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  • García Cuerva, sobre Francisco: “lloramos porque no terminamos de comprender ni de dimensionar su liderazgo mundial”

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 26/04/2025 12:30

    Desde temprano, la Plaza de Mayo de Buenos Aires comenzó a recibir a los fieles que se acercaron para despedir al papa Francisco en la misa exequial que hoy se celebró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, ubicada en San Martín 27. El Papa murió el lunes pasado a los 88 años tras sufrir un derrame cerebral. La ceremonia fue presidida por el arzobispo Jorge García Cuerva. El funeral oficial se realizó más temprano en el Vaticano. Las vallas dispuestas en los alrededores estaban cubiertas con banderas argentinas, mientras que sobre las calles laterales se habían instalado pantallas gigantes para seguir la transmisión. Las sillas dispuestas frente al altar, en el escenario montado sobre las escalinatas, permanecían vacías a la espera de ser ocupadas. En las mesas, más de 150 copones fueron preparados para repartir las hostias durante la comunión. Cada media hora, las campanas de la Catedral sonaban. Desde temprano, sonaba de fondo el “Aleluya”, mientras los fieles que llegaban comenzaban a rezar en pequeños grupos o en silencio. En distintos sectores, medios de comunicación de todo el mundo cubrieron la ceremonia. La misa comenzó a las 10 en punto mientras miles de fieles y argentinos continuaban llegando por la avenida de Mayo, avanzando hacia la Plaza de Mayo con banderas, estampas y rosarios en la mano. Entre los presentes se encontraban referentes de clubes parroquiales de distintos barrios de la ciudad, que valoraban la cercanía y el legado del Papa en sus comunidades. También asistieron obispos y sacerdotes de diversas provincias argentinas, que viajaron especialmente para participar de la ceremonia. Mientras se desarrollaba la misa, el silencio se apoderó de la Plaza de Mayo. Los fieles seguían la ceremonia de pie o sentados sobre las sillas dispuestas frente al escenario. Desde el altar, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, dijo unas palabras que conmocionaron a los presentes. Con la voz quebrada en algunos momentos, habló del dolor compartido por la partida de Francisco. “Como nosotros hoy, lloramos porque no queremos que la muerte gane, lloramos porque se murió el padre de todos, lloramos porque ya sentimos en el corazón su ausencia física, lloramos porque nos sentimos huérfanos, lloramos porque no terminamos de comprender ni de dimensionar su liderazgo mundial, lloramos porque ya lo extrañamos mucho y no queremos que nos pase lo que cantaba Carlos Gardel en uno de sus tangos, ‘las lágrimas taimadas se niegan a brotar y no tengo el consuelo de poder llorar’”, dijo García Cuerva desde el altar, mientras algunas personas entre los asistentes no podían contener las lágrimas. En medio de la homilía, recordó enseñanzas de Francisco y su invitación a no temer al llanto. “Recordemos palabras del Papa cuando nos decía: ‘Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas’. Y seguía diciendo Francisco: ‘Los invito a que cada uno se pregunte: ¿yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?‘. No es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más”, citó el arzobispo. En un clima de recogimiento absoluto, García Cuerva remarcó: “Seamos valientes, decía el Papa, no tengan miedo de llorar. Por eso hoy lloramos a Francisco, lo hacemos desde lo más profundo del corazón, sin vergüenza, pero también con el dolor que nos une como pueblo. Que nuestras lágrimas rieguen nuestra patria para hacerla fecunda en reconciliación y en hermandad”. Entre los presentes, lo escuchaban atentamente algunas autoridades políticas como el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, la vicepresidenta Victoria Villarruel y el diputado nacional Eduardo Valdés, entre otros. Tras recordar el evangelio de María Magdalena, García Cuerva profundizó en el compromiso de Francisco con los más débiles y su mensaje de misericordia. “Francisco, como buen padre, fue padre de todos, pero especialmente se ocupó de los más frágiles, tuvo predilección por los últimos, por los marginados, por los enfermos, por los descartables de esta sociedad; un corazón de pastor al modo del corazón de Jesús, siempre disponible para la escucha y el perdón, invitándonos también a nosotros a comprometernos con los que sufren”, señaló. Citó palabras del Papa: “No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”. Al terminar esa frase, un primer aplauso espontáneo se alzó entre los fieles. Los males que acechan La homilía avanzó recordando la lucha del Papa contra los males que afectan a la humanidad. “Justamente Francisco a lo largo de su pontificado desenmascaró proféticamente a varios demonios que hacen sufrir mucho a la humanidad”, dijo. Y explicó que el Papa habló del demonio de la guerra: “Como hombre de fe creo que la paz es el sueño de Dios para la humanidad. Sin embargo, constato lastimosamente que por culpa de la guerra este sueño maravilloso se está convirtiendo en una pesadilla”. También denunció el “demonio de la fragmentación y el desencuentro”, refiriéndose al “terrorismo de las redes” y al “veneno de la Iglesia” que él mismo llamó “el siempre se hizo así”, en alusión a las resistencias que frenan los cambios. El público escuchaba en silencio, interrumpido solo por breves aplausos cuando resonaban sus citas más emotivas. Con voz firme, García Cuerva continuó: “Y ante tanto demonio dando vuelta por el mundo, el testimonio de Francisco fue un faro que iluminaba la oscuridad, una voz profética que resonaba ante tanto silencio cómplice, un referente mundial frente a tanto desconocimiento, un animador de sueños y esperanzas en un mundo desalentado y con miedo al futuro, un testigo de la misericordia y el perdón en la tormenta de las descalificaciones y el odio”. Volviendo al Evangelio, comparó la incredulidad de los discípulos con el sentimiento actual de los argentinos ante la pérdida. “Igual que a los discípulos del evangelio, a nosotros también nos cuesta creer. Nos costó creer cuando lo vimos salir vestido de blanco en el balcón de la basílica de San Pedro; nos costó creer cuando empezamos a tomar conciencia de lo que significaba un Papa argentino; nos costó creer cuando lo vimos reunido con los líderes más importantes del mundo y al mismo tiempo, abrazando y dedicando tiempo a los más pobres, a los presos, a los enfermos. Nos costó creer que a pesar de ser ahora el obispo de toda la tierra, animara a los jóvenes a hacer lío, a soñar en grande, a no tener vuelos rastreros, a transformar el mundo”, expresó García Cuerva, arrancando nuevos aplausos entre los asistentes. Luego, el arzobispo instó a continuar el legado de Francisco, retomando las palabras del propio Jesús en el Evangelio: “Vayan... seamos la Iglesia en salida que nos proponía Francisco: una Iglesia que no se quede encerrada, una Iglesia que sepa anunciar la Buena Noticia a toda la creación”. Y recordó: “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”. Luego de la bendición final —“La bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén”—, García Cuerva agradeció la presencia del Señor Nuncio Apostólico, representante de la Santa Sede ante el Gobierno argentino y decano del Cuerpo Diplomático. También saludó a las máximas autoridades nacionales, al Gobierno de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, a los legisladores, ministros de la Corte Suprema y a la totalidad del Cuerpo Diplomático acreditado en el país, “quienes concurren trayendo el amor y admiración al Papa Francisco de todos los pueblos”. El reconocimiento se extendió a los obispos eméritos y a los pastores de las diócesis cercanas. El aplauso final brotó espontáneo. Se mezclaron lágrimas, emoción contenida y bombos que sonaban a lo lejos, en una manifestación popular de fe y despedida. En un gesto de unidad, la multitud comenzó a cantar el Himno Nacional Argentino. Desde el altar, García Cuerva acompañó la escena con una frase que sintetizó el momento: “Por la unidad”. Fuente: La Nación

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