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» Misionesparatodos
Fecha: 25/04/2025 05:02
“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Mateo 16:18 La muerte de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, primer pontífice latinoamericano de la historia, pone a la Iglesia Católica ante la disyuntiva de continuar, frenar o retrotraer sus reformas doctrinarias e institucionales, una tarea que por la propia lógica del poder eclesial dependerá también de quién resulte su sucesor. Los 133 cardenales que se reúnan en mayo para elegir al sucesor de Francisco I discutirán en el secreto del Cónclave papal no sólo un nombre y apellido, sino el rumbo de la Iglesia Católica en lo que siga del siglo, que el pontífice argentino orientó durante 12 años a las periferias geográficas, sociales y existenciales. Sin embargo, como reza la propia Biblia citando al apóstol y evangelista Mateo, será una persona de carne y hueso sobre la que recaerá la conducción de la Iglesia -de los 1.400 millones de católicos y del Estado vaticano- y quien recibirá el dificilísimo reto de armonizar las corrientes aperturistas y tradicionalistas hoy en tensión. En los últimos tiempos, Francisco había hecho un gran esfuerzo por potenciar al máximo la “sinodalidad” de la Iglesia, la apertura de un debate entre iguales que llevara a decisiones consensuadas en una institución con características de monarquía absolutista con la que él mismo fue asociado críticamente. En ese sentido, Bergoglio imprimió a la Iglesia Católica un cambio histórico en términos de liderazgo religioso: humanizó al extremo el rol del Papa, no sólo en su contacto personal y parroquiano con la grey, o en la sencillez que se dio para vestir y vivir en Santa Marta, como un obispo más, el de Roma. También Francisco, en su condición de Santo Padre, de Su Santidad, se permitió públicamente dudar, preguntar y someterse a marchas y contramarchas verbales a las que la cultura de infalibilidad de la Iglesia no estaba desacostumbrada. Y, desde ese liderazgo humano y humanista, la inclusión de todos en una “Iglesia de todos”. Eso no excluyó que Francisco dejara encíclicas de las más valiosas de la historia de la Iglesia moderna, Fratelli Tutti (2020, ”Nadie se salva solo”) y “Laudato Si” (2015), esta última un notable ensayo teológico sobre el cuidado del planeta. La novedad real de Francisco es que no se situó como papa post: ni postmoderno, ni post antiguo régimen, ni post Vaticano II. Sino que fue pre: buscó una nueva siembra, un nuevo inicio, y abrió un proceso, porque sabía que esto no es cuestión de cuatro días. Lo que empezó hace 1.700 años con la Iglesia en Occidente ha concluido, y comienza un tiempo nuevo. Con novedades muy desafiantes”, resumió antes del Cónclave el cardenal español Luis Argüello. El mundo se preguntará durante las próximas semanas, entonces, hacia dónde marchará la Iglesia. Si seguirá dividida, si elegirá como Papa a un representante de alguna de las dos alas que la dominan (Francisco designó 110 de los 133 cardenales electores pero incluyó a los más conservadores), si se inclinará por una figura de transición o, bien, si encontrará una alternativa superadora. Todo ello en un mundo que luce mucho peor que cuando Bergoglio llegó al Vaticano para participar del Cónclave en el que salió como Francisco: un mundo cargado de conflictos, con un orden multilateral en descomposición, genocidios, nacionalismos racistas y xenófobos, y una desigualdad social y económica cuyas consecuencias de exclusión lo desvelaron desde que era cura en Buenos Aires. La herencia de base En confesiones que permitió que se publicaran sólo después de su muerte, Bergoglio reveló que adoptó el nombre de Francisco cuando un cardenal, el brasileño Claudio Hummes, le susurró apenas elegido nuevo pontífice: “No se olvide de los pobres”. Se impuso aquél 13 de marzo de 2013 un mandato que respetó y con el que construyó una herencia que su sucesor y la jerarquía católica mundial deberá desandar, confirmar o llevar más lejos, pero que no podrá ignorar. Según el vaticanista Marco Politi, autor de un libro sobre la herencia de Francisco que saldrá oportunamente en mayo, su pontificado “abrió brechas y trazó nuevos caminos” para la Iglesia, y enumera la inclusión de las personas homosexuales (“todos son hijos de Dios”) y la de las mujeres en altos cargos vaticanos y con derecho de voto en los Sínodos por primera vez en 1.700 años. Esa lista de reformas y cambios se engrosa con la lucha contra los abusos clericales y la corrupción (cardenales destituidos y juicios con castigo, como Angelo Becciu), el sacramento de la comunión abierto a los divorciados vueltos a casar, el posible acceso de las mujeres al diaconado y la bendición de parejas homosexuales, todas pequeñas revoluciones que provocaron fracturas que expondrá el Cónclave con resistencias anunciadas de cardenales de EEUU, Europa del Este y África. Politi recordó al cardenal italiano Carlo Maria Martini (1927-2012), para quien la Iglesia Católica “lleva 200 años de atraso”, y concluyó que Francisco trató de salvar esa brecha sacudiendo la institución, pero sin tener éxito en su proyecto reformador pese a su compromiso personal y eclesiástico con marginados, víctimas de guerras y migrantes perseguidos. Ahora, según el vaticanista, se necesitará una figura carismática, un Papa pastoral, capaz de dar un nuevo impulso con reglas jurídicas modernas y una visión global. El riesgo es que las luchas entre facciones continúen en el próximo cónclave”, advirtió el vaticanista, pero algo queda claro al cabo de 12 años: Francisco llevó a la Iglesia a un punto de no retorno y ya no volverá a ser lo que era antes. Novum pontificem El próximo Papa se hará cargo de una Iglesia Católica cuyos miembros disminuyen en Europa, América del Norte y América Latina, pero aumentan en Asia y África. No es casualidad que dos de los principales candidatos para suceder a Francisco sean los aperturistas filipino Luis Tagle y ghanés Peter Turkson (foto), y que compartan cartel de apuestas con el propio secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin. Francisco nombró al 80% de los cardenales electores (108, contra 5 por Juan Pablo II y 22 de Benedicto XVI) y para elegir nuevo pontífice se necesita un mínimo de 66%. Considerados por continente, pertenecen 51 a Europa (son 53 pero dos anunciaron que no podrán asistir por razones de salud), 23 a Asia, 20 a América del Norte, 18 a Sudamérica, otros 18 a África y 3 a Oceanía. En la previa del Cónclave, y durante, las “quinielas papales” se multiplicarán. Para Martin Palmer, director ejecutivo de FaithInvest, una ONG que trabaja con la Iglesia y miembro de la Comisión COVID-19 del Vaticano, el próximo pontífice será de una de las dos alas: la derecha de EEUU y África o la más liberal de Asia y África. En esa derecha tradicionalista, aparece Robert Sarah, un cardenal guineano de 79 años, y junto con él Raymond Burke, estadounidense de 76 años, conocido por sus críticas públicas al papa Francisco. Otro vaticanista, Philip Shenon, autor de un reciente libro sobre el legado de Francisco y el futuro de la iglesia, razona que los conservadores serán insuficientes para volcar la elección. "Pase lo que pase, es justo asumir que el próximo papa no tendrá una visión radicalmente diferente del futuro de la Iglesia" que la de Francisco. Entre ellos, Shenon identifica a Parolin, a otro italiano, el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, de 69 años, así como a Tagle y a Turkson. En el Cónclave, Europa sigue estando sobrerrepresentada, pero los cambios demográficos del Colegio Cardenalicio reflejan los cambios demográficos de la Iglesia Católica en general. En Europa , el número de católicos está disminuyendo, mientras que la fe está creciendo en todas partes. Una mayoría cada vez mayor de católicos vive fuera de Occidente, aunque allí esté la mayoría de los recursos humanos (sacerdotes). Francisco, primer Papa del Sur Global, cambió la demografía de los responsables de elegir a su sucesor, que será el primer pontífice elegido por un cónclave de mayoría no europea. “No me sorprendería que el nuevo papa viniera de un continente distinto a Europa o América. La Iglesia Católica está en todo el mundo”, opinó Odilo Scherer, arzobispo de San Pablo. La elección de Bergoglio en 2013 “fue una hermosa sorpresa”, dijo. Pero todo tiene sus matices. En África, encontró fuertes aliados para postular cuestiones económicas, pero gran oposición a que los sacerdotes bendigan las uniones entre personas del mismo sexo. El origen de los cardenales también importará relativamente cuando se aborden cuestiones como los abusos sexuales en la Iglesia o el descontrol de sus cuentas financieras, y hasta la corrupción. Haremos aquí una breve reseña de los cardenales de los que católicos y no católicos escucharán hablar durante las próximas semanas y, muy probablemente uno de ellos, durante los próximos largos años cuando resulte elegido Papa. . Jean-Marc Aveline (66), arzobispo de Marsella, francés nacido en Argelia. Se lo identifica como Juan XXIII, por su parecido con aquél pontífice “bueno” y reformador de los 60. De carácter campechano como Francisco, este doctor en teología adhirió con fuerza a sus ideales interreligiosos y su sensibilidad por la inmigración. . Peter Erdo (72), de Hungría. El arzobispo de Budapest es un conservador pragmático de buenas relaciones con el ala aperturista y ya considerado papable en 2013 por sus contactos eclesiásticos en Europa y África, y como impulsor de una Nueva Evangelización católica de sociedades secularizadas, una prioridad del Vaticano. Sin embargo, se negó a acoger en iglesias húngaras a refugiados en 2015. . Mario Grech (68), de Malta. El secretario general del Sínodo de los Obispos nombrado por Francisco, pese a sus orígenes conservadores llegó a pedir a la Iglesia que aceptara a los católicos de la comunidad LGBTQ, lo que le causó muchas críticas de sus pares más conservadores de Europa. . Pietro Parolin (70), de Italia. El secretario de Estado vaticano, muy cercano a Francisco, es considerado un candidato de consenso entre los dos sectores, en parte por las capacidades diplomáticas exhibidas desde 2013 como virtual “vice Papa”, cuando pergeñó el acercamiento de la Santa Sede a China. Devolvería a los italianos al Papado, después de un polaco, un alemán y un argentino. . Luis Gokim Tagle (67), de Filipinas. Al frente de Cáritas entre 2015 y 2022 (donde enfrentó problemas de corrupción), y del Dicasterio de la Evangelización desde 2019, es un reconocido defensor de los compromisos sociales de la Iglesia y sería el primer Papa asiático. Su país tiene la mayor población católica de la región. . Joseph Tobin (72), de EEUU. Con experiencia al servicio del Vaticano y en altos cargos de la Iglesia estadounidense, el arzobispo de Newark, un aperturista -alcohólico recuperado-, fue hecho cardenal por Francisco en 2016 y lidió con los escándalos sexuales de la Iglesia Católica estadounidense. . Peter Turkson (76), de Ghana. Representante de las fuerzas más dinámicas de la Iglesia Católica desde el África subsahariana, este cuarto hijo de una familia con 10 hermanos fue arzobispo de Cape Coast en 1992 y cardenal desde 2003, el primero del Estado de África Occidental. Fue presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz y desde 2021 de dos academias pontificias de ciencias. Matteo Maria Zuppi (69), de Italia. Llamado el "Bergoglio italiano", al igual que Francisco el arzobispo de Bolonia fue un "cura callejero" dedicado a migrantes y pobres que llega al Vaticano en bicicleta que gestionó el fin de la guerra civil de Mozambique y fue enviado papal para el conflicto ruso-ucraniano. Robert Sarah (79), de Guinea. Considerado hace rato gran favorito para convertirse en el primer “Papa negro”, es también un candidato tradicionalista “anti-Francisco” que rechazó abiertamente el flujo migratorio hacia Europa y de cerrada oposición a que la Iglesia acepte la homosexualidad, un asunto en el cual enfreentó abiertamente al último pontífice. Raymond Burke (75), de EEUU. Opositor a la apertura del Concilio Vaticano II, y sobre cuestiones de género y divorcio. Francisco lo desplazó en 2013 de la Congregación para Obispos -que se encarga de supervisar a los obispos y sus diócesis-, decisión que el cardenal no se preocupó en criticar abiertamente. Está muy vinculado con el movimiento MAGA que lidera el presidente Donald J. Trump. . Anders Arborelius (75), de Suecia. El obispo de Estocolmo es considerado otro de los candidatos de consenso, de un país europeo pero de absoluta mayoría protestante y de una sociedad secularizada al máximo. Rechaza la inclusión de las mujeres en el diaconato o la bendición de parejas homosexuales, pero tiene una posición muy parecida a la de Francisco en la cuestión de los migrantes. . Pierbattista Pizzaballa (59), de Italia. El patriarca latino de Jerusalén ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Israel, desde donde mantiene buena relación con tradicionalistas y aperturistas: apoyó la encíclica Laudato Si acepta que se pueda dar misa en latín. El más joven de los candidatos, tiene entre sus méritos haber organizado en 2014 la "oración por la paz" en el Vaticano, una cumbre histórica entre Francisco, el israelí Shimon Peres y el palestino Mahmud Abás. Malcolm Ranjith (77), de Sri Lanka. El arzobispo de Colombo -habla 10 idiomas- es otro candidato asiático que fue cercano a Francisco en su preocupación por los pobres, pero a su vez alienta la celebración de la misa en latín. Fue secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Fridolin Ambongo Besungu (65), de República Democrática del Congo. El conservador arzobispo de Kinshasa es considerado la opción más remota entre los cardenales africano, pero el único del continente incluido por Francisco en el consejo de Cardenales, el comité de asesores, que creó el Papa. Como jefe de los obispos de toda África y Madagascar, firmó una carta oponiéndose a la bendición de uniones homosexuales. “África es el futuro de la Iglesia, es obvio”, dijo. Robert Francis Prevost (69), de EEUU. Actual prefecto del dicasterio para los obispos, encargado de asesorar al Papa en nombramientos y también presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, es un candidato potable tanto para la Curia como para el influyente cardenalato de América.
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