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  • ¡Qué más hay que ver en Pascua!

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 18/04/2025 21:50

    Por Cármen Úbeda (*) Tanto se ha visto, de todo orden, reñido con la gestión pública, con la Constitución, con la moral societaria que a nuestro entender quedaría poco más para una reacción cabal de pueblo y representantes siempre respetando los recursos previstos por la Constitución. Por mucho menos, hay antecedentes de pedidos de juicio político, aunque no se hayan concretado, previas discusiones o investigaciones e interpelaciones de ambas cámaras del Poder Legislativo. En menos de tres meses y con una sucesión inaceptable de irregularidades, los representantes del pueblo no consiguian ni siquiera la creación de una sencilla y simple comisión investigadora, hasta hace escasos días que habiendo fracasado en el Senado fue aprobada por Diputados. Y, en cambio de agilizar su constitución, nuestros representantes están luchando por una migaja de poder en ella. Más aun, durante quince meses representantes del pueblo, oficialismo dividido dentro de sí y con sus aliados naturales, oposición fragmentada, instituciones y ciudadanía observaron sin capacidad de respuesta hechos que apuntan al delito, la complicidad y toda posible clase de acercamiento a él. En búsqueda de razones ¿Es válido o útil tratar de desbrozar semejante campo abigarrado para encontrar la raíz de conductas descaradas que parecen estar buscando la denuncia? Resulta hasta ridículo querer aplicar una lógica mínimamente racional para actos que día a día demuestran provenir de la irracionalidad. Cuando esto ocurre, no hay un único protagonista. El tiempo va demostrando que la patología se extiende a multiplicados grupos visiblemente cercanos o no al poder. Si bien no todos comparten idéntica responsabilidad, todos participan como victimarios o víctimas de actos aberrantes que ejercen violencia tanto en los destinatarios como en los mismos que lo provocan. Entonces, aunque con recortes, cualquier ciudadano con algo de sensatez trata de entender los motivos de actitudes que se reproducen y minan todas las actividades de una Nación. De estos sensatos, hay algunos que encuadran lo recriminado en actos solo discursivos. No obstante, lo discursivo es precisamente lo que construye esa “narrativa” a la que tanto se alude y, en definitiva, es la “narrativa” la que marca modos de acción. Luego, lo discusivo no se puede tomar como una serie de enunciados sin consecuencias. A como dé, “hay que achicar el Estado”, al mismo tiempo que se lo usa para destruir las franjas intermedias de la sociedad cuyos límites hoy se desdibujan cada vez más (clase media, media baja y baja, reducidas a una: clase baja). La histórica clase media argentina que la diferenciaba del resto de los países hermanos lleva décadas de corrosión y ahora ya es incuestionable. Alocada teoría No hay propuestas para llegar a un sostenible déficit cero, la única válida es aquella que apunta al crecimiento para sostener el gasto público que se quiere minimizar, por ejemplo. Sin temor a ponerle nombre a estos acontecimientos que están tan cerca de lo irreal y fantástico. Descarnada aceptación: el Estado se achica con parricidio, filicidio y fratricidio, con todas las letras. No resulta apropiado jugar con la evaluación de los grados de democracia que se ganan o se pierden, con la queja de una institucionalidad quebrada o de un sistema casi sumergido en la autocracia, pero la búsqueda de los motivos es acuciante, además de necesaria para posibilitar una solución. Se gastan ríos de tinta y de espacios digitales, mediáticos, alternativos, con interpretaciones muy válidas de lo que se vive, pero con implícitos miedos y censuras que impliquen nombrar la razón última: la locura, mente y mentes afiebradas, conciencias ausentes, desconocimientos morales en lo que a un orden social corriente refiere. De sociedad a tribu No se pueden juzgar como inmorales actos amorales, cínicos, que desconocen jerarquías. Actividad, rubro, espacio que se observe estará viciado por un extremo darwinismo que reniega de la naturaleza misma del orden social y civilizatorio. El objetivo parece ser llevar a millones de ciudadanos a una condición previa a lo social: el estado de naturaleza donde no solo triunfa el más fuerte sino que se aniquila salvajemente al más débil. ¿Qué más hay que ver? ¿Por qué los representantes del pueblo no se deciden a usar los instrumentos altamente democráticos que ofrece nuestra Constitución? Después de millones de devaneos, se llega a una conclusión, la de sobrevivir. El problema es que la sobrevivencia de los representantes del pueblo atiende a un status quo privilegiado. Menos del 10% de la población está protegida por los privilegios, ahora sí bien dicho, de casta en sentido estricto. El resto araña el día a día para salvarse, a excepción de sus representantes, acreedores de todas las ventajas de un sistema inamovible, quietista que le procura esos favores y que no están dispuestos a perder para ponerse a la par del ciudadano común, casi tribal. Esta es la descarnada razón y el único motivo de un estado de cosas continuado y fortalecido por locos. Hay quienes que con ingenuidad, no desprovista de sinceridad, sostienen que muchos de los representantes no llegan a usar los recursos que la democracia misma provee por temor justamente a quebrarla. ¿No está ya más que quebrada y que este quiebre sostenido en el tiempo será aún más trágico? Locos malos No hay ligereza en tildar como locura el motivo de los acontecimientos ni de locos a quienes los provocan. Quien escribe se ha impuesto sucesivamente autocensuras por la única razón de evitar el daño, pero cuando ya el no llamar a las cosas por su nombre se convierte en complicidad, la responsabilidad obliga a hacerlo. No hay imagen, discurso, gestos, dichos, idas, vueltas que no comprueben un escenario de locura. La máxima conducción de este país representada por una triada, por ellos mismos aceptada, actúa con algo más que cinismo. En sus actos desquiciados está la señal de una demencia cruel que se regodea en el dolor y lo disfruta. El mal mayor no es la locura de un individuo sino de un pueblo desquiciado que ha optado por creer sin entender: algunos identificados con la vileza, la mayoría resignados y sumidos en una enfermiza melancolía. Ese hombre y su grupo llegaron en el momento preciso en que parte de la sociedad estaba buscando a un loco. Los esclarecidos y lúcidos representantes tienen el deber de actuar, la denuncia es insuficiente ya. Poderes plenos, Constitución ausente “Dad al Poder Ejecutivo todo el poder posible, pero dádselo por medio de la Constitución. Lo peor del despotismo no es su dureza sino su inconsecuencia y sólo la Constitución es inmutable”, Juan Bautista Alberdi. La desgastada mención a su nombre por parte del actual presidente hacía presumir que verdaderamente el prócer sería su permanente mentor. Esa reiteración parece haber quedado en el olvido de su parte y de sus adláteres, quienes deberían ser los que ejerzan una influencia positiva para su gestión, además de los ayuda memoria para actualizar día a día los “principios” que dieron origen a su vocación presidencial. No se trata de un cambio de rumbo entre la promesa de campaña, la propuesta del inicio de gestión y la gestión misma sino de una inasible actitud tornadiza que se expresa en hechos y que se advierte en cada enunciado presidencial cargado de atolondramientos elocutivos y de insólitas contradicciones conceptuales. La intención no es seguir hurgando en el retrato de Javier Milei, pero es imposible analizar el turbio presente del país si se desconoce el perfil de este hombre arribado a la primera magistratura por no se sabe qué “fuerza del cielo”. Mientras los ciudadanos atónitos escuchan la afirmación de que podrá encaminarse la economía por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en sus palabras y las de un voluble Luis Caputo, el presidente alterna entrevistas reafirmando maniáticamente sus dichos en Davos, su racismo, su odio a las diferencias, su oposición al aborto, discriminaciones en general, misoginia, acusaciones, amenazas de nuevos castigos. Concretado el acuerdo con el venerado Fondo, la deuda histórica se multiplica, sumado a los préstamos del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo, del Tesoro de los Estados Unidos y otros. El dólar “flotante” se estanca, sin embargo los precios crecen y declinan las inversiones, los puestos de trabajo… “No hay devaluación” ¿y qué es sino el dólar abajo, los precios arriba y los sueldos estancados, más otras variables evidentes? ¿Qué es entonces un país? Sin crecimiento, por decirlo con rapidez, éste se torna un país inviable. Para resumir, asistimos a acciones indiscutiblemente reñidas con la Constitución Nacional, conductas que desconocen reglamentarias normas administrativas, infracciones a la moral pública, hechos que se encuadran en netos tráficos de influencia, decenas de decretos sobre cuestiones cuyo paso obligado son las cámaras, desconocimiento e interferencia de los tres poderes de la República, irregularidades diplomáticas, gestiones incompatibles con la tarea de la función pública y toda suerte de figuras administrativas civiles y penales aplicadas a un sin número de ejercicios gubernamentales. “Son gestos que lo acercan peligrosamente a una autocracia”, dicen opinadores diversos. ¿Democracia frágil o autocracia? que por sus características en esta gestión equivalen a la cínica sentencia de Chesterton “La democracia es el gobierno de los sin educación y la autocracia, de los maleducados”. Atendiendo a esta ilustrativa digresión, no solo lo acercan a una autocracia, es una práctica que se toca con un régimen monárquico medieval. Frente a últimos y poco investigados acontecimientos, las calumnias, las injurias, el insulto permanente pierden importancia, dimensión. El escabroso tema de las criptomonedas, de difícil entendimiento para los ciudadanos, reúne más de diez de las figuras delictivas antes mencionadas. El negado conocimiento de este juego financiero, muchas veces ilegal, se contrapone con una trayectoria de directa participación en sociedades ad hoc. En general, el reducido periodismo opositor apunta a la tipificación de participación necesaria cuando se refiere a que un gobernante promocione sociedades lucrativas de cualquier índole como un delito menor en una larga cadena de irregularidades, ocultamientos y negocios oscuros. Esa “participación necesaria” no se limita a lo que su significado indica, la promoción de un servicio en ese rubro es un rol laboral dentro de una cadena. Es decir, el que promociona no lo hace como una instancia más, por simpatía, acuerdos espurios, etc., lo hace porque está “trabajando” dentro de una sociedad, al mismo tiempo, que ejerce la máxima representación de un país. Conflicto de intereses flagrante. Lo que se desencadenó a partir de ese “trabajo” fue sencillamente una estafa. Simultáneamente, los representantes se cobijan en la madriguera de los recintos con algunos falsarios gestos de pelea, mientras lo único que defienden son sus rediles provinciales reduciéndolos a indignas republiquetas. ¿Y la Nación? En tanto, él sigue hablando maníacamente (cuatro horas y media de entrevista con Alejandro Fantino, sólo interrumpida por una necesidad fisiológica del segundo en vivo). A raíz de esas muestras, decodificar sus declaraciones es una tarea de fonoaudiólogos y de especialistas en dislexia porque se hace muy difícil entender la superposición de sonidos guturales, silabeos, tartamudeos, reiteraciones y tics, tanto como a alguien al que se le hubiera atravesado un hueso de pollo en la garganta, con perdón del vulgarismo. Con el fin de elevar la consideración de este dilema, nadie mejor que Confucio para esclarecerlo: “Sólo los sabios más excelentes y los necios más acabados son incomprensibles”. Sepa el lector ubicar al aludido según lo crea. Ninguna de las incertezas y las dudas con que desayunamos los argentinos diariamente pueden separarse de esta personalidad disociada, capaz de despreciar y dañar a esas mismas “buenas personas” para las que dice gobernar. En su defensa acotada, sólo está entender que es el títere estúpido o “El idiota” (Dostoevsky) de los “ricos”. Rodeado de jóvenes extraviados, incompetentes, ignorantes y soberbios, con la asistencia neofascista del intelectual Agustín Laje, el único que mantiene una coherencia discursiva aunque siniestra, se desnudan sus genuinas intenciones. Cualquiera que hiciera honor a la memoria, sabría desde el día uno que su política “innovadora”, la mejor de la historia y por la cual podría “recibir el Premio Nobel”, no es más que la repetición de por lo menos tres fracasos durante el siglo XX y parte del XXI. Fracasos para la Patria y desmesurados beneficios para los adictos al juego financiero, dígase sus amigos y los de Caputo. Nunca arribó al proyecto de desarrollo y crecimiento cuya concreción daría lugar al surgimiento de nuevos puestos de trabajo, de una posible redistribución de la riqueza y de la justicia social, por él repudiada. El temor hacia la “comunista” costumbre de proyectar se lo habrá impedido (si le produce fobia, no estaría mal recurrir al “Vivir con lo nuestro” de Aldo Ferrer, aunque lo hiciera con heterodoxia). No es un lugar común recordar que esta política sólo se concreta con represión, entendida como lo que ellos llaman “cambio cultural”: una cultura de piratas a insultos, hambre, palos y mazazos. Dinamitar ya Todo lo que podría viabilizar ese nuevo orden que el presidente y los propios quieren establecer, contradictoriamente ha sido dinamitado: la educación, la cultura, la investigación. Han anulado precisamente lo que hubiera podido trasmitirlo, si fuera un proyecto como tal. Así es esta “minoría corrompida”, soportada por una “mayoría incompetente”, como diría Bernard Shaw refiriéndose a la democracia. Desde ya, debe entenderse una democracia insustancial, defectuosa y en declive, pero no deja de ser menos cierta la afirmación. Esa “minoría corrompida” no podría afincarse si no fuera aceptada y sostenida por una “mayoría incompetente”. No hay aquí afán de ofender a los votantes, pero es cierto que cada vez el voto es más insuficiente y muy poco reflexivo (reactivo y escaso, como el último ejemplo de Santa Fe). Es bueno recordar, sin embargo, que esa mayoría tiene sus representantes y quizás en ellos resida la mayor crítica. Por mucho menos relevantes que los despropósitos que hoy soportamos, esos representantes reaccionaron, por ejemplo, a la gestión de Fernando De la Rúa. Todo queda en el abucheo, la bravuconada o la denuncia, pero cuando se trata de crear una comisión investigadora de actos sospechados de estafa, los representantes la cargan de obstáculos pasándola de una cámara a otra. Algunos periodistas de los pocos que hoy quieren ahondar en los motivos de las decisiones, han consultado a sus autores, la respuesta es siempre la misma: “Se trata de cuidar una democracia débil”, “Es necesario garantizar la gobernabilidad”, “Se debe mantener una gobernanza estable”. Los más destacados representantes que ostentan en sus discursos la voluntad de defender la democracia, repetido hasta el cansancio, son los que “están en carrera” en sus respectivas provincias. Cualquier acción que pretenda rectificar esta política conservadora, naturalmente va a producir alguna conmoción. Es lo que no pueden permitirse porque no se animan a poner en riesgo su estatus quo. Por otra parte, habría que preguntarse qué democracia están protegiendo ¿la que se instrumenta a fuerza de DNU o de anulación de derechos adquiridos? Lo que se debería cuidar e impedir con toda la fuerza moral de la que pueden ser capaces los representantes, es la de la siniestra sentencia de Chesterton, siempre y cuando no se fragmentaran con extremo egoísmo, narcisismo y cuanto ismo encuentre el lector. Pascua para quiénes La fecha llama a la reflexión sea de agnósticos, creyentes o ateos. Para no excluir a nadie, el Evangelio cristiano es una leyenda construida por irremplazables parábolas. Si se tiene en cuenta todo lo expuesto arriba ¿acaso esperamos a un mesías? Equivocado, pero para continuar con la metáfora, todo es posible: puede que en algún rincón de esta Patria haya uno y un enorme grupo de apóstoles (sabido es que los salvadores per sé no alcanzan). ¿Qué especie de oráculo podría aplicarse a esta ficción? En caso de que ese mesías (estadista) y su grupo de apóstoles (equipo) llegasen, Dios los libre de tocar “Jerusalén” (el poder corrompido). Como la leyenda continúa, multitudes lo envolverían en multiplicadas ramas de olivo. Acto seguido, separado por un breve tiempo, ¿será la misma multitud la que clame “¡Crucifícalo!”?, atendiendo a la decisión de Sanedrín y a la voz de algún Caifás. Luego vendrá el vía crucis de los justos, la crucifixión del primero y la resurrección será siempre para los mismos, los dueños del poder. Es el pesimismo de la inteligencia que espera ser salvado por el optimismo de la “esperanza”.

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