23/04/2025 18:52
23/04/2025 18:52
23/04/2025 18:50
23/04/2025 18:50
23/04/2025 18:49
23/04/2025 18:49
23/04/2025 18:49
23/04/2025 18:48
23/04/2025 18:48
23/04/2025 18:48
» Diario Cordoba
Fecha: 23/04/2025 14:13
Tenía 12 años la primera vez que viajé a Roma; viajé con mis primas, Yara y Conchis, mi hermana Ana y mi abuela Sabina. Roma tenía río que yo no vi y ni siquiera recuerdo si vi la Fontana di Trevi y sin embargo lo que no he podido olvidar es todo lo que vi en el Vaticano, ya que es el lugar donde más horas pasamos y de todas las cosas que vi hay dos que me sorprendieron sobre manera: la Capilla Sixtina y una sala donde estaban todos los retratos de los papas que habían sido hasta entonces y huecos sin retratos donde tendrían que estar los papas que el futuro nos iba a deparar y recuerdo que el guía que nos acompañaba dijo: «Una vez todos los huecos estén ocupados por los sucesivos papas llegará el fin del mundo». Yo me quedé atónita al ver cómo aquel hombre nos trasladaba esa información como quien dice: «Mañana llueve; salgan ustedes preparados», así que al ver que nadie hacía ningún comentario, me dediqué a contar los huecos y creo recodar que eran seis los que faltaban por llenarse, pero extrañamente, y siendo como era una niña muy miedosa, no sentí miedo, porque en mi egoísmo multipliqué y me dije a mí misma que si cada papa vivía una media de 15 años yo llegaría a vieja y eso en aquel momento me pareció lo más importante, de manera que incluso creo que abandoné esa sala con cierto grado de inconsciente satisfacción. Esa noche, recuerdo, soñé con aquella habitación y cuando desperté decidí que allí eran donde dormían los papas y entonces sí me atreví a preguntar a mi hermana y a mis primas si habían oído eso que había dicho el guía la tarde anterior. Me miraron con sorpresa y me dijeron que por qué me inventaba esas cosas, que nadie habló del fin del mundo, que simplemente advirtió que existía esa posibilidad, como tantos otros fines del mundo se han anunciado, sentenció mi hermana. No dije nada y seguí multiplicando con esos 15 años que me parecían suficientes y que me otorgaban una longevidad de 103 años. Nunca más volví a hablar sobre ello con nadie y ahora que ha muerto el papa Francisco pienso si aquella sala donde duermen los papas tendrá todavía algún hueco vacío o si solo fue un cuento desafortunado de aquel guía que nos prohibió cantar Bella Ciao cuando entrábamos en Italia, asegurándonos que si alguien nos escuchaba seríamos detenidas. Yo creo que aquel guía era un majadero, pero cada vez que muere un papa regresa a mi memoria esa sala oscura con retratos de señores serios y lamento no haber sido capaz de retener un número sin rostros que vaticinaba el fin del mundo. *Periodista y escritora
Ver noticia original