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  • Fabio Moscatelli. “Antes sólo éramos una voz, pero hoy también somos un rostro”

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 16/04/2025 13:01

    Fabio Moscatelli es una de las voces más reconocidas de la radio pública de Concepción del Uruguay. Con más de tres décadas de trayectoria en los medios, su vínculo con el periodismo se construyó desde la pasión, el compromiso y la cercanía con la gente. Actualmente conduce Arriba la Mañana, un programa que se ha ganado un lugar propio en la comunidad y que, cada día, se reinventa para seguir acompañando a sus oyentes. Por: Matías Dalmazzo En diálogo con La Calle, Moscatelli repasó sus inicios, su llegada a LT11 y el recorrido que lo llevó a convertirse en un referente de la radio local. También habló sobre los desafíos de hacer radio en tiempos de cambio, el vínculo con la audiencia y la esencia de un programa que, como él mismo lo define, «es mucho más que un programa: es una amistad que se siente». —¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la radio en general y qué te motivó a dedicarte a este medio en particular? —Mis inicios en la radio fueron casi naturales. Tenía 17 años cuando comencé, pero en realidad, la semilla se había plantado mucho antes. Creo profundamente en el destino, en la fe y en que este camino estaba marcado para mí. De chico, cuando tenía unos 10 años, jugaba en el barrio Sarmiento con mis amigos a entrevistarlos. A uno lo convertía en futbolista, a otro en político, a otro en actor… y yo era el que hacía de periodista. Jugábamos a la radio y la televisión sin darnos cuenta de que eso era lo que yo terminaría haciendo toda mi vida. La radio me buscó en la adolescencia. Recuerdo que un día Armando Cernié me cruzó y me preguntó si quería hacer radio. Necesitaban gente para las transmisiones deportivas. Así me sumé al primer equipo de la 90.5 FM de Concepción del Uruguay, junto a Jorge Rodríguez y Miguel Espiro. Le estaré siempre agradecido a Armando, porque fue en ese momento donde descubrí, sin dudas, mi vocación por los medios, y sobre todo por esa gran pasión que es la radio. A lo largo del tiempo también hice televisión. Participé en un programa semanal de Cablevisión conducido por Roque Minatta, junto a grandes nombres como Gustavo “Lali” Biaghi, Alberto Tenenbaum y Marcelo Barreto. Más tarde, ya en la era del streaming y YouTube, apareció Platea Virtual, una propuesta que revolucionó la manera de cubrir el fútbol local. La producción de Walter Magri, con Oscar Schaap, Christian Debrabandere en los relatos y yo en los comentarios, marcó una tendencia a nivel nacional. Fue un gran desafío que disfruté muchísimo. A pesar de haber explorado otros formatos, la radio tiene una magia difícil de explicar. Una vez que entré, no me fui más. La sigo disfrutando como el primer día y sigo soñando con nuevos proyectos. También tuve experiencias en la gráfica, escribiendo en un semanario, y más recientemente, con el desarrollo de medios digitales como Arriba a la Mañana, que ha logrado una gran cantidad de seguidores y se ha convertido en un medio elegido por mucha gente para informarse y marcar agenda. En definitiva, me siento feliz y agradecido por todo lo recorrido. Y mientras Dios y la vida me lo permitan, seguiré enamorado de la radio todos los días. —¿Cómo fue tu llegada a LT11 y qué significó para tu carrera ingresar a la Radio Pública de Concepción del Uruguay? —Mi llegada a LT11 fue inesperada, casi como una escena de película. En 1992, estaba comentando un partido para una FM local cuando, al terminar, un señor que había estado parado detrás mío se acercó, se presentó como Luis Osvaldo Carrozo —en ese entonces director de la emisora— y me dijo: “¿Te interesaría trabajar con nosotros? Si te gusta la idea, te espero mañana en la radio”. Se fue con esa frase que me quedó retumbando toda la noche. Y al día siguiente, un lunes, me presenté en los estudios de LT11. Él me recibió, se acordaba perfectamente, y así comenzó un camino que no se interrumpió nunca más. Pasaron los años, los directores, los estilos, las transformaciones, pero yo me quedé. LT11 pasó a ser, sin exagerar, mi segunda casa. Los oyentes se volvieron parte esencial de mi vida. Fue en ese espacio donde encontré estabilidad laboral justo en un momento difícil: acababa de perder mi trabajo anterior. Por eso siempre digo que la radio me buscó y me salvó una vez más. A lo largo del tiempo, pude hacer muchísimos programas que me llenaron de satisfacción. Desde A la Vuelta de la Esquina hasta Diariamente por la noche, pasando por los históricos domingos a la mañana con un ciclo de entretenimientos que marcó a una generación entera. Incluso tuve el honor de reemplazar a Bisagno en El Gigante, algo que no era habitual, ya que él solía dejar a alguien del equipo a cargo pero con otro nombre. En 2003 me dio su confianza y me pidió que mantuviera el nombre original. Ese gesto, para mí, fue un reconocimiento enorme. Tuve la oportunidad de trabajar con personas que admiro profundamente, como Mari Charrier, de quien aprendí muchísimo. Con ella, con Andrea Pacinelli y con tantos compañeros construimos Vale la Pena y Arriba la Mañana, uno de los programas más emblemáticos de la radio pública, sobre todo en ese horario clave. No puedo dejar de mencionar el rol del deporte en mi historia con LT11. Fue el fútbol el que me abrió las puertas a la emisora, y durante distintas etapas fui parte de Deportes 11, el clásico entrerriano, y de Fútbol 11, quizás el equipo más histórico de transmisiones deportivas de la provincia. Desde muy joven tuve el privilegio de trabajar con grandes como Roque Rivas, un verdadero visionario, junto al Turco Ratto y tantos otros colegas. Imaginate lo que significaba estar transmitiendo desde Salta y conectar en vivo con Buenos Aires para cubrir a River, Boca o la Selección Nacional. Además, cumplí casi todas las funciones posibles en la emisora: fui jefe de deportes, coordinador, productor general y jefe de programación. Todo eso me llena de orgullo y me compromete aún más. En definitiva, formar parte de la historia de LT11, seguir estando en ese aire que tanto amo, y poder hacer radio con pasión, transparencia y profesionalismo, es uno de los regalos más grandes que me dio la vida. —¿Cómo se conformó la dupla con Andrea Pacinelli y qué creés que los convierte en una de las duplas más potentes del periodismo local? —Con Andrea nos conocemos desde hace muchísimo tiempo, prácticamente desde que comenzamos en la radio. Aunque al principio no compartíamos programas, sí coincidimos en la pasión por este medio. Con los años, esa coincidencia se transformó en una sociedad profesional sólida y, por qué no decirlo, en una de las duplas más fuertes del periodismo local. Creo que lo que nos hace funcionar como dupla es, ante todo, el respeto y el cariño mutuo. Nos conocemos tanto que muchas veces trabajamos de memoria. No hay competencia, no hay egos: en un dúo verdadero nadie busca sobresalir por encima del otro, sino que ambos se potencian. Estamos convencidos de que cuando uno brilla, también ilumina al otro. Eso se siente al aire: cuando algo nos emociona, nos emocionamos juntos; cuando algo nos divierte, reímos hasta las lágrimas. Y cuando hay que informar, lo hacemos con la seriedad que corresponde. Siempre estamos tratando de llegarle a la gente desde un lugar auténtico y humano. La química entre nosotros no es casualidad, es fruto del trabajo diario. Arriba a la Mañana tiene una enorme producción detrás, con Majo De Lorenzi en el equipo y un grupo de columnistas y artistas que lo hacen muy dinámico. Cada programa es distinto al anterior y sale al aire en un horario central, así que hay una gran responsabilidad. Y esa conexión que tenemos con la audiencia, creo, nace de esa mezcla entre espontaneidad y profesionalismo. Siempre estamos produciendo, incluso fuera del aire, los fines de semana, en cualquier momento. Es una dedicación total. La primera vez que compartimos conducción fue en Vale la Pena, un programa que surgió en un momento muy complejo del país, cuando Abelardo Santángelo era director de LT11. Él nos propuso hacer algo distinto, y el programa funcionó muy bien. Años después, otro director,Juan Izaguirre, decidió armar un nuevo programa matutino y nos consultó por separado. A mí me preguntaron con quién me gustaría trabajar, y sin dudarlo, respondí “con Andrea”. Más tarde me enteré de que a ella también le hicieron la misma pregunta… y también eligió trabajar conmigo. Fue una elección mutua, genuina, que selló la consolidación de esta dupla. Hoy por hoy, Andrea no solo es una colega, es parte de mi vida. Mi familia la quiere, la respeta, la incluye. Y eso dice mucho. No solo compartimos la radio, también conducimos eventos y tenemos otros proyectos que, si Dios quiere, pronto verán la luz. Como toda familia, podemos tener diferencias, pero siempre hay afecto, respeto y conocimiento del otro. Y eso, sin dudas, se nota cada mañana en el aire. Arriba a la Mañana tiene muchos pilares, pero uno fundamental es, justamente, esa química que construimos con Andrea. Es algo que no se fuerza, que simplemente fluye. Y cuando eso sucede, el oyente lo siente. —¿Cómo fue la experiencia de volver a salir al aire en 2025 después de un tiempo fuera? ¿Qué cambios notaste en la audiencia y en el medio? —La verdad es que cuando nos ofrecieron volver en este 2025 no sabíamos qué iba a pasar. Había incertidumbre, claro. Pero hoy puedo decir que la experiencia está siendo profundamente positiva. Lo que más nos emocionó fue el reencuentro con los oyentes. Fue muy esperado, y eso se nota, se siente. Lo que recibimos desde el otro lado es una alegría genuina, un cariño que va más allá de lo habitual. Arriba a la Mañana no es solo un programa, es parte de la vida de mucha gente. Y eso no se construye con la mera rutina de estar todos los días al aire. Se construye con honestidad, con empatía, con una verdadera conexión con quienes nos escuchan. Hay un ida y vuelta sincero, y los oyentes perciben quién está del otro lado del micrófono. Nos conocen, nos sienten, y eso hace toda la diferencia. Hoy el medio cambió, sin dudas. Los tiempos son otros: hay más vértigo, más agilidad, todo va más rápido. Por eso el programa también se transformó en un “exprimidor” de emociones e información. Son dos horas intensas, con muchísimo ritmo, pero sin perder el espíritu que siempre nos caracterizó. Todos los días nos reímos, nos enojamos, nos emocionamos, nos informamos. Y, sobre todo, nos acompañamos. Eso es lo que tiene Arriba a la Mañana: es una amistad invisible pero profundamente tangible. Se siente. Yo lo siento acá —me toco el corazón cuando lo digo—. Y esa es la esencia del programa. Por eso, volver a hacerlo en este nuevo contexto fue un desafío, pero también una reafirmación de lo que somos. Le ponemos alma, corazón y vida. Cada mañana. Y lo mejor de todo es que los oyentes estaban ahí, esperando. El reencuentro fue mutuo. Nosotros salimos al encuentro de ellos y ellos del nuestro. Hoy navegamos juntos, en un mismo barco, hacia el mismo puerto. Y en ese barco, por suerte, somos muchos. —¿Qué tipo de periodismo te identifica y cómo influye en tu trabajo diario en Arriba la Mañana? —Sin duda, me identifica el periodismo comprometido, pero comprometido con la gente. No hablo del periodismo que responde a intereses personales, ni al que busca rédito propio o se encolumna detrás de una bandera partidaria. Hablo de ese periodismo que pone la mirada en la gente, que se enfoca en lo que realmente importa, en lo que viven y sienten quienes están del otro lado. Cuando uno enfoca la mirada en las personas, automáticamente empieza a preguntar distinto, a informar con más responsabilidad, a decir lo que realmente corresponde. Y ahí está el punto: la credibilidad. El periodismo se define por dónde está puesta tu mirada. Si tu mirada está en vos mismo, en tus intereses, vas a quedar solo. Pero si está en la gente, vas a ser útil. Y eso, para mí, es esencial. Siempre digo que no hay que perder de vista la triple P: Pensar Primero en el Público. Esa debe ser la brújula, el eje de todo lo que hacemos. Sea que hablemos de deportes, espectáculos, política o actualidad: todo es periodismo, y todo debe hacerse mirando a la gente. Ese es el periodismo que elijo, el que defiendo, el que practico todos los días con compromiso y convicción. —A lo largo de tu carrera, ¿en qué otros medios participaste y qué aprendizajes te dejaron? —Durante estos más de 35 años de carrera, pasé por muchos medios, y de cada uno me llevé algo valioso. Aprendí, sobre todo, lo que implica hacer todo a pulmón. Aprendí que detrás de un micrófono o una cámara hay mucho esfuerzo, mucha entrega, y que no siempre ese trabajo se reconoce como debería. Porque esta es una profesión que no termina nunca: no termina cuando te vas a tu casa. Siempre estás pensando en lo que vas a ofrecer al otro día, en cómo mejorar el servicio que brindás. Tuve la oportunidad de trabajar en Sensaciones, en Buen Anuncio, en Radio Total, en nuevas etapas también de Sensaciones, en Platea Virtual con el streaming deportivo, en proyectos con transmisión de fútbol en altísima calidad. En cada lugar se aprende algo: desde lo técnico hasta lo humano. Y sobre todo aprendés del otro. Para mí, eso es clave: dejar de mirarte a vos mismo y aprender de quien tenés al lado. Valorar el trabajo en equipo, saber que si el equipo brilla, vos también lo vas a hacer. Eso lo entendí con el tiempo, trabajando codo a codo con muchos colegas, en contextos distintos, pero siempre con la misma pasión. Porque cuando uno trabaja con el corazón y a pulmón, todo lo demás se acomoda. —¿Cómo describís la respuesta de la audiencia al programa y qué significa para vos ser parte de un espacio tan importante para la comunidad? —La respuesta de la gente no deja de sorprenderme. A veces uno piensa que, si sembrás, vas a cosechar, y claro que es así. Pero aún sabiendo eso, te encontrás todos los días con gestos, mensajes, comentarios que te conmueven. Porque lo que decimos, lo que hacemos al aire, no cae en saco roto. Tiene eco, tiene llegada. La audiencia de Arriba a la Mañana es impresionante, ya sea por la radio o por las redes. Es una comunidad. Y lo más lindo es que no lo hacemos buscando reconocimiento, lo hacemos porque sentimos ese compromiso, porque queremos seguir fortaleciendo ese vínculo. Siempre digo que es como un club, donde cada vez hay más socios, pero lo importante no es la cantidad, sino la calidad del servicio que ofrecemos. Por eso todos los días nos exigimos más, para que esa amistad que sentimos con la audiencia no solo se mantenga, sino que crezca. Arriba a la Mañana tiene nombre propio, camina solo, pero todo eso es gracias a la gente. Sin ellos, nada de esto tendría sentido. Y por eso, simplemente, gracias. —¿Qué desafíos enfrentás hoy al conducir un programa de radio en un contexto de cambios constantes en los medios de comunicación? ¿Cómo te impactan cuestiones como la exposición en redes o la presencia visual, que antes no formaban parte del mundo radial? —Hoy hacer radio es completamente distinto a lo que era hace diez años. El cambio en los medios es permanente, y eso nos obliga a reinventarnos todo el tiempo. Ya no alcanza con tener una buena voz o saber qué decir: también hay que saber cómo decirlo, cómo conectar con distintas generaciones al mismo tiempo, desde los jóvenes hasta los más grandes que ya estaban acostumbrados a la radio tradicional. Aunque en LT11 no tenemos streaming con cámaras en este momento, sí es verdad que cada vez es más común ver imágenes, videos, fotos del locutor al aire. Antes sólo éramos una voz; hoy, también somos un rostro. Eso implica una preparación distinta: no solo hay que estar listos para hablar, también hay que estar presentables, cuidar la imagen, entender que la audiencia nos está viendo de otra forma. En otras temporadas tuvimos la posibilidad de salir con imagen, con streaming en vivo, y fue una experiencia hermosa. Nos encantaría volver a hacerlo, pero por ahora dependemos de decisiones que exceden lo local. Aun así, seguimos trabajando con el equipo, porque queremos expandirnos, crecer, multiplicar la forma en la que Arriba a la Mañana llega a la gente. Es un desafío constante, pero también es lo que le da magia a la comunicación: que nunca se detiene, siempre se transforma, y nosotros con ella. —¿Qué expectativas tenés para el futuro de Arriba a la Mañana y cómo pensás seguir conectando con la audiencia? —El futuro de Arriba a la Mañana lo imaginamos siempre en movimiento, creciendo, evolucionando. No pensamos en quedarnos en lo que ya logramos. Tenemos muchas ganas de sumar nuevos formatos, de llegar a la audiencia también por otras vías. Las redes sociales, las plataformas digitales, todo es una oportunidad para estar más cerca, para sumar a esa comunidad que nos acompaña todos los días. El programa ya tiene su identidad, tiene un espíritu propio que lo hace fluir solo, pero eso no significa que no tengamos que seguir poniéndole el cuerpo, el alma y el corazón. Estamos todo el tiempo pensando en nuevas ideas, en cómo sorprender, en cómo hacer que cada mañana tenga algo especial. Porque eso es lo que hace que el vínculo con la audiencia se mantenga vivo. —¿Qué mensaje le darías a alguien que recién empieza en el mundo de la radio y el periodismo? —No me gusta hablar de consejos, prefiero compartir experiencias. Creo que lo más importante al empezar este camino es tener en claro que se trata de una vocación, no solo de una profesión. La radio, el periodismo, los medios en general, te van a pedir entrega total. No hay horarios, no hay feriados. Siempre vas a estar pensando en lo que vas a decir, en cómo vas a llegar a tu audiencia, en cómo podés servir desde tu lugar. La clave es sostenerse en el tiempo. Porque llegar, puede llegar cualquiera. Pero permanecer, mantenerse vigente, con credibilidad, eso requiere algo más: valores. Honestidad, compromiso, respeto. Sin eso, no hay forma. Si perdés la credibilidad, perdés todo. Además, hay que entender que esta es una responsabilidad enorme. Comunicar es poderoso. Lo que decimos puede ayudar, emocionar, informar, pero también puede dañar. Por eso es fundamental que quienes asumimos este rol seamos buena gente. La comunicación en malas manos es peligrosa. En cambio, cuando se la ejerce con conciencia, con respeto por la verdad, se transforma en una herramienta maravillosa. Entonces, a quien esté empezando, le diría eso: que valore esta vocación, que la abrace con compromiso y humildad. Porque si sembrás bien, lo que vas a cosechar es mucho más que reconocimiento: es felicidad. —¿Podés compartir alguna situación o anécdota que te haya marcado conduciendo Arriba a la Mañana? —Situaciones hay muchísimas, y la verdad es que todas dejan una huella. Algunas emocionan, otras te hacen reír, pero todas tienen algo en común: te hacen sentir vivo. Recuerdo, por ejemplo, una convocatoria que hicimos en Plaza San Martín para un aniversario de la radio. Fue un evento musical hermoso, y la cantidad de gente que se acercó fue impresionante. Muchos iban por Arriba a la Mañana, por esa conexión que logramos con la audiencia. Eso emociona. También me quedó muy grabado algo que ocurrió durante la pandemia. Creamos Talento CDLU, un espacio para que los músicos locales, en un momento en el que no podían tocar en ningún lado, tuvieran su lugar. Les abrimos los micrófonos y Arriba a la Mañana se convirtió en una especie de casa para ellos. Fue increíble ver cómo venían con sus instrumentos, con ganas, con emoción, solo porque sentían que ese era su espacio. Y hoy, esa relación sigue intacta. La radio se transformó en un escenario para esos artistas que encontraron una voz y una audiencia en medio de una etapa durísima. Y hace poco, en un evento solidario donde había locutores de distintos medios, alguien me toca la espalda y me dice: “Hay una señora que te está buscando”. Me acerqué y la vi sentada, esperándome con una expresión de ternura que me desarmó. Me dio un beso y me dijo: “Te quiero mucho, te escucho todos los días”. No pedía nada, solo quería darme ese cariño. Y cuando pasa eso, te das cuenta de que lo que hacés tiene sentido. Porque cuando uno da sin esperar nada, es cuando más recibe. Y Arriba a la Mañana es eso: dar, compartir, emocionar, ser.

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