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  • Viernes Santo: «Cristo es el ancla de nuestra esperanza», dijo el delegado del Papa Francisco quien presidió la solemne liturgia de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro

    » Noticiasdel6

    Fecha: 19/04/2025 09:22

    El cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales del Vaticano, presidió la liturgia de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo en la Basílica de San Pedro la tarde del Viernes Santo. Mientras continúa la convalecencia del Papa Francisco. El Viernes Santo es el único día del año en el que no se celebra la santa misa. La Iglesia celebra la solemne liturgia de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: la Liturgia de la Palabra, que culmina con el canto de la Pasión según San Juan; la Adoración de la Cruz; y la recepción de la Sagrada Comunión. Victoria paradójica Después de la proclamación de la Pasión, el predicador de la Casa Pontificia, fray Roberto Pasolini OFMCap, pronunció la homilía. El fraile capuchino comenzó recordándonos que en el corazón del Triduo Pascual se encuentra el misterio del Viernes Santo. Entre el blanco del Jueves Santo y el Domingo de Pascua, la liturgia de hoy, observó, se tiñe de rojo, invitándonos dramáticamente a meditar en el amor supremo revelado en la Pasión de Cristo. Sin embargo, sugirió, este no es un día de derrota sino de victoria paradójica. La ‘inteligencia de la Cruz’ El predicador pontificio invitó a reflexionar sobre la «inteligencia de la Cruz». En una época en la que la inteligencia artificial y predictiva domina nuestro pensamiento, la Cruz ofrece una forma de sabiduría radicalmente diferente: una que no calcula ni compite, sino que simplemente ama y da. Esta inteligencia no es artificial, sino profundamente personal y abierta a Dios. En un mundo configurado por algoritmos, la Cruz restaura la auténtica libertad: la libertad de amar, incluso cuando cuesta todo. El padre Pasolini recurrió a la Carta a los Hebreos, donde se lee: «En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas. y fue escuchado por su reverente sumisión». A primera vista, observó, esto es difícil de aceptar, porque uno puede preguntarse cómo se puede «escuchar» a Jesús si todavía muere en la cruz. «El misterio», respondió el predicador, «radica en cómo respondió el Padre: no evitándole el sufrimiento a su Hijo, sino capacitándolo para aceptarlo libremente. Este «abandono total» fue la aceptación confiada de Cristo a la voluntad del Padre, incluso cuando esta lo condujo a través de la oscuridad». Tres momentos Fray Pasolini reflexionó sobre tres momentos de la Pasión en los que Jesús ejemplifica esta confianza. Primero, en el Huerto de Getsemaní, al ser confrontado por quienes venían a arrestarlo, Jesús dio un paso al frente y dijo: «Yo soy». Esto, aclaró, no es resignación, sino iniciativa valiente. «Nadie me quita la vida -dijo-, sino que yo la doy voluntariamente». Este momento, se maravilló el padre Pasolini, nos muestra que incluso en el sufrimiento, podemos elegir vivir plenamente. «En nuestras enfermedades, crisis y desamores -dijo-, podemos afrontar lo que nos espera, no para cambiar el resultado, sino para permanecer libres y arraigados en la fe». A continuación, destacó el momento en la cruz cuando Jesús dice: «Tengo sed», señalando que esta sed revela la vulnerabilidad de Cristo. «Pide lo que no puede darse a sí mismo», dijo, y añadió: «Nos muestra que el amor no es solo dar, sino también recibir». Finalmente, el predicador pontificio remitió a las últimas palabras de Jesús: «Ya todo está consumado», señalando que no se trata de un grito de desesperación, sino de una declaración de cumplimiento. «Jesús», recordó el sacerdote italiano, «lo ofrece todo: su vida, su Espíritu, sin reservas». «En este acto final», continuó, el Señor «revela que la verdadera libertad y el significado no provienen de la fuerza ni del control, sino de la entrega». Confiándonos en nosotros mismos Con esto en mente, el padre Pasolini recordó que en preparación al Año Jubilar, el Papa Francisco nos recuerda que Cristo es «el ancla de nuestra esperanza». Sin embargo, reconoció que es difícil mantener la esperanza cuando sufrimos. «La invitación de hoy es seguir la exhortación de Hebreos: «Acerquémonos, pues, con valentía al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro». Por lo tanto, reconoció el sacerdote, venimos a la Cruz no para comprenderla plenamente, sino para confiar en su misterio y dejar que esa confianza moldee nuestras vidas». Por esta razón, el fraile capuchino animó a participar en el antiguo y sagrado acto de adoración. Al acercarnos hoy al madero de la Cruz, sugirió, no realizamos un ritual, sino que tomamos una decisión. «Decidimos confiarnos al camino que Dios ha elegido para salvar al mundo. No eliminando el sufrimiento, sino acompañándonos en él». Palabras de esperanza y consuelo La cruz, reconoció, no promete consuelo, sino amor. Finalmente, el padre Pasolini concluyó con palabras de esperanza. «Quizás no nos sintamos preparados y nuestras fuerzas sean escasas, pero -aseguró- el Espíritu Santo llena nuestros corazones con la dulce fuerza del amor divino» y, por lo tanto, «podemos amar -a nuestros amigos, a nuestras familias, incluso a quienes nos hacen daño- porque fuimos amados primero». 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