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» Diario Cordoba
Fecha: 27/04/2025 05:15
Una bandera de España, en una imagen de archivo. / EP Estos días me recuerdan que Felipe II compraba cardenales para asegurar que el cónclave eligiera al papa que convenía a los intereses de España (los archivos de la embajada ante la Santa Sede guardan esa fascinante correspondencia), y la basílica de Santa María la Mayor, donde se ha enterrado a Francisco, está tan estrechamente vinculada a nuestro país que tiene una estatua de Felipe IV en la entrada. España es un gran país y sé que a algunos les parecerá que esta afirmación tiene un tufillo patriotero que detestan. Pues que digan lo que quieran porque yo seguiré escribiendo lo que pienso. Y lo que pienso lo tengo claro. Lo que pasa es que al adueñarse el franquismo del patriotismo y pasarse con él varios pueblos, ahora todo lo que suene a patriota tiene un aroma sospechoso para muchos... que en mi opinión se equivocan. Fíjense en lo que hemos hecho los españoles desde que vivimos en libertad amparados por una monarquía constitucional y democrática: hemos pasado de ser una dictadura a una democracia, aunque su calidad parezca deteriorarse últimamente; hemos pasado de ser un país centralizado donde todas las decisiones importantes se tomaban en El Pardo a ser uno de los países más descentralizados de Europa, donde el Gobierno central cada día controla menos presupuesto en beneficio de unas Comunidades Autónomas que como no hay una división clara de competencias con el Estado, como ocurre en Alemania, no paran de pedir cada día más; hemos pasado de ser un país que expulsaba a sus hijos hacia la emigración porque no podía darles de comer, a ser un país que recibe a miles de emigrantes cada año, lo que nos permite crecer demográficamente a pesar de nuestra bajísima tasa de natalidad y pagar las cuentas de la seguridad social; hemos pasado de ser un país que recibía ayuda internacional porque pasábamos hambre a ser un país que dedica mucho dinero a cooperar con países africanos e iberoamericanos que hoy lo necesitan; hemos pasado de ser un país ñoño y clerical donde en Semana Santa no se podía cantar, la radio ponía música clásica y la televisión solo proyectaba Ben Hur o La Túnica Sagrada, a ser uno de los países más abiertos y tolerantes del mundo como bien saben nuestros compatriotas LGTBI. Como hubiera dicho Alfonso Guerra, a este país no lo hubiera reconocido ni la madre que lo parió y me hace gracia pensar que lo mismo podría hoy decirse de su PSOE, aunque ahí confieso preferir el de antes. No hay ningún otro país del mundo que haya cambiado tanto durante esa Transición que lideraron hombres como Don Juan Carlos, Adolfo Suárez y Felipe González y que hoy menosprecian por ignorancia o mala intención políticos que no la vivieron. Don Salvador de Madariaga escribió un libro delicioso donde mantenía que los franceses eran gentes de reflexión, los ingleses de acción y los españoles de pasión. Puestos a aceptar estereotipos, a mí me parece que a franceses y británicos les sobra chauvinismo, están demasiado contentos consigo mismos, mientras que los españoles carecemos de autoestima de manera que los demás tienen de nosotros mucha mejor opinión que la que tenemos de nosotros mismos, como he podido confirmar en mis años de vida diplomática. Nuestros colegas europeos esperan mayor protagonismo internacional de la que hoy es la cuarta economía de la Eurozona. Tuvimos política exterior ambiciosa con González y con Aznar pero ya no, se perdió cuando Rodríguez Zapatero fue incapaz de gestionar la crisis financiera de 2008, luego llegó la murga del raca-raca catalán que Rajoy no supo gestionar, y Sánchez está tan ocupado en no caerse de la silla que apenas le queda tiempo para otra cosa a pesar de las afirmaciones del ministro Albares de que España tiene más influencia internacional que nunca. El suyo debe de ser un extraño caso de autoestima entre nosotros, aunque la administración Trump no parezca haberse enterado porque ha tardado horrores en telefonearnos, no para de hacer visitas nuestros vecinos sin poner los pies en Madrid, y solo recibe al ministro Cuerpo en Washington para leerle la cartilla. Aun así creo que tenemos un pedazo de país del que podemos sentirnos orgullosos, lo que no quiere decir que todo esté bien ni que podamos echarnos a dormir porque un mundo mejor es posible, como nos ha recordado el papa Francisco. Descanse en paz.
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