21/04/2025 04:20
21/04/2025 04:07
21/04/2025 04:07
21/04/2025 04:06
21/04/2025 04:06
21/04/2025 04:06
21/04/2025 04:05
21/04/2025 04:05
21/04/2025 04:04
21/04/2025 04:04
Federal » El Federaense
Fecha: 20/04/2025 05:18
En el contexto actual, donde el discurso de odio y la polarización marcan el compás de las interacciones sociales y políticas, la capacidad de ver matices parece ir en decadencia. Cada vez más, el debate parece cerrar su círculo en un formato binario: nosotros versus ellos. Este reduccionismo no solo empobrece la conversación, sino que también pone en jaque la comprensión mutua. Discursos de odio y su impacto en la sociedad Según la Unesco, los discursos de odio son aquellos que incitan o justifiquen el odio hacia un grupo o persona, basándose en características fundamentales como la raza, religión o género, y que lamentablemente pueden desestabilizar la paz social. Este tipo de retórica no solo hiere por su contenido agresivo, sino que también contribuye a deshumanizar al “otro”, estableciendo una relación de división en la que ciertos individuos quedan fuera del círculo de la dignidad y la empatía. La creación de etiquetas y la simplificación de las ideas La búsqueda de etiquetas fáciles es una tendencia que se observa en todas las esferas de la vida. Desde el ámbito deportivo hasta el político, los individuos son catalogados de manera unidimensional. Al igual que ordenamos utensilios en una mesa, preferimos clasificar a los demás en buenos o malos en función de una opinión momentánea. Esto, lejos de facilitar la comprensión, ahonda en la complejidad humana y nuestras relaciones. Estamos atravesados por una dualidad: cualquier acto que pueda ser interpretado como solidario se revisa bajo una lupa crítica, hasta convertirlo en materia sospechosa. Este fenómeno se ha vuelto aún más evidente en situaciones críticas como las inundaciones en Bahía Blanca, donde el piloto de Fórmula 1, Franco Colapinto, al solicitar ayuda para los damnificados, se topó con críticas que lo acusaban de política, aún cuando su intención era genuina. La búsqueda de un enemigo externo La historia nos enseña que, en tiempos de crisis, la identificación de un enemigo externo puede ser una táctica eficaz para consolidar la unidad dentro de un grupo. Este fenómeno fue discutido por Freud en su obra El malestar en la cultura, donde expone que el reconocimiento de un adversario común, como ocurrió durante la Guerra de Malvinas, puede mitigar las tensiones internas. Sin embargo, el tiempo desgasta esta estrategia y, cuando ya no quedan oponentes, el foco se convierte en la identificación de enemigos internos, fomentando un ciclo interminable de fracturas sociales. Rompiendo con el ciclo de odio y división La necesidad de crear divisiones en nuestra percepción de la realidad no es exclusiva de un país. Es una dinámica humana que busca seguridad en medio de la incertidumbre. Sin embargo, en Argentina, esta polarización ha llegado a tal extremo que las diferencias ideológicas han invadido incluso gestos de paz y solidaridad. Pero, ¿cómo revertir esta lógica que tiende a dividir? La clave radica en la construcción de puentes, en el reconocimiento de que tanto la destrucción como la creación son deseos intrínsecos del ser humano. Dejar de etiquetar los actos y personas puede ser el inicio para cambiar la narrativa de odio hacia una de entendimiento y convivencia. En nuestro libro Imperfectos, publicado recientemente, abordamos esta complejidad emocional y social. La invitación es a reconocer que la realidad no es en blanco y negro, sino un caleidoscopio de matices. Al abrirnos a la complejidad de las personas y sus acciones, podemos empezar a construir una sociedad donde las diferencias no sean vistas como amenazas, sino como oportunidades para el diálogo y la paz.
Ver noticia original