo de manual: en su desesperada búsqueda de protagonismo, corrió tras los vientos de la moda libertaria intentando ganarse la bendición de los hermanos Milei. El resultado fue el peor posible: quedó en evidencia como un oportunista sin rumbo, perdió credibilidad dentro y fuera de su propio espacio y se ganó el desprecio de los nuevos aliados que pretendía seducir. Lo de Arjol no es nuevo, pero sí cada vez más grosero. Desde su llegada a la política nacional, demostró una desconcertante habilidad para posicionarse siempre un paso atrás de los acontecimientos. Se le notó durante el armado opositor en Misiones, cuando su falta de liderazgo lo relegó a un papel testimonial y de niño capricho que busca en la justicia lo que la asamblea de su propio paritdo no le da. Y ahora vuelve a quedar expuesto: en vez de construir identidad propia o representar con seriedad a sus votantes, optó por el atajo de arrodillarse ante los Milei, pensando que el marketing podía reemplazar a la coherencia. Lo más grave no es solo el ridículo, sino el desprecio que recibió a cambio. Mientras Arjol intentaba subirse al barco libertario, desde La Libertad Avanza lo miraron con desconfianza, cuando no directamente con desdén. Es que, para el mileísmo duro, estos saltimbanquis de último momento representan todo lo que dicen combatir: la vieja política del acomodo, del oportunismo vacío, de la conveniencia personal. La torpeza de Arjol, en definitiva, refleja una crisis más profunda: la de aquellos dirigentes incapaces de entender que la política no es simplemente surfear modas pasajeras, sino construir representación real. El exconcejal de Posadas se olvidó que la confianza pública se gana a largo plazo y no se compra con un par de fotos o declaraciones en las redes sociales. Hoy, con su imagen debilitada y su futuro político en entredicho, paga las consecuencias de haber confundido astucia con oportunismo y estrategia con servilismo. El paso de Arjol, significa también un golpe para la UCR y la alianza Unidos por el Futuro, que comparten con el PRO y la Coalición Cívica (todavía nadie sabe decir quiénes son sus referentes), un devaluado espacio que buscará competir en las elecciones del 8 de junio con una boleta de diputados provinciales encabezada por el concejal de Posadas, Santiago Koch, muy cercano a Ariel “Pepe” Pianesi y la abogada Carolina Gross, elegida por el PRO como su representante. Para Unidos por el Futuro, la salida de figuras radicales como Pablo Velázquez y el mismo Arjol significa una pérdida de votos crucial que traccionaba en ambas direcciones. El éxodo de dirigentes que alguna vez soñaron con liderar la oposición desnuda una realidad que muchos prefieren esquivar: la UCR misionera, lejos de renovarse, sigue atrapada en disputas internas, mezquindades y estrategias personales disfrazadas deproyectos colectivos. Los resultados están a la vista. Mientras algunos prefieren apostar a aventuras libertarias de corto vuelo, otros siguen atados a una estructura que se va vaciando de contenido y de expectativas electorales. Al final, la sorpresa no es la jugada de Arjol, sino la obstinación de un sector político que insiste en no aprender de sus propios fracasos. La batalla En medio del caos opositor, el oficialista Frente Renovador de la Concordia terminó por confirmar a 95 sublemas que se presentarán en los comicios en las localidades que renuevan sus concejos deliberantes y en Oberá para elegir al Defensor del Pueblo. En un contexto de oposición fragmentada y un oficialismo con mayor músculo político, el pronóstico es que nuevamente la batalla final será entre sublemas renovadores. Si bien desde la jefatura de campaña la línea es evitar enfrentamientos, en algunas localidades las internas se juegan sin límites. Incluso esta semana, en Eldorado circularon fake news invitando a reuniones en las que se anunciaba la presencia de algunos funcionarios del gobierno y la promesa del pago de viáticos para quienes asistieran. La publicación incluso mencionaba a uno de los dirigentes que coordina la campaña en el norte de la provincia como el supuesto responsable del pago. Ese detalle es el que dejó en evidencia que se trató de una maniobra para ensuciar la campaña. Mientras tanto, encabezado por el presidente de la Cámara de Representantes, Oscar Herrera Ahuad y el intendente Leonardo “Lalo” Stelatto, los sublemas de Posadas tuvieron un encuentro en el club Legislativo con el objetivo de mostrar unidad en la diversidad que representan los 19 sublemas del frente. Posteriormente, el propio Herrera Ahuad acompañó el lanzamiento de un sublema libertario, bendecido por la funcionaria Micaela Gacek. Ni una media La muerte del Papa Francisco dejó al descubierto una realidad incómoda: la clase política argentina jamás supo comprender el verdadero valor de tener a un compatriota ocupando uno de los cargos más importantes del mundo. Jorge Bergoglio, el hombre que acercó la Iglesia Católica a las periferias y puso a los pobres en el centro del debate global, murió en Roma, con una Argentina más encerrada en sus miserias que nunca. El fallecimiento de Francisco ocurrió durante la presidencia de Javier Milei, el outsider antisistema que llegó a calificarlo como "el representante del maligno en la Tierra" y que fiel a su estilo, aterrizó tarde en su funeral, quedando en el centro de la escena por su ausencia durante los días en que el pueblo pudo despedirlo en la Capilla de San Pedro. Desde la oposición aprovecharon para exponer las torpezas del gobierno, como si Milei fuera el único responsable de un vínculo roto hace años. Olvidan un pequeño detalle: el papado de Francisco atravesó cuatro presidencias —Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández (con su ministro Sergio Massa) y el propio Milei— y ninguno estuvo a la altura. Cada uno, a su modo, buscó usarlo. Todos intentaron arrimar su figura al fogón de la política doméstica, con la fantasía de que la bendición del Papa se traduciría en votos fieles. Todos fallaron. Del lado K, el contraste es grotesco. El mismo Bergoglio que, cuando era cardenal en Buenos Aires, fue blanco de una operación sistemática de desprestigio, terminó siendo abrazado cuando sus discursos sociales parecían convenientes para el relato. Se recuerda, todavía, el lobby desde Buenos Aires durante el cónclave de 2005 para evitar que fuera elegido Papa tras la muerte de Juan Pablo II. Desde el kirchnerismo, dirigentes y periodistas amigos presionaron para vetarlo, mientras en Roma los cardenales debatían su futuro. Se dice incluso que Sergio Massa, a través de Esteban Caselli (embajador ante la Santa Sede del presidente Carlos Menem y calificado como “obispo” por sus contactos), movió fichas en el Vaticano para cerrarle el paso. No sería casual, entonces, que Francisco jamás lo recibiera. En esos años también aparecieron denuncias de la supuesta complicidad de Bergoglio con la dictadura, impulsadas por el periodista Horacio Verbitsky. Pero las propias víctimas —Orlando Yorio y Francisco Jalics, dos sacerdotes jesuitas— terminaron desmintiendo esas versiones, dejando en claro que fue el propioBergoglio quien intercedió por sus vidas. Con Mauricio Macri, la historia fue distinta pero igual de fría. El ingeniero intentó construir una relación basada en el protocolo y las sonrisas de ocasión. Francisco jamás le regaló una. En las fotos oficiales, la distancia era palpable. El abismo se agrandó cuando Macri habilitó el primer debate legislativo sobre la legalización del aborto, cruzando una línea que la Iglesia no estaba dispuesta a tolerar. Alberto Fernández creyó, ingenuamente, que podía recomponer la relación. Mandó emisarios, le envió cartas, pidió audiencias e incluso lo visitó junto su querida Fabiola Yañes. Pero sus gestos de acercamiento quedaron sepultados el día que su gobierno impulsó la sanción de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Para Francisco, eso no se negociaba. Así las cosas, el papado argentino pasó sin que la política argentina pudiera entenderlo ni aprovecharlo. No encajaron ni una media. No pudieron ni quisieron reconocer la magnitud de lo que significaba tener un Papa argentino reconocido en el mundo. Y tal vez por eso, Francisco eligió nunca volver. Por Sergio Fernández
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