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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 19/04/2025 04:43
El testimonio de una víctima de abuso sexual: “Pensar que le podía llegar a pasar a otra chica fue lo que me impulsó a denunciarlo” Candelaria vivió el horror en primera persona. Una noche, hace siete años, se subió a un taxi para ir a su casa, y lo que pasó después le dejó una marca imposible de borrar. En diálogo con Infobae, cuenta su historia y cómo logró transformar el peor de sus recuerdos para salir adelante: un relato a corazón abierto sobre las culpas, el amor propio y la tenacidad para buscar justicia. “Creo que cuando te pasa algo así, uno lo trabaja toda la vida, pero hoy tengo una familia, soy mamá de dos hijas, y siento que tengo otras herramientas para manejar lo que me pasó”, dice. Sabe que convive con heridas abiertas, pero aprendió a sanar de adentro hacia afuera. Desde que compartió un video en Instagram, donde relató lo que vivió, recibió cientos de comentarios de otras mujeres, víctimas de abuso sexual, que encontraron empatía, se sintieron identificadas y acompañadas. “Nunca tuve problema en hablar del tema, no me da vergüenza; decidí exponerlo en las redes porque sentí que podía llegar a otra gente y me parecía importante hablarlo; porque estas cosas pasan, uno cree que no, que es algo más del pasado que le pasa a otra gente, pero pasan”, expresa. Por momentos lucha con preguntas sin respuesta. El shock fue tan grande que casi no pudo reaccionar. Entender que no fue responsable fue un proceso tan o más largo que el que avanzaba en paralelo en la Justicia. “Sé que son cosas diferentes, pero mi sensación, lo que yo sufrí, más allá de un abuso, fue una violación”, sentencia con firmeza. “No hubo penetración porque me resistí, pero lo tuve al tipo totalmente desnudo, arriba de mi cuerpo, forcejeando, intentando penetrarme”, revela con absoluta transparencia. El hombre que la agredió se declaró culpable y fue condenado, pero antes de ese desenlace, Candelaria atravesó muchos obstáculos, tanto a nivel personal como en el ámbito judicial. “Esa inocencia que tenía no está más” la entrevista completa de Candelaria en Infobae —Esto sucedió hace siete años. ¿Quién sentís que eras vos en ese momento? —Una chica muy divertida. Salía con mis amigos, me gustaba ir a bailar con ellos y también estudiaba. Ya estaba recibida, estudié comunicación. Ese día había salido con mis amigos de la facultad. Era más inocente que ahora, no tenía tanta conciencia de los riesgos, los desconocía, o no creía que fuera tan probable que eso te pase en un taxi. No era algo que, concretamente a mí, Candelaria, me pudiera pasar. —¿Estabas de novia? —Sí, estaba de novia. —¿Con quien hoy es el papá de tus hijas? —Sí, afortunadamente sí. Se llama Tomás. —Se la re bancó en ese momento, ¿no? —Sí, él fue muy importante para mí. Fue quien percibió todo lo que yo había pasado, incluso antes que yo me diera cuenta (se emociona). Él fue quien me dijo “no te bañes, esperame”. Llamó a su papá, que es médico, y él se ocupó de todo el operativo de ambulancia y los protocolos necesarios. "Hoy convivo con mis heridas, pero aprendí a sanar desde dentro", reflexiona Candelaria Brizuela sobre su experiencia. —¿Cómo arranca esa noche? —Teníamos un preboliche con mis amigas. Tomamos fernet y después nos fuimos en distintos autos al boliche. Llegamos y había un montón de gente. Perdí a mis amigas en un momento y me fui a hacer la fila para entrar, pero me empecé a sentir mal. Quería irme a mi casa, así que me senté en la vereda y justo había una fila de taxis. Un tipo con un camperón de River se acercó y me dijo: “¿Necesitas que te lleve a tu casa?”, y yo le dije que sí. Para mí parecía re confiable, y cuando ya estábamos en viaje él vio que yo me sentía mal y me dijo: “¿Querés que te compre un agua?”, le dije que sí, bajó, me compró un agua y me la dio. Seguimos el camino hacia mi casa, hasta ahí todo perfecto, pero las últimas dos cuadras él me empieza a tocar, a manosear, a querer darme besos, y yo empecé a llorar. Cuando llegamos a la puerta de mi casa le dije que me quería bajar. Y me dijo: “Sí, está bien, pero antes te voy a llevar a otro lugar”. Y yo le dije: “No, no quiero que me lleves a ningún lugar. Me quedo acá”. —Quiero ser muy clara en que hablamos de un hombre que sin tu consentimiento te empieza a manosear. —Sí. Hoy lo cuento y me digo a mí misma: ¿cómo no te diste cuenta?, ¿cómo no reaccionaste? Incluso la gente me pregunta cómo no salté por la ventana o no hice tal cosa, y en ese momento la verdad es que no pude reaccionar. Aunque el alcohol probablemente jugó un papel, el shock que me agarró fue tan grande que me paralizó. Tenía mi celular, y lo único que pude hacer es llamar a Tomás, después al amigo con el que estaba Tomás, pero ninguno me contestó. —¿En algún momento este hombre te preguntó si vos querías ir a algún otro lado con él? —No, no solo no me preguntó, sino que le dije de forma bien clara “yo no quiero”. Explícitamente le dije: “No, no quiero. Dejame en mi casa”. Encima yo no me ubico mucho, y cuando empezó a llevarme no sabía ni dónde estaba. Realmente no dimensioné el peligro que estaba corriendo porque me compró un agua, parecía alguien bueno, hizo todo el recorrido normal, y yo no desconfié ni pensé nunca que me iba a violar. La valentía de denunciar a su agresor impulsó el proceso judicial que llevó a la condena del culpable. —Intento generarte confianza y era un psicópata. —Sí, totalmente. Llegamos a este lugar y yo no me quería bajar del auto. Me hizo bajar igual, y pasamos por una puertita, que había una señora que le ofreció una tarifa. Yo no dije nada, me quedé muda. Pensé en filmar con mi celular, que no tenía casi espacio, pero algo llegué a filmar. Y gracias a ese archivo que grabé encontraron dónde era el lugar donde estuve. Pasamos a un cuarto bastante feo, donde él directamente me desnuda y se desnuda él. Era un señor grande. Me acuesta en la cama y me intenta violar. Se tira arriba mío. Se enojaba cuando yo me ponía a llorar. “Dale que no está pasando nada. Tranquila que yo no te hice nada”, me decía. Y cuando se tira encima mío, intenta penetrar. Me chupa toda, absolutamente toda. Yo llorando y diciendo: “No, por favor, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero”. En un momento se cansa de intentar penetrarme y que yo no lo deje, porque me resitía con todo mi cuerpo, y me dice: “Ya está, ya está, no pasó nada”. Se va al baño y hace pis con la puerta abierta. Me empiezo a cambiar, y él me dice: “Dale, tranquila que el relojito sigue corriendo”, hablándome del taxímetro. —Un perverso. —Sí, creo que esa es la palabra que mejor lo define. Me dice: “Tranquila que yo te voy a llevar a tu casa”, y no sé por qué pensé que me estaba pidiendo plata para llevarme. Busqué en mi billetera, y me doy cuenta que no tengo plata, entonces le dije: ‘Me robaste, me robaste’. Él me empezó a decir que no, insistía mucho en “acá no pasó nada”. Nos subimos al auto y el tipo me lleva a mi casa. En ese viaje de vuelta yo grabé un audio en la conversación con Tomás. Todos esos audios son los que después sirvieron como prueba. Y finalmente llegué a mi casa. —¿Qué decía él en esos audios? —Me decía “tranquila, no pasó nada, no hicimos nada”, “yo no te robé”, y yo llorando todo el tiempo. Ni bien me bajé mi novio me llamó y me dijo que me quede tal cual estaba y que enseguida venía para mi casa. Mis papás estaban de viaje. Mi suegro vino, me hizo un par de preguntas, me dio unas inyecciones y llamaron a una ambulancia que me llevó al Hospital Italiano. —Eso fue todo la misma noche. —Sí, a la madrugada de esa misma noche. Después supe que mi suegro me había aplicado el kit antiviolación. Confié en su saber y después ya en el en el hospital tuve que volver a contar lo que me pasó. El hospital tiene la obligación de informar ese intento de violación. Vinieron unas personas a preguntarme todo y fue muy difícil volver a relatarlo muchísimas veces. —Estabas en shock. —Sí, para mí había sido como una película. No asumía que eso me acaba de pasar. Después de nuevo se lo conté a las dos chicas que me tenían que revisar, al médico, al psicólogo, y así con cada persona. Antes de hacer la denuncia, ya había contado el relato seis veces mínimo. Al día siguiente fui con mi padrino a la comisaría, porque mis papás todavía no sabían nada. Los policías me dijeron que yo podía elegir no denunciar, que quedara todo ahí, que esa era mi decisión, y me explicaron que si era una falsa denuncia yo podía terminar presa. "El proceso judicial fue arduo, pero denunciar marcó un antes y un después en mi sanación personal". —¿Ese día sentiste que te estaban desmotivando a hacer la denuncia? —Me sentí incomoda, pero entiendo que es parte del protocolo. Pero cuando les pregunté si había muchas denuncias como la mía, me dijeron que un montón, y de taxistas, muchísimas. Ahí me decidí a denunciar, porque a mí me hubiera encantado que alguien lo denuncie antes que yo a este tipo, porque hoy no estaría acá. Pensar que le podía llegar a pasar a otra chica fue lo que me impulsó. Sé que es muy difícil tomar el coraje de denunciar, meterse en un proceso judicial, que nada asegura que vas a salir victoriosa ni que este tipo va a ser condenado, que es largo, tedioso y te expones muchísimo, pero a mí me cambió la vida hacerlo. —Tuviste que conseguir un abogado para hacer la denuncia, ¿te ofrecieron representación legal? — Mi abogado, Vicente De Palacios y Manrique, es un amigo de mi papá. Enseguida él vino a ayudarme, y yo le estoy muy agradecida. Pero me costó mucho explicarle todo, porque él me advirtió que el proceso iba a ser engorroso, y que me iba a generar mucho desgaste, que tampoco ayudaba que yo haya estado alcoholizada. Yo estaba indignada, angustiada, porque sentía que tenía pruebas en contra de este tipo, pero sé que mi abogado me lo decía desde un lugar paternal, por ser un amigo de mi papá, y respetó mi decisión de seguir con el proceso. —Me parece importante aclarar, que incluso si hubieras querido ir hasta ahí, si hubiera sido tu novio, si hubieras aceptado ir a un hotel, si primero dijiste que sí, te sacaste la ropa y después te arrepentiste, en todos los casos la responsabilidad es del otro, porque cuando dijiste que “no”, en el momento que sea, en la relación que sea, eso es lo que vale. Y si tomaste alcohol, con más razón, no estabas en pleno uso de tus facultades. —Tal cual, pero es un razonamiento al que cuesta llegar todavía. Lo judicial corre por un lado y el proceso personal va por otro. Cuando él declara, recién dos años después de haber pasado esto, pensé que él iba a decir que fue consentido, que iba a ser su palabra contra la mía, pero dijo “me acuerdo de esa chica, yo la llevé a su casa y nada más”. Es raro que un taxista, haciendo viajes todos los días, justo se acordaba de mí. Un video en Instagram permitió a Candelaria Brizuela conectar con otras víctimas y fomentar una red de apoyo. —Vos podías probar que eso había sucedido, así que se hundió solo. —Claro, hubiese sido más difícil si me contradecía. Pero estaban los audios, estaba la ubicación en mi celular, el video que grabé, así que su relato no se sostenía. —En el video hablás de la culpa, ¿por qué creés que aparece la culpa todo el tiempo? —De por sí yo soy una persona súper culposa, pero la intención del tipo de que yo me sienta culpable forma parte de su perversidad, y de todas las situaciones de abuso y de violación. Aprendí que la primera traba es uno y creo que por eso mucha gente tarda años en hablar. —¿Cuándo entendiste que no era culpa tuya? —Cuando hice la denuncia. Y hago mucha terapia, hice retiros de abuso y uno lo sigue trabajando toda la vida. Para mí fue tocar fondo porque no era la primera vez que abusaban de mí. Había tenido un exnovio con una relación muy tóxica, y hay muchas formas de abuso, pero esta fue la más concreta y violenta. —Cuando decís que sufriste abuso de un exnovio, ¿estás hablando también de un abuso sexual? —Sí, sexual, verbal, manipulación, de todo tipo. Lamentablemente era una persona que estaba atravesando otras cosas y me las avisó de entrada. Eso a mí me hizo sentir culpable porque de alguna forma yo sabía lo que elegía. Después entendí que eso también es una forma de manipular. Me había dicho: “Mirá, yo soy un tipo celoso, manipulador, pero lo estoy trabajando”. Uno en el enamoramiento decide creer que esas cosas van a mejorar, pero era una relación totalmente enferma. —¿A él no lo pudiste denunciar? —No, no lo denuncié. Y me parece que era un pobre tipo, que por suerte yo me pude correr de ese lugar. —Pero, ¿pudiste entender que aunque haya sido dentro de una pareja existe el abuso sexual? —Sí, uno se tiene que escuchar, porque uno lo percibe. —¿Y eso lo entendiste cuando sucedió el episodio con el taxista o ya lo habías entendido antes? —Sabía que no era una relación sana, pero no le había puesto ese nombre. Jamás había usado la palabra abuso sexual, antes de este episodio. Y mi psicólogo me hizo ver que no era la primera vez que yo sufría abuso. Aprendí a poner mis límites para cuidarme, entender el valor que uno se da, y los tratos que no debemos permitir. —¿Hoy entendés que hiciste lo que pudiste esa noche? —Sí, sé que no tengo la culpa de que el tipo haya hecho lo que hizo, y que yo hice lo que pude para defenderme. Candelaria se casó con Tomás, que ya erá su pareja en el momento del abuso y la acompañó en su proceso judicial y sanación personal. —¿Qué cosas creés que juegan en contra de una víctima? —Además de todo lo que ya nombramos, el entorno juega otro gran rol. Hay un poco de todo. La gente que te quiere, pero sin querer hace muchos comentarios desafortunados, capaz sin darse cuenta, del estilo “yo conozco a alguien que le pasó lo mismo y nunca lo superó”. Pero yo estaba en un momento donde no me quería callar más. Y muchos me pedían que no dijera nada, que no hiciera quilombo para supuestamente evitarme un sufrimiento. —Si esto le hubiera pasado a otra persona y te lo contaba a vos, a la que eras en ese momento, ¿crees que hubieras entendido lo que estaba viviendo esa persona? —No sé si hubiese dimensionado, pero sí me hubiese chocado mucho, me habría impactado. Y por eso lo contaba como si fuese una película, como algo que le pasó a una amiga, y no a mí. Por eso no me salían las lágrimas, porque lo contaba como si le hubiese pasado a otra persona. Candelaria y Tomas junto a sus hijas, Francisca y Antonia. —¿Vos pudiste llorar lo que te pasó? —Lamentablemente me impactó mucho más de las que creía. Y no, no lo pude llorar. Incluso ni bien pasó esto, yo me tenía que ir de viaje. Frené todo porque tenía que reconocer al tipo. Después de eso recién me fui y cuando volví se me empezó a caer el pelo. Es como que me desconfiguré. Esa fue mi manera de atravesarlo. Más adelante fui madre, tuve hijas, y es una herida que me va moldeando, pero ya no me paraliza. —Decidiste hacer algo con eso, y compartirlo para ayudar a otras víctimas. —Sí, esa era mi intención. Y escribir también me sana mucho. Cuando compartí el video fue muy positivo. Recibí un montón de mensajes, hasta de gente de otros países que me agradecían y me decían que era el empujón que necesitaban para avanzar con el juicio. Un solo mensaje de esos para mí ya hace que publicarlo haya valido la pena. Este tipo el viernes siguiente estaba parado en el mismo lugar, buscando otra víctima. Por eso era importante denunciarlo, porque no era un peligro solamente para mí. —¿Lo volviste a ver? ¿Te lo cruzaste alguna vez? —No, afortunadamente nunca más. —Las víctimas atraviesan su proceso como pueden, y como sociedad tenemos que facilitar el camino. No le podemos cargar a una víctima la responsabilidad de si había tomado alcohol, si había salido, si se tomó un taxi sola, si quiere denunciar. Hay que respetar esos procesos. Para vos un proceso largo y engorroso, pero seguiste hasta que él fue condenado. —Sí. Quiero agradecer a la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correcional N°8 y la Dra. Marcela Sanchez, porque se comprometió, se vistió de civil y al viernes siguiente lo vio tal cual yo lo había descripto, con ese camperón de River, en la puerta de este boliche, y se sube al auto como civil. Lo analiza y me dice: “Lo encontramos, cumple con todo lo que decís”. Pero después no lo pudieron agarrar porque no lo encontraron en su domicilio. Más adelante la causa se archivó, y fue un camino difícil que la desarchiven. Hasta que siguió su curso y un día me cuenta mi abogado que él se declaró culpable y que podíamos aceptar eso y que haga tareas comunitarias, también podiamos negarnos e intentar llegar a un juicio sabiendo que estaba la posibilidad de perder y quedamos sin nada. Yo sentía que teníamos muchas cosas a favor de ganar el juicio, pero también conocía que cuando tuve ese presentimiento, la justicia había archivado la causa, entonces tampoco me podía agarrar de eso. Yo lo investigué, sé que es un tipo que tiene hijas. Lo que más quería es que él sea consciente de que yo sabía lo que había pasado, que no pasó desapercibido, que lo que hizo está mal y que no solo yo lo sé, sino que está asentado en la Justicia. N. de R.: En mayo de 2021, el agresor fue condenado mediante un juicio abreviado a la pena de tres años de prisión en suspenso por el delito de abuso sexual. Además, se le ordenó realizar un taller de concientización, inscribir su perfil genético en la base de datos del Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a delitos contra la integridad sexual y se le impuso la prohibición de contacto con Candelaria. El agresor fue condenado a tres años de prisión en suspenso y se inscribieron sus datos en el Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a delitos contra la integridad sexual. —Vos pediste que le sacaran la licencia profesional, ¿eso sucedió? —Hasta hace hace poco tenía entendido que sí, y él tenía que asistir a ciertos cursos. Pero me avisaron que no los está cumpliendo. Hay momentos que parece que nunca se termina la pesadilla. —¿Tomás te acompañó en todo este proceso? —Sí, y él también tuvo su propio proceso. Al principio no sabía qué era en concreto lo que había pasado. Le tomó su tiempo preguntarme. Decirme: ”Yo necesito saber qué es lo que pasó”. Y obviamente tuvo sus consecuencias en la relación, en varios aspectos. Yo tuve mis propias trabas después de eso, en mi sexualidad y el concepto de mi propio cuerpo, porque fue violento lo que viví. —Con Tomás hoy tienen dos hijas. Ese noviazgo atravesó algo dificilísimo, y hoy es el amor de tu vida. —Totalmente. Después de eso nosotros nos fuimos a vivir un tiempo a Australia y llegó Francisca, mi primera hija. Siento que tengo un hermoso presente. Yo tuve las herramientas, las ganas, y los recursos. Pero no culpo a todas las personas que no pudieron hablar antes de mí, porque cada uno hace lo que puede. "Si hay un mínimo de deseo de denunciar, que se animen, porque seguramente las ayude en el proceso personal", asegura Candelaria que encontró la felicidad luego de atravesar el dolor. —En el video que subiste a tus redes decís que esa noche se robó tu inocencia. ¿Me contás qué significa? —Siento que antes de esto era muy libre, creía que podía salir tranquila, no me molestaba ser la última que se tomaba un remis, ir sola a la cancha, o a la costanera. Hoy siento que esa inocencia que tenía no está más. —¿Cuánto tardaste en volver a tomarte un taxi sola? —Nunca más me volví a tomar un taxi sola. —¿A otras víctimas que les dirías? —Primero que las abrazo, y que me hubiera gustado que no tengan que pasar por eso. Entiendo que cada uno hace lo que puede, y sé que yo conté con un montón de recursos y herramientas que no todo el mundo cuenta. Si hoy no pueden hablarlo, es parte del proceso y también está bien. Pero si hay un mínimo deseo de denunciar, que se animen, porque seguramente las ayude en el proceso personal, y porque a mí me hubiera encantado que alguien hable antes que yo.
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