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  • Francisco y la escuela

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/04/2025 08:51

    La noticia de la muerte del Papa nos ha dejado tocados, sí, todos lo esperábamos; la edad de este trabajador incansable en las calles del barro porteño o de los suelos de mármol de las estancias vaticanas, tenía que llegar a su fin. Francisco nos ha dejado tras doce años como capitán de la barca de Pedro, un icono de cambio, lucha y testimonio. Así de simple. Si nos detenemos en su aportación a la educación, el papa Francisco nos ha legado un testimonio perdurable y que no podremos olvidar. Su pasión por la persona, por querer educarla en el respeto y la cercanía real a los pobres, ha marcado su teología. «¿Quién soy yo para juzgar?», nos decía. La actitud permanente de acogida al hermano, al diferente, al descartado, eso es Evangelio, lo que siempre hará falta en las aulas. La defensa y el respeto por los niños y jóvenes ha sido patente desde el momento en que decidió apostar por un Pacto Educativo Global de acuerdo con la ONU y también con las principales religiones. El verbo acompañar siempre ha estado presente en su magisterio: acompañar, pero también sentirse acompañado. Entendió la Iglesia como una familia en torno a un Padre misericordioso, que nos llama a servir especialmente a los más necesitados. Francisco ha hecho del acompañamiento personal una bandera en la nueva Iglesia que abrió ante nuestros ojos, una Iglesia con grandes frentes abiertos que ya no deben cerrarse. Nos deja un listón muy alto a la escuela del siglo XXI en los ámbitos del diálogo, el respeto y la confianza en el ser humano. Si tuviera que resumir su pontificado desde los ojos de un niño lo haría en tres palabras: alegría, ternura y valentía. Alegría de vivir confiado de la mano de Jesucristo, ternura por su espíritu de acogida hacia todos sin reservas, y valentía por no arrugarse ante los grupos de poder que trataron de silenciarlo. Hemos conocido a varios papas ya, pero este nos ha llegado con más fuerza por su sencillez, su testimonio claro y directo y su apertura al mundo. «Me encanta el papa Francisco, profe, es muy alegre». Sin duda lo decían porque era alguien que se hacía entender, con palabras sencillas, del corazón, que brotaban de la alegría de vivir el Evangelio en cada minuto, como si fuera el último. Alegría, ternura y valentía, o lo que es lo mismo, tres sustantivos que nos hagan ser capaces de llevar el Evangelio a las aulas con el gran objetivo que nos marcó: «primerear» en el amor (Cf. EG 24). ¡Gracias, Francisco! *Profesor

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