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» tn24
Fecha: 26/04/2025 22:21
El papa Francisco, primer pontífice argentino y latinoamericano de la historia, fue despedido este sábado por una multitud estimada en más de 200.000 personas en una conmovedora ceremonia que comenzó en la Plaza de San Pedro y culminó con su sepultura en la basílica de Santa María la Mayor. La emotiva despedida ocurrió apenas unos días después de que Francisco celebrara su última misa de Pascua, en un gesto de cercanía a los fieles que marcó su legado: una Iglesia abierta, cercana a los más necesitados y firme defensora de los marginados. El funeral, presidido por el cardenal Giovanni Battista Re, reunió a líderes de todo el mundo, entre ellos Donald Trump, Volodímir Zelenski, Emmanuel Macron, los reyes de España, Felipe VI y Letizia, y el presidente argentino Javier Milei, además de mandatarios latinoamericanos como Luiz Inácio Lula da Silva, Daniel Noboa, Luis Abinader y Xiomara Castro. Más allá de los encuentros diplomáticos que se produjeron en los márgenes del evento, el Vaticano quiso centrar toda la atención en la figura del papa Francisco, respetando su deseo de una ceremonia sencilla y cercana al pueblo. Durante la misa, Battista Re destacó la visión de Francisco de una Iglesia como «hospital de campaña», siempre dispuesta a atender a quienes sufren, y recordó su insistencia en la fraternidad como respuesta a la “cultura del descarte”. Al finalizar la ceremonia en la Plaza de San Pedro, el féretro fue trasladado en un papamóvil descubierto, permitiendo que los fieles reunidos en las calles de Roma pudieran despedirse de su líder espiritual. Tras un trayecto de aproximadamente 30 minutos, su cuerpo fue inhumado de manera privada en la nave lateral de la basílica de Santa María la Mayor, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza. La sepultura, realizada bajo una losa de mármol de Liguria, tierra de origen de su familia, cierra el ciclo de quien fuera llamado el papa «del fin del mundo», y que trabajó incansablemente para construir una Iglesia más inclusiva y fraterna. El legado de Francisco, recordado entre lágrimas y aplausos bajo el sol romano, permanecerá como símbolo de un pontificado dedicado a tender puentes y sanar heridas en un mundo dividido.
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