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    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/04/2025 03:24

    Estamos en tiempo de Pascua, tras la estela de la semana más importante del cristianismo. Y si uno de los atributos de la Fe es la simbología, en estos días hemos contemplado unas imágenes que trascienden el ámbito metafísico para rebotar necesariamente en la politología. Nada nos sorprende que Putin encienda un cirio para celebrar la Pascua ortodoxa y otorgarse una falaz tregua de 24 horas. La compasión del sátrapa ruso es mucho menor que la de Michael Corleone escuchando en el teatro Massimo de Palermo la Cavalleria Rusticana. No menos impactante ha sido el breve encuentro mantenido entre el papa Francisco y el vicepresidente norteamericano. En primer lugar me ha llamado la atención un hecho anecdótico. El Santo Padre no ha regalado a los hijos de JD Vance unos rosarios bendecidos, sino unas bolsas de huevos kínder, con la capciosa interpretación del venerable anciano que manda acercarse al quiosco más cercano para contentar a los críos del senescal de Trump. La improvisación de ese regalo es un arma de doble filo, que puede entenderse como un campechano afecto, pero también como desdén. Además, presumiblemente el chocolate es menos woke que una cesta de frutas. Pero podemos estirar la imaginería de ese encuentro. Un papado que realiza ejercicios de rehabilitación para mejorar la respiración frente a un vicepresidente de los Estados Unidos convertido al catolicismo hace apenas seis años. El catolicismo en la Casa Blanca parecía cosa de los Demócratas, con las persignaciones irlandesas de Kennedy para ocultar sus líos de faldas o un Biden que pese a sus chocheces se marchó con el aura de buena persona, necesariamente agigantado por los desmanes de su sucesor. Francisco habrá pensado que hay que mimar a los conversos -qué sería de la Iglesia sin la caída del caballo de Saulo de Tarso-. Desde luego, Vance no es John Newman, el presbítero anglicano de una impresionante talla intelectual que se convirtió al catolicismo en el esplendor de la época victoriana. Fue nombrado cardenal por el papa León XIII, y canonizado por el papa Bergoglio. A su lado, Vance publicó un best seller que posiblemente le ayudó a catapultarse para completar el ticket de Trump. Reconoce Vance que flirteó con el ateísmo, para caer en los brazos del catolicismo gracias a las doctrinas de San Agustín. Este doctor de la Iglesia era africano, con las connotaciones migratorias que para nosotros tiene esa oriundez, mientras en USA se asocia con las deportaciones de salvadoreños, venezolanos y toda la retahíla de ese patio trasero que para los norteamericanos es Latinoamérica. Vance casi excomulga como un dominico a Zelenski, y asiente con su jefe cuando tilda como debiluchos a aquellos jueces del Tribunal Supremo que han paralizado las deportaciones. Junto a la bendición urbi et orbi, el Papa criticó el desprecio hacia los migrantes. Aunque con dificultades, Francisco respiró a gusto. *Licenciado en Derecho, graduado en Ciencias Ambientales y escritor

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