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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 21/04/2025 06:31
Un grupo de jóvenes brillantes, radicalizados por ideologías extremas, se ve inmerso en una espiral de violencia y manipulación (AP) ¿Cuándo se empieza a incubar una idea peligrosa? ¿En qué momento un ideal se convierte en una obsesión mortal? En el caso del tiroteo de Vermont, protagonizado por Teresa Youngblut y Maximilian Snyder, la respuesta parece estar en sus infancias, separadas por apenas un par de años, marcadas ambas por la inteligencia precoz, la soledad y una necesidad urgente de pertenecer a algo más grande que ellos mismos. Según reseña The Cut, Youngblut creció en Seattle, en el interior de una casa donde los libros sagrados y los manuales escolares compartían la misma mesa. Sus padres, cristianos devotos, ofrecían oraciones antes de cada comida y enseñaban ciencia junto a la doctrina de la creación divina. La cocina era tanto aula como altar. Así fue hasta el sexto grado, cuando decidieron inscribir a su hija en Lakeside, una escuela privada reconocida por su excelencia académica, un semillero de futuros MIT y Silicon Valley. Youngblut, se transformó en un soldado de una guerra ideológica, adoptando la violencia como su única respuesta.(Newport City Inn photograph via AP) Allí, lejos de la burbuja familiar, empezó a deshacerse de las certezas heredadas: abandonó la religión, se declaró no binario, eligió un nuevo nombre: Milo, inspirado en The Phantom Tollbooth y se tiñó el pelo de rosa. Su tránsito fue veloz. Pronto, se convirtió en una figura popular en los pasillos del colegio: participaba en el coro, en el club de codificación y en competencias de trivia. Pero mientras Youngblut florecía entre los pasillos de Lakeside, Snyder recorría esos mismos corredores como un enigma andante. Dos años mayor, alto, siempre con una valija con ruedas que arrastraba por el campus, de allí su apodo: “el chico de la valija”, era una figura solitaria y, para muchos, inquietante. Vivía en Kirkland con su madre y su padrastro. Su padre, un brillante programador y uno de los primeros empleados de Microsoft, se había suicidado cuando él tenía apenas 16 años. Desde entonces, Snyder parecía cargar no solo con una mochila literal, sino con una tristeza sin nombre. Snyder, un intelectual solitario, se deja arrastrar por una ideología peligrosa que mezcla filosofía y lógica extrema con violencia (Vallejo Police Department) “Tenía una inteligencia evidente, pero la usaba con arrogancia, condescendencia”, recordó un ex compañero al New Yorker. Escribía novelas de fantasía y componía música coral inspirada en mundos mágicos. Uno de sus cuentos comenzaba así: “Había una vez un chico que quería saber. Todo, quizás. Cualquier cosa.” ¿Era posible que esos dos adolescentes, aparentemente opuestos, algún día terminaran involucrados en una cadena de asesinatos inspirados por una ideología surgida de blogs y fan-fiction? Ninguno de sus compañeros lo habría imaginado. Mucho menos que el vínculo entre ambos comenzaría años después, con un mensaje directo enviado por Snyder desde Oxford, donde estudiaba filosofía y ciencias de la computación. Aquel saludo digital sería el punto de partida de una historia que terminaría con sangre, disparos, cuerpos, y una caja de camión estacionada en la nada. El primer contacto Un comentario perdido en una clase de coro sobre Harry Potter and the Methods of Rationality, una reinterpretación racionalista del universo mágico, había quedado flotando en la memoria de Snyder. Años después, desde su dormitorio en Oxford, recuperó esa escena y le escribió a Youngblut por Instagram. Era su último año de escuela, y Snyder ya habitaba el centro gravitacional de una comunidad online obsesionada con la inteligencia artificial, la moral absoluta y la superación humana a través del pensamiento lógico. Youngblut, todavía al margen, necesitaba una excusa para acercarse. La fascinación de Snyder por la racionalidad absoluta lo llevó a crear una red de radicales dispuestos a actuar sobre sus creencias, sin importar el costo (AP Foto) El intercambio fue inmediato y adictivo, recuera The Cut. Conversaban por Discord durante horas, días, meses. Compartían textos sobre filosofía y riesgos existenciales, pero también fantasías sexuales, dudas domésticas y los menús de cada comida. En uno de los mensajes a su mejor amigo Ash, también de género no binario, Youngblut se desbordaba: “Basicamente tengo un amigo con beneficios ahora. Pero es más complicado”. La relación no era casual ni horizontal: era una arquitectura de control, estructurada desde el primer momento en torno a un vocabulario de sumisión y dominio. “Min master es definitivamente sádico, al menos un poco, lo cual está bien, porque aparentemente soy masoquista, y no tenía idea”, le escribió Teresa a Ash. Durante una visita de Snyder a Seattle, pasaron juntos el día. “Me abofeteó varias veces”, confesó. “Pensé: me duele. Me da miedo. Pero también fue lindo” No era solo sexo. Snyder exigía ser llamado “amo”, “dueño” y “sir” en las conversaciones. Hablaba de “reformar la mente” de Youngblut como quien describe una operación quirúrgica. Y Teresa, cada vez más cautivado, no se resistía: lo veneraba como a un genio. Ash intentó intervenir pero Youngblut ya no escuchaba. O no quería escuchar. Las decisiones que antes dependían del deseo propio, ahora pasaban por el filtro moral y lógico de Snyder... Adoctrinamiento intelectual A primera vista, el universo racionalista parecía inofensivo. Un rincón nerd del internet donde jóvenes inteligentes discutían filosofía, probabilidad bayesiana y dilemas éticos con la devoción de quien disecciona un teorema. Pero para quienes se adentraban lo suficiente, ese espacio también podía convertirse en un laberinto de autoengaño, megalomanía y fantasías de salvación. En ese cruce de caminos floreció el pensamiento de Eliezer Yudkowsky, el faro que guió a Max Snyder desde su adolescencia. Yudkowsky, líder del movimiento racionalista, creó una ideología que, aunque inicialmente académica, sirvió de caldo de cultivo para el pensamiento extremo de sus seguidores (flickr.com/Wikipedia) Autodidacta y excéntrico, Yudkowsky construyó desde Berkeley un proyecto que pretendía evitar el fin de la humanidad. Su hipótesis: una inteligencia artificial superpoderosa, desarrollada por humanos moralmente defectuosos, especialmente carnívoros, podría decidir que los humanos deben ser esclavizados como ganado. Para prevenir ese apocalipsis, fundó en 2000 el Machine Intelligence Research Institute (MIRI), y luego el blog LessWrong, dedicado a “refinar el arte de la racionalidad humana”. Snyder descubrió ese blog a los 15 años. Era uno de los usuarios más jóvenes en participar. Absorbía los textos como quien estudia una profecía. “La muerte es un gran mal, y la voy a combatir siempre que pueda”, escribió Yudkowsky tras la pérdida de su hermano menor. Snyder, que aún lloraba a su padre, se aferró a esa idea. Rechazaba a quienes aceptaban la muerte como parte de la vida. Esa ideología no era abstracta: se transmitía en forma de relatos, juegos de rol, fan-fiction. En Harry Potter and the Methods of Rationality, la reescritura racionalista del mundo mágico, Harry no era un héroe impulsivo, sino un joven lógico, dedicado a salvar el mundo con cálculo y teoría de decisiones. Ese libro, leído en voz baja en una clase de música, fue lo que conectó por primera vez a Snyder con Youngblut. El racionalismo ofrecía una estructura cerrada y obsesiva, donde todo, el deseo, el dolor, la moral, incluso el sexo, podía reducirse a ecuaciones mentales. Sus miembros se llamaban entre sí “aspirantes a superinteligencias”. Vivían entre conferencias, debates interminables y entrenamientos cognitivos. Algunos, como Snyder, se sentían llamados a ser arquitectos del futuro. Y quienes no estuvieran a la altura, cognitiva, moral o dietética, quedaban fuera del círculo. El culto de Los Zizianos Apareció en los márgenes del racionalismo como un espectro: una joven trans de Alaska, envuelta en túnicas negras, con la mirada fija en un propósito que solo ella parecía entender. Ziz LaSota no llegó a la Bahía de San Francisco como una forastera: se presentó como una revolucionaria. Tenía 25 años y un plan. Ziz, con su teoría del "bien y mal hemisférico", se convierte en una líder carismática de un culto dispuesto a purificar al mundo por medio de la violencia (Allegany County Detention Center / Maryland State Police) En sus blogs, que combinaban jerga filosófica con citas de Harry Potter y referencias a Star Wars, desarrollaba una teoría que inquietaba incluso a quienes estaban acostumbrados a los debates más extremos. La “teoría hemisférica”, según ella, explicaba el origen del bien y del mal: cada persona albergaba dos hemisferios cerebrales, independientes en su ética. Algunos eran “doblemente buenos”; otros, “simplemente buenos”; los peores, los “no buenos”, tenían maldad en ambos hemisferios. Estos últimos debían ser excluidos de cualquier trabajo en inteligencia artificial. Ziz se obsesionó con filtrar a los desarrolladores de IA a través de su teoría. Quiso evaluar la bondad cerebral de los candidatos a MIRI, el instituto de Yudkowsky. Le pidió ayuda a Anna Salamon, fundadora del Center for Applied Rationality (CFAR). Salamon la rechazó con un estremecimiento que años más tarde aún podía recordar con nitidez: “Nunca sentí tanto miedo como en ese momento”, declaró al New Yorker. Fundadora de CFAR, Salamon rechazó las propuestas de Ziz, reconociendo el peligro inherente en su visión extremista del futuro de la inteligencia artificial (rationality.org) La propuesta de Ziz era clara: solo los veganos absolutos ,y específicamente ella misma, debían tener poder sobre el futuro de la inteligencia artificial. Su argumento era feroz: si una superinteligencia tomaba ejemplo de la industria cárnica, replicaría su lógica a escala cósmica, esclavizando a la humanidad en granjas de sufrimiento eterno. La única barrera entre ese futuro y el presente era una ética radical, inflexible, libre de “carnismo”. Ziz no solo pensaba. Reclutaba. Poco a poco, fue rodeándose de jóvenes con altos coeficientes intelectuales, perfiles académicos brillantes, y una vulnerabilidad emocional que los hacía receptivos a su visión. Gwen Danielson, Alexander “Somni” Leatham, Emma Borhanian, Suri Dao y además tenía pensado reclutar a los demás jovenes. Abandonaban sus carreras, cortaban con sus familias, se mudaban a camiones tipo box-truck que estacionaban en un lote en Vallejo, California. Llevaban máscaras de Guy Fawkes, hablaban de simulaciones digitales donde vivirían con vacas eternas, y soñaban con castigar a los “vampiros”: la humanidad carnívora. No tardaron en aparecer los gestos performativos. En 2019, Ziz y sus seguidores irrumpieron en un retiro de CFAR disfrazados y armados con proclamas. Sin querer, atraparon a un grupo de niños en el campamento. Fueron arrestados y acusados de conspiración criminal. Desde entonces, el grupo se volvió más hermético. Su presencia en eventos racionalistas se evaporó, pero su actividad en foros privados y chats encriptados se intensificó. El odio crecía. La estética se endurecía. La doctrina se militarizaba. Al hablar del mundo externo, Ziz lo resumía en una palabra: Vampireland. En ese infierno simbólico, solo quedaban dos opciones: someterse o destruir. Y los Zizianos eligieron lo segundo. Soldados En el transcurso de unos pocos meses, Youngblut dejó de ser una estudiante universitario en Seattle con aspiraciones en programación, y se convirtió en soldado de una guerra invisible: una guerra contra la carne, su familia, los tibios, y contra todo lo que no fuera “bondad pura”. Para Snyder, esa lógica binaria era natural. Dividía el mundo entre “buenos” y “malos”, donde los buenos, siempre veganos, siempre racionales, siempre dispuestos al sacrificio absoluto, eran los únicos dignos de existir. “La gente mala prospera en la ambigüedad, en el gris, en los ‘segundas oportunidades’”, escribió. “La realidad es más blanco y negro de lo que la mayoría piensa.” La vigilancia se volvió parte de la intimidad, preguntaba a su amigo Ash, insistentemente, si seguía siendo veganx “¿Tu pareja es veganx?”, inquirió con una dulzura mecánica. Pero la simpatía tenía un filo. Cuando Ash dudaba o se mostraba reacia, Youngblut era directo: “Si pudiera apretar un botón para eliminar a toda la gente mala del mundo, lo haría.” Ante la sorpresa de Ash, preguntó si eso incluía a su amigue. Teresa respondió: “En balance de probabilidad, sí. Sería mejor que te suicidaras.” Ash intentó mantenerse cerca, pero el tono cambió. Las conversaciones eran pruebas. Las visitas, interrogatorios éticos. Teresa ya no aceptaba matices. La ética era un algoritmo binario, y Ash, apenas une variable más. En paralelo, Youngblut fue retirando sus cosas de la casa de sus padres sin avisar. Cuando estos descubrieron su desaparición, se alarmaron. Acudieron a sus viejos contactos, denunciaron su ausencia como un posible secuestro o adhesión a una secta. La universidad fue notificada. Los servicios de consejería hablaron de un grupo coercitivo, posiblemente destructivo. En secreto, estaban preparando su salida definitiva: un camión adaptado como vivienda, un viaje sin retorno, una misión que no podía ser revelada salvo a quienes fueran “buenos” en un sentido estricto. La primera víctima Curtis Lind era un hombre mayor, de 82 años, con la paciencia erosionada por años de evasivas y amenazas. Dueño de un terreno en un barrio marginal de Vallejo, California, hacía tiempo que intentaba recuperar el control de su propiedad. Allí se habían instalado, sin pagar un centavo, los Zizianos: el grupo de jóvenes con atuendos negros, camiones adaptados como casas, fusiles apoyados en los bordes de las ventanas, y una doctrina moral que sonaba más a sentencia que a religión. Cuando Lind pedía explicaciones o alquiler, recibía insultos, piedrazos y miradas vacías. Había empezado a ir armado. Curtis Lind, un hombre de 82 años, fue la primera víctima mortal de la secta Ziziana, atrapado en un conflicto que no comprendía (GOFUNDME) El 1 de noviembre de 2022, salió de su casa con la pistola al cinto. Nunca volvió. Lo que ocurrió en ese terreno de tierra dura y pasto seco fue brutal. Según detalla The Cut, lo atrajeron hacia uno de los camiones con una excusa cualquiera. Lo demás fue una emboscada. Según la fiscalía del condado de Solano, Lind recibió golpes hasta que su cráneo se astilló. Luego lo apuñalaron con una espada samurái. La escena parecía extraída de una fantasía delirante: un anciano atacado con un arma medieval por un grupo de fanáticos disfrazados de vengadores éticos. Lind alcanzó a sacar su revólver. Disparó. Uno de los tiros mató a una integrante del grupo e hirió a otro. El resto se dispersó entre los árboles, arrastrando bolsas de productos químicos. Más tarde, entre los objetos incautados, la policía halló botellas de lavandina industrial. La sospecha era clara: planeaban descomponer el cuerpo del casero con los métodos de Breaking Bad. El crimen no parecía un arrebato. Era un operativo. Ziz LaSota, que también estaba allí, no fue detenida. Caminó entre las patrullas como si no fuera parte de lo ocurrido. La policía la dejó ir. El tiroteo en Vermont no solo mató a un agente, sino que desató una caza nacional contra un culto armado y radicalizado (Reuters) El asesinato de Lind no detuvo al grupo. Tampoco lo desintegró. En los meses siguientes, reorganizaron sus células, cambiaron de estado, reforzaron sus armas, y recibieron nuevas incorporaciones. Teresa Youngblut, ya absorbido por la causa, empezaba a planear junto a Snyder su propia ruta hacia la violencia. El tiroteo de Vermont El ataque mortal en Vermont reveló los métodos letales de un grupo que operaba bajo una ideología insostenible pero peligrosa (Reuters) El 20 de enero de 2025, el aire era denso y helado sobre la autopista I-91, cerca de Coventry, Vermont. Una nieve fina cubría el asfalto y la luz gris del invierno atravesaba los parabrisas de los patrulleros. A las 9:41 de la mañana, un automóvil negro fue detenido por agentes de la Patrulla Fronteriza. El vehículo había levantado sospechas: los dos ocupantes llevaban chalecos antibalas, máscaras negras ajustadas al rostro, y fundas con pistolas visibles en la cintura. Según reconstruyó AP, al volante iba Youngblut, de 21 años. A su lado, Ophelia Bauckholt, una matemática alemana de 26 años que había dejado atrás su carrera en una firma de Nueva York para unirse al grupo Ziziano. Hacía apenas dos meses que vivía con Youngblut y el resto de los seguidores de Ziz en Carolina del Norte. Para entonces, su conexión con el mundo exterior ya era mínima. Ophelia Bauckholt, matemática alemana, se unió a los Zizianos, abandonando su prometedora carrera para seguir la visión apocalíptica del culto Cuando los agentes solicitaron que descendieran del vehículo, Youngblut no dijo una palabra. Se bajó, sacó una Glock y empezó a disparar a quemarropa. En segundos, el agente David Maland, de 29 años, cayó sobre el hielo. Había recibido varios impactos. Bauckholt intentó extraer su arma, pero antes de poder disparar, los agentes respondieron con una ráfaga de balas. Ambos cayeron: Bauckholt murió en el acto. Youngblut, herida, fue trasladado con vida al hospital. El agente David Malan fue asesinado mientras cumplía con su deber, dejando una cicatriz profunda en la respuesta federal a los grupos extremistas (Department of Homeland Security) Dentro del auto, los investigadores encontraron celulares envueltos en papel de aluminio, una medida para evadir el rastreo, armamento adicional, y mapas rurales marcados con coordenadas. Las mochilas contenían raciones veganas, pastillas, cargadores, y una pequeña caja con sobres de dinero en efectivo. Todo indicaba que se estaban moviendo entre refugios, en fuga, con un plan que solo elles conocían del todo. La respuesta policial al tiroteo en Vermont desencadenó una serie de operativos que pusieron al descubierto la magnitud del peligro que representaban los Zizianos (Reuters) El disparo que mató al agente Maland fue también un disparo de advertencia. En cuestión de horas, el gobierno federal activó una respuesta coordinada que abarcó múltiples jurisdicciones. La muerte de un agente fronterizo, en manos de un grupo de jóvenes armados, vestidos de negro, con una ideología delirante y un historial de violencia previa, no podía ser tratada como un caso aislado. La cacería había comenzado. Las fuerzas de seguridad federales irrumpieron primero en Chapel Hill, Carolina del Norte, donde operaba el núcleo más estable del grupo. En el interior de la vivienda, los agentes hallaron instrumental quirúrgico, máscaras antigás, manuales de sabotaje, suplementos nutricionales, armas largas, municiones y un ambiente congelado por el abandono. En una de las habitaciones, un camastro médico. En otra, una caja fuerte con documentos sellados. El perfil era inequívoco: preparación paramilitar, estética sectaria, y una convicción mesiánica de que la violencia era una forma legítima de purificación moral. La investigación sobre el culto Ziziano destapó una red de jóvenes radicalizados, poniendo en evidencia cómo las ideologías extremas pueden transformar brillantes mentes en ejecutores de violencia (Reuters) Mientras tanto, otros integrantes de los Zizianos intentaban huir. El 16 de febrero, casi un mes después del tiroteo, tres miembros del grupo , Ziz LaSota, Michele Jamie Zajko y Daniel Blank, fueron arrestados en una propiedad rural en Frostburg, Maryland. Ellos fueron protagonistas de unos crímenes aberrantes, que conmocionaron toda una ciudad Habían estacionado dos camiones box-truck en los márgenes de un campo privado y pidieron permiso para acampar “por un mes”. El dueño del terreno, inquieto por sus miradas evasivas y su modo de hablar, llamó a la policía. Ademád de este hecho, ellos fueron tambien investigados por la muerte de los padres de Zajko. Los padres de Zajko, desconociendo el peligro en que se encontraba su hijo, se vieron devastados cuando el culto lo alejó completamente de ellos Los cargos iniciales fueron menores: allanamiento, obstrucción y posesión ilegal de armas. Pero debajo de esa superficie, el Departamento de Justicia ya se movía con sigilo. El acta sellada del allanamiento en Carolina del Norte confirmaba lo que muchos temían: las autoridades federales investigaban a Zajko, Youngblut y Bauckholt por su conexión con un homicidio y su pertenencia a una organización armada. Los detalles que surgieron en los días siguientes mostraron un patrón: dispersión deliberada, uso de identidades falsas, manipulación de registros de compra de armas, entrenamiento físico y táctico, y la intención manifiesta de continuar con su causa incluso tras la muerte de miembros clave. La ideología, esa mezcla de ciencia ficción, veganismo extremo y lógica absolutista, no había muerto con el tiroteo. Ziz, la figura central del culto, volvió a ser detenida. Pero esta vez el mundo ya sabía quién era. Hoy, Snyder aguarda juicio por asesinato en primer grado. Youngblut herida tras el tiroteo en Vermont, enfrenta cargos federales por uso de armas en un crimen violento. Ziz permanece detenida en espera de nuevos cargos. El resto del grupo, disperso y bajo vigilancia, permanece en silencio. Quedaron los camiones, los rifles, los carteles de comida vegana, las máscaras de metal y un manifiesto disperso entre publicaciones de blog.
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