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» El Ciudadano
Fecha: 18/04/2025 11:06
Miguel Passarini Algo huele a podrido en la televisión argentina (que no es Dinamarca, claro está) y no es de ahora. Una lógica noventosa renovada, reciclada con un mal gusto y una desprolijidad pocas veces vista, son una parte importante de una batalla pobre por un rating magro de un punto o quizás menos, que no alcanza para nada, pero por el que muchos están dispuestos a todo y sobran los ejemplos. Alimentada a realities y programas de panelismo, como en los años 90, sin plata para producir casi nada, sin ficciones que en su momento fueron una verdadera industria de la pantalla chica nacional, y particularmente una fuente de trabajo para actores y actrices, hoy muchos de ellos desocupados, la televisión argentina retomó en el último año viejos vicios que en su momento le dieron de comer, más allá de que después fueron muy criticados y se la creía una etapa cerrada. El uso de un lenguaje fuera de lugar con el que algunos/as suponen que hacen gala de una autenticidad de la que carecen, y con el que pretenden acercarse al streaming donde se puede decir cualquier cosa; la discriminación que nunca se había ido del todo, pero particularmente una inocultable transfobia acercan, a través de la pantalla chica, el recuerdo de los chirriantes años 90, cuando a las personas trans les preguntaban sus “verdaderos” nombres y a las chicas si “tenían pito”, quizás para no desentonar con el presente de un proyecto económico y de país al que muchos aplauden pero, cabe recordar, que ya fracasó cuando voló todo por el aire. Allí hay algo aún más peligroso que se escapa a simple vista y que implica un notable retroceso comunicacional y simbólico en un país como Argentina donde retroceder se volvió algo cotidiano, permanente e incluso festejado. Los ataques al colectivo LGTBIQ+ nunca se fueron del todo, independientemente de las leyes que militaron y consiguieron los gobiernos progresistas, como el Matrimonio Igualitario o la Identidad de Género e incluso el Aborto Seguro, Legal y Gratuito, legado de los feminismos, entre otras. Todo ese horror agazapado en el confín de esos progresismos, con la ultraderecha en el gobierno, regresó y se volvió a instalar cómodamente en los discursos televisivos que en la mayoría de los casos normalizan o naturalizan (y para un gran sector legitiman) mucho de lo que está pasando, más allá de la descomunal movilización que se gestó a partir del discurso del presidente Milei en el Foro de Davos cuando vinculó a la homosexualidad con la pedofilia y pareció ser un límite. Pero aquellos que piensen que los ataques permanentes a Lali Espósito, enorme referente del colectivo LGTBIQ+ tanto en el país como en el exterior, fueron casuales y a partir de una simple publicación suya en Twitter, se equivocan. Tampoco la salida intempestiva de Florencia de la V de la conducción de un programa como Intrusos, que por mucho tiempo fue un bastión del machismo y la misoginia televisada, fue casual. A Florencia de la V la echaron de un día para otro, quizás porque alguien lo pidió, para reponer a la dupla que integran Rodrigo Lussich y Adrián Pallares, que supuestamente le dio “otro tono” al programa. Sin embargo, no hay que perder de vista lo que dijo De la V, luego de una reunión con directivos del canal, en su último día al aire en América: “Vivan los putos, vivan las travas y viva Perón”. Independientemente de la reconfiguración y el recambio de figuritas en una televisión que se achica a diario y no oculta su desfinanciamiento con una enorme empresa como Paramount+ (dueña de Telefé y de toda la cadena) que está en retirada, con una pauta oficial escondida o direccionada detrás de algunas publicidades de empresas que aún se encuentran en manos del Estado, y basta ver o escuchar lo que dicen los «referentes» periodísticos de esos canales o señales de cable para confirmarlo, también hay otras batallas más pequeñas, mediocres y distractivas, como la novela turca protagonizada por Wanda Nara, su ex marido Mauro Icardi, la China Suárez y L-Gante, junto a un sinnúmero de personajes secundarios, o la mismísima More Rial haciendo de las suyas como Pepita La Pistolera. Pero por estos días sólo se habla de otra cosa, de la ¿guerra? desatada por Viviana Canosa contra de Lizy Tagliani. Lizy es una cara muy visible y generadora de gran empatía que nunca ocultó y siempre habló y defendió su condición de travesti y parece que para muchos/as eso es algo insoportable. Canosa volvió a la televisión en eltrece con un programa a mitad de camino entre la farándula y la política hace poco más de un mes, pero recién esta semana, luego de carretear bastante, parece haber levantado vuelo en materia de rating con picos de hasta 5 puntos. Canosa volvió de forma ¿casual? sobre un tema del pasado, acerca de un supuesto robo cuando Tagliani era su peluquera y pasaba mucho tiempo en su casa, de la que aseguró «es más oscura que la noche». Pero como el rating aumentaba y todos hablaban de eso, fue por más, y lo mezcló con abuso de menores, redes de trata y pedofilia, también apareció el caso Loan, y fue a Comodoro Py a llevar unas supuestas pruebas tras una reunión con el norteamericano Timothy Ballard, el ex agente de la CIA y muy cercano a Trump, que supuestamente lucha en el mundo contra ese tipo de delitos. Todo eso pasó al mismo tiempo que la conductora de La peña de morfi y también conductora de radio estaba a punto de obtener una sentencia definitiva (ahora postergada) en un juicio por la adopción de su pequeño hijo Tati, al que sacó de un orfanato. Y así, en el derrapado y feroz discurso de Canosa, que en su momento también tuvo un cruce con Florencia de la V y en los últimos días con la humorista y conductora trans Costa, aunque insista con que no tiene «nada personal» con la diversidad, cayeron todas y todos aquellos que tuvieron la osadía de estar del otro lado, del lado de las minorías, y apoyar a una mujer trans que viene del Conurbano Bonaerense aunque nació en Chaco, y que de la nada se convirtió, a sus 54 años, en una referente de la pantalla chica a partir de su incuestionable frescura y vis cómica. ¿De verdad van a volver a discutir el arribo de referentes de ese colectivo a la televisión? ¿Qué es lo que tanto les molesta? ¿Por qué siempre se asocia al colectivo travesti-trans con la marginalidad, los abusos y una serie de delitos infundados? “Eso es la transfobia, eso es lo que hay detrás. Estamos ocupando lugares que supuestamente no nos merecemos. Pero nosotras ocupamos este lugar porque la gente nos puso acá. No porque nosotras quisimos y eso es lo que también nos gusta”, dijo Flor de la V, ahora al frente de Los Profesionales (Canal 9), al hablar de lo que le pasa a su colega. Y finalizó lapidaria para que al que le quepa el sayo, se lo ponga: “Podrán decir muchas cosas pero yo no me tuve que agachar con nadie y lo puedo decir así, a cámara. Nunca me tuve que bajar la bombacha para pedir un trabajo. No sé si muchas personas pueden decir lo mismo”.
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