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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/04/2025 04:48
Encuentros interreligiosos clave de Francisco: diálogo con líderes ortodoxos, musulmanes y judíos por la fraternidad Con la muerte de Francisco, el mundo pierde una voz incansable en favor de la paz, de los más desfavorecidos y del cuidado de la creación. El Papa argentino fue un pastor profundamente comprometido con el mundo de su tiempo, que llevó el mensaje evangélico a los asuntos globales. Como otros pontífices que lo precedieron, fue un Papa viajero: realizó 47 viajes pastorales fuera de Italia, visitando 66 países. Como líder religioso y como cabeza de la Santa Sede, que mantiene vínculos diplomáticos con 184 Estados, intervino activamente en la escena mundial. No sólo mediante su prédica moral y religiosa, sino también mediante la acción diplomática. Durante su pontificado, la Santa Sede trabajó activamente por la paz, mediando entre Estados en conflicto, con suerte desigual, pero con una vocación inquebrantable por contribuir a la fraternidad humana: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 2014, la mediación entre las facciones en conflicto en guerra civil en Sudán, las diversas iniciativas para alcanzar la paz en Siria y en Ucrania constituyen algunos ejemplos. Sin renunciar a la acción misionera de la Iglesia, promovió activamente el diálogo ecuménico e interreligioso. Son recordados sus encuentros con el Patriarca Ortodoxo de Constantinopla, Bartolomeo, el Patriarca de Moscú, Cirilo, y con diversos líderes musulmanes, como Ahmed Al-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar, y judíos, como los agrupados en la Conferencia de Rabinos Europeos. Con la encíclica “Laudato Si” (2015), en una acción pionera dentro de la Iglesia, alzó la voz en favor del cuidado de la naturaleza y llamó la atención sobre el impacto de la degradación ambiental sobre los más pobres. Al Papa Francisco le tocó lidiar con una situación internacional caracterizada por un reverdecer de conflictos armados como lo que sucede en Ucrania y en Gaza. Para él, la guerra expresa “un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal” (FT 108) y propuso, a lo largo de su pontificado, la fraternidad frente al utilitarismo social y la ambición centrada en intereses mezquinos, la solidaridad frente al egoísmo individualista y el diálogo frente a la polarización, además de una sana relación de amor a la patria e inserción cordial con la humanidad entera. La intensa actividad de Francisco en el plano internacional tuvo su correlato a nivel del pensamiento. Mediante el desarrollo del concepto de periferia, el Papa argentino realizó un valioso aporte a la mirada de la Iglesia sobre las relaciones internacionales. Ya desde su comparecencia ante los fieles en la Plaza de San Pedro, luego de ser electo, Francisco se presentó como el Papa “del fin del mundo”. Proveniente de un lugar alejado de los grandes centros de poder, un pontífice periférico, surgido de la Iglesia latinoamericana, una comunidad eclesial con una experiencia pastoral y un desarrollo teológico característicos, que la diferenciaban de su equivalente europea, desde donde históricamente se ha ejercido el gobierno de la Iglesia Católica. El gesto inicial dio paso, progresivamente, a un desarrollo más acabado y sistemático de la noción de periferia, a través de diversos discursos y documentos, entre los cuales se destacan las exhortaciones apostólicas “Evangelii Gaudium” (EG, 2014) y “Laudate Deum” (LD, 2023) y las encíclicas “Laudato Si” (LS, 2015) y “Fratelli Tutti” (FT, 2021). Según Francisco, las periferias no son sólo geográficas, sino también existenciales: las áreas marginales de las grandes ciudades, las regiones y los países más pobres; los excluidos de todo tipo, por su condición socioeconómica, religiosa, étnica o sexual (basta pensar en su visita a una cárcel en Roma, hace apenas unos días). El concepto de periferia no alude sólo a un espacio material o simbólico, sino a un modo de interpretar la realidad, a una hermenéutica. Mirar al mundo desde la periferia es hacerlo desde la óptica de los más desfavorecidos, como alternativa a hacerlo desde el poder y la comodidad del bienestar; desde los lugares en los cuales las decisiones impactan, como contracara de aquellos ámbitos en los cuales se toman: “Quien está en ellas [en las periferias] tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones más definitorias.” (FT 215). Mirar al mundo desde la periferia significa, en fin, trascender la indiferencia e ir al encuentro de los que sufren. Entre otros ámbitos, Francisco aplicó el concepto de periferia al análisis de las relaciones entre los pueblos. En particular, en su magisterio destacó cinco cuestiones. El primero es la desigualdad económica y política persistente entre Norte y Sur. Francisco denunció insistentemente la existencia de estructuras de injusticia a nivel internacional, una situación que afecta no sólo a individuos, sino a países enteros. Se mostró crítico con un modelo de desarrollo que glorifica al dinero y privilegia la libertad económica por sobre cualquier otro valor. En línea con el magisterio de sus predecesores, sostuvo que la fraternidad y el destino común de los bienes conllevan un deber de solidaridad entre los integrantes de la comunidad internacional. Segundo, la depredación del ambiente y la deuda ecológica del Norte con el Sur. El daño ambiental es una “manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad” (LS 119), que tiene entre sus principales víctimas no sólo a la naturaleza sino a los más pobres de la tierra. El Papa señaló la existencia de una “deuda ecológica” del Norte para con el Sur, generada por el uso abusivo de los recursos naturales que los países ricos realizaron para alcanzar su desarrollo, así como por patrones injustos de comercio internacional, que implican una sobreexplotación de recursos de países pobres para satisfacer necesidades de las economías desarrolladas. Ante esta realidad, indicó que la responsabilidad del cuidado del ambiente es colectiva y que requiere la urgente acción de los gobiernos y la activa participación de los pueblos. Tercero, la defensa de la identidad cultural de los pueblos frente a una globalización uniformizante. Los pueblos más desfavorecidos sufren un cuestionamiento de su propia identidad cultural, asediada por un globalismo que avasalla particularidades: “En muchos países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente desarrolladas, pero éticamente debilitadas” (EG 62). Por ello, propuso integrarse al mundo desde la afirmación de la propia identidad, un modelo “poliédrico”, con caras diversas que se integran en una unidad como alternativa a un modelo “esférico”, que “alisa” cualquier atisbo de pluralidad. Dicha afirmación es una condición previa y necesaria para un diálogo auténtico entre los pueblos, sin el cual la globalización es una empresa vacía, que no sirve para la construcción de la fraternidad humana. Cuarto, las migraciones desde los países pobres al mundo desarrollado como una forma concreta en la cual la periferia se hace presente en el centro y lo interpela. Francisco llamó a evitar la construcción de una “cultura de muros”, que empobrece y divide, encarnada en algunas de las políticas migratorias instrumentadas en países ricos de Occidente. Reconociendo el derecho de las naciones a regular la convivencia doméstica, el Papa llamó a tomar una actitud de apertura frente al extranjero. Quinto, las guerras olvidadas en las periferias. Francisco afirmó incansablemente que el mundo vive una guerra mundial a pedazos (FT 259). En esos conflictos “hay rostros concretos antes que intereses de parte” (Francisco, 25/09/2015, Visita a la ONU. Discurso del Santo Padre). Más allá de los conflictos más visibles, como la guerra en Ucrania, la periferia del sistema internacional es escenario de conflictos menos conocidos en regiones como Medio Oriente y el África Subsahariana. Las guerras olvidadas que, aunque causan enormes sufrimientos, no encuentran resonancia en los medios de comunicación y en la opinión pública, ni respuesta de parte de los líderes políticos. Contra la tendencia dominante en las relaciones internacionales, en la que prevalece la perspectiva de los poderosos, Francisco propuso mirar al mundo desde abajo, desde los pequeños, en el sentido evangélico del término, y con una mirada de fraternidad. La idea de fraternidad – ese principio olvidado que plantea Antonio Baggio - se presenta como un concepto alternativo como organización social y política, que se aleja de la idea de la dominación de los pueblos entre sí, el utilitarismo egoísta del liberalismo o el igualitarismo materialista de las cosmovisiones marxistas. Los hombres somos libres e iguales porque somos hermanos y somos hermanos porque tenemos una común filiación divina. Sin ingenuidad, con realismo esperanzado, Francisco nos invitó a actuar mediante la acción al servicio de los más pequeños y débiles. En la hora de su partida, sigamos su ejemplo.
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