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» Diario Cordoba
Fecha: 21/04/2025 21:18
Ayer dediqué el viaje de Madrid a Córdoba a terminar la lectura de El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas. Quedé prendado con la obra e, incluso, mandé a mi hermana María Amor, compañera de mis cuitas literarias, algunas fotos de pasajes que me parecían bellísimos y que ponían de manifiesto el “enamoramiento” al que había llegado el escritor del Santo Padre. Lo que no podía imaginar era que hoy nos dejara. Y como nada es por casualidad, sino todo providencia, es lo que ha hecho enfrentarme al ordenador y poner, negro sobre blanco, algunas reflexiones, partiendo de las palabras que, el día 17 de enero pasado, les dedicó a los miembros de la Comunidad del Seminario de Córdoba (España, no Argentina). Todas ellas (Vatican News) van dirigidas a cualquier persona, creyente o atea, como Javier Cercas. Por mi parte, quiero aplicarlas a todos los profesionales, entre los que me incluyo, como señal de respeto y admiración. Hemos de ser capaces de reconocer las señales de la esperanza que nos indican el itinerario del viaje de nuestra vida. En nuestro quehacer con los clientes nunca hemos de pensar “que sembrar esperanza es decir palabras de cortesía u optar por un buenismo dulzón”. Planteó tres señales. La primera, la “dirección hacia el cielo”, hacia la perfección en nuestro trabajo diario. “No a las primeras posiciones, no a los sitios más cómodos, esos son callejones sin salida, que si tenemos la desdicha de embocarlos debemos salir marcha atrás con trabajo y vergüenza”. La segunda tiene que ver con “los peligros en el camino”. En “medio del dolor de una guerra, de la crueldad más indigna del ser humano, armados con el yelmo de la esperanza, se puede dar testimonio”. Por último, “las zonas de avituallamiento”, pues hemos de ser sostenidos, fuera de los individualismos que nos caracterizan. Cuando “nos vence la fatiga... debemos detenernos a hacer una pausa. Sin esa esperanza, ponernos en camino sería una locura”. En definitiva, se trata de mensajes sencillos, plenamente aplicables a nuestra actividad profesional. Además, vienen de una persona que, dotada de una excelente formación, quería ser, ante todo, un hombre sencillo al que nombraron Papa, pero no quería que esa responsabilidad lo transformara, rompiendo sus ataduras con los demás y, como nos suele pasar a algunos profesionales, encerrarnos en una torre de marfil. *Abogado
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