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Parana » Ahora
Fecha: 23/04/2025 17:14
Las formas de la felicidad Hago un montón de cosas sin ganas: cambio pañales sin ganas, lavo platos sin ganas, pago cuentas sin ganas, acomodo mi pelo sin ganas, sostengo conversaciones sin ganas. Lo que jamás hice sin ganas fue leer, digo agarrar un libro por mi cuenta y suspender el conteo del tiempo. Me gusta mi biblioteca porque no me genera culpa: si no cambio a mi hijo, puedo sentir que me quemo por dentro imaginando sus paspaduras; si no dejo la casa limpia, una incomodidad sube por mis piernas como hormigas; si no cocino, siento que todos morirán de hambre por mi descuido. En cambio cuando tomo un libro y me siento y leo dos o tres páginas y lo cambio por otro que me conmueve en las primeras cincuenta hojas, y si me desvela y no puedo dejar de leerlo hasta el final, soy una mujer feliz. No es que los otros aspectos de mi vida no me generen alegrías, si no que no leer no me exige ninguna forma, ninguna declaración, ningún reproche, ninguna urgencia. Borges decía si un libro no es para vos, dejalo o algo así en una frase por demás famosa y cierta. También hablaba de lectura obligatoria como un contrasentido. No me cuesta estar del lado de Borges porque lo amo y porque en ese camino cuando leí por primera vez un cuento suyo fue Tlon, Uqbar, Orbis Tertius y no entendí nada pero me encantó salir sin saber qué me había pasado. Hay pocas cosas que he sostenido a lo largo de mi vida, leer es una de ellas. Lo hice desde chica y sin renegar nunca, me acomodaba en el piso del living donde estaba la biblioteca de mi mamá, sacaba lo que quería y leía, copiaba versos y me imaginaba dentro de historias. Más de grande fumé como uno de los mayores placeres que me ofrecía el mundo y después dejé de hacerlo, un tramo de mi vida me encantó ir al gimnasio y después ya no, en otra época disfruté de nadar o de salir a boliches, de estar mucho tiempo con mucha gente y después de la soledad como un resguardo. Lo que nunca dejó de gustarme es leer. En los libros podía experimentar sensibilidades y viajes, dolores espantosos, idealizar pasados, reirme por los absurdos. Lejos de sentir que estaba sola, cuando agarraba un libro congregaba caras, voces, paisajes. Y no me gusta siempre lo mismo, ni el mismo autor aunque tengo mis favoritos. El gran valor del arte es que nos abre mundos y formas de habitarlo. Nos hace más humanos y más sensibles, más atentos a los detalles, más dispuestos a escuchar a otros, a entender cómo la mente humana es capaz de destruir y de construir. Yo siento que todos los libros son buenos, no con el valor literario que les doy a las cosas que me gustan por mis fundamentos estéticos, que son buenos porque existen, porque alguien sintió que podía escribirlo y porque encontró a alguien que lo lea.
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