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  • Adicciones: Lo que el cuerpo dice cuando el alma calla

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 21/04/2025 01:31

    Dependencia es la potente adhesión psíquica y física que ata al sujeto a su objeto y que la convierte en el centro alrededor del que gira su vida e interés. El síndrome de abstinencia es el conjunto de signos y de síntomas que emergen con la discontinuación de la ingesta. Por ejemplo, en el alcoholismo, el delirium tremens, cuadro médico-psiquiátrico que se manifiesta con confusión, alucinaciones visuales (de arañas que se suben al cuerpo), deshidratación, temblor, etc., debe ser tratado, ya que puede producir la muerte. Y la tolerancia es la necesidad de aumentar las dosis para conseguir los mismos efectos. Hablamos como si las adicciones tuvieran sustancias químicas solo como objeto. Sin embargo, hay adicciones al juego, por ejemplo. Las ludopatías juveniles virtuales encadenan hoy a muchísimos adolescentes. Entre los 15 y los 27 años, cuatro de cada diez jóvenes apuestan en línea (Página/12). El juego online está promovido como un gran negocio. El proyecto de ley de “Regulación de las apuestas online y prevención de la ludopatía” será vetado, según el Presidente de la República. En muchísimos casos, la persona con adicciones aspira a evadirse, aplacar o aliviar una realidad frustrante o angustiante a través del consumo. Freud mismo definía las “toxicomanías” como un intento de “supresión tóxica del dolor”. En ese caso, sería una búsqueda de “tratamiento” del sufrimiento subjetivo. Un dolor no dicho que no cesa de no inscribirse y se repite sin cesar. Un síntoma de una historia traumática. Este carácter asimbólico del acto adictivo remite a una segunda acepción etimológica del término: a-dicción, significa sin palabras, o sin poder decir. La persona compensaría el dolor no dicho con los efectos anestésicos de las sustancias. Este es un aspecto del problema de las adicciones, mucho más complejo, pero que marcaría una dirección al tratamiento, siempre tan difícil, de las adicciones. Se trataría, como lo dice Mario Domínguez Alquicira en su libro El adicto tiene la palabra (Noveduc), de procurar que lo que se repite se desplace a lo simbólico, abriendo la dimensión de las palabras. De procurar la destitución del acto a favor de la expresión de un padecer, en tanto que algo de cierto sufrimiento pueda ser sentido, apuntando a una implicación con lo que le sucede. Que ese dolor, jugado como goce autodestructivo, encuentre como límite las vías del placer, el afecto, el encuentro con el otro y la palabra como forma de expresión y construcción de sentido de las experiencias traumáticas. Que el dolor que hoy se manifiesta a través del cuerpo —en las depresiones, la bulimia y anorexia, las autolesiones, la psicosomática (caída del cabello, psoriasis, gastritis, etc.), los ataques de pánico, los suicidios y las adicciones— encuentre las palabras que lo protejan de ser el vehículo del vacío y de la angustia. Que los sujetos hoy, atravesados por los sufrimientos de una sociedad que los objetaliza y los maltrata, puedan dar palabras al dolor, “porque el dolor que no se dice, gime en el corazón hasta que lo rompe” (Shakespeare, Macbeth). Todos los dispositivos que inscriban el dolor en el campo del Otro (psicoanálisis, talleres de escritura, de revista, psicoterapias de grupo, etc.) son valiosísimas herramientas para tratar esta, tal vez una de las más penosas formas en que se manifiesta el dolor de existir.

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