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Concordia » Hora Digital
Fecha: 21/04/2025 01:55
Por Rubén Dal Molin (*) En las últimas semanas se han escuchado distintas voces que cuestionan el rumbo del radicalismo entrerriano y, con ello, también la pertenencia de nuestro partido al gobierno que encabeza Rogelio Frigerio. Como militante radical de larga trayectoria y como integrante activo de este proceso político, creo necesario aportar una mirada que ponga por delante la sensatez, la responsabilidad y, sobre todo, la honestidad política. Nunca escuché a Rogelio Frigerio prometer que gobernaría solo con radicales. Muy por el contrario: desde el inicio planteó una construcción amplia, abierta y plural. En su libro Soñar en Grande (Editorial Aguilar), reafirma que el desarrollo requiere «integración social y política interna». No es un eslogan: es una convicción que ha guiado la forma en la que se conformó su gobierno. Quien hoy desconozca esta realidad, simplemente no ha querido escuchar. El proceso electoral que nos condujo al gobierno fue claro: se saldó con liderazgos legitimados en las urnas, dentro de un marco de respeto mutuo entre quienes integramos esta coalición. El radicalismo no fue un convidado de piedra: participó activamente, definió estrategias y asumió compromisos que hoy se traducen en responsabilidades concretas. La vicegobernación, legisladores, intendentes, presidentes de juntas, funcionarios clave en el gabinete provincial… La presencia radical en el gobierno no solo es significativa: es parte del basamento político y territorial de esta gestión. Pero no debemos confundir integración con exclusividad. Gobernar no es imponer; es coordinar, dialogar, ceder y construir. Durante años, desde el radicalismo fuimos impulsores de muchas de las ideas que hoy se están llevando adelante: transparencia, orden fiscal, modernización del Estado, federalismo bien entendido. Esas banderas hoy no solo están en pie, sino que se ejecutan en políticas públicas reales. Claro que no alcanza con 14 meses. Tal vez no alcance con una sola gestión. Pero es innegable que se ha empezado a cambiar un rumbo que estaba agotado. Como radicales, vamos a acompañar todo lo que se haga bien, siempre que no se contradigan nuestros principios. Lo importante no es quién hace las cosas, sino que se hagan bien. Con honestidad, con responsabilidad, con visión de futuro. La pluralidad no es una amenaza: es una virtud democrática que mejora ideas y amplía horizontes. Respetamos todas las posiciones internas, como corresponde en un partido con estructura horizontal y vocación democrática. Pero anticipar escenarios futuros con tono de sentencia, cuando aún estamos en plena etapa de gestión y construcción, no es más que una expresión apresurada. En un país tan inestable como el nuestro, alimentar la confusión no ayuda: desorienta más a una sociedad que necesita certezas. Defender la gestión de la que somos parte no es una cuestión de disciplina, sino de coherencia. No hay que confundirse: el radicalismo no está en crisis. Está en movimiento. Y sigue siendo, como lo ha sido a lo largo de su historia, protagonista de los cambios que la provincia necesita.
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