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» Sin limites
Fecha: 16/04/2025 20:02
Celebración de hoy San Juan de Britto, Jesuita misionero: Patrono de Portugal San Juan de Britto es el único jesuita portugués canonizado, fue un sacerdote misionero incansablemente en la India, en donde logró muchas conversiones Coronilla a la Misericordia Coronilla a la Divina Misericordia de Hoy Martes y Consagración Invocamos al Ángel Custodio y le damos gracia por acompañarnos y protegernos en el peligro. Oramos por tus intenciones Lecturas del día Maria, hoy se nos presenta el caso de Jairo, un líder de la sinagoga, que humildemente ruega por la vida de su hija, y el de una mujer con hemorragias, que pese a su situación de impureza ritual, se acerca con valentía a Jesús, convencida de que solo tocar su manto sería suficiente para sanarse. Ambos ejemplos nos enseñan que la fe genuina nos impulsa a buscar a Jesús en nuestras necesidades más profundas. ¿Creemos realmente en el poder transformador de Jesús? Presta atención a las lecturas de hoy. Hebreos 12,1-4. Hermanos y hermanas: ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre. Salmo 22(21): Te alabarán, Señor, los que te anhelan. (R). Cumpliré mis votos ante los que le temen. Comerán hasta saciarse los humildes; le alabarán los que buscan al Señor: «¡Que sus corazones estén siempre alegres!» /R. Todos los confines de la tierra se acordarán y se volverán al Señor; todas las familias de las naciones se postrarán ante él. /R. Solo ante él se inclinarán todos los que duermen en la tierra; ante él se inclinarán todos los que descienden al polvo. /R. A él vivirá mi alma; mis descendientes le servirán. Que se hable del Señor a la generación venidera, para que proclame a un pueblo aún por nacer la justicia que ha mostrado. /R. Marcos 5,21-43. En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho a manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada». Inmediatamente, cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?». Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?». Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad». Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?». Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!». En seguida, la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña. Palabra del Señor.
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