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  • Alejandro Tantanian: “Un Estado que no invierte en arte está condenado a la desaparición”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 16/04/2025 04:10

    Alejandro Tantanian: “Un Estado que no invierte en ciencia y en arte está condenado a la desaparición” (Museo Moderno) El cortinado se abrió para los estrenos de la Temporada 2025 del Museo Moderno con la apertura de su primera gran muestra, en torno a Dalila Puzzovio, y el debut de El borde de sí mismo, propuesta escénica dirigida por Alejandro Tantanian, que va por su cuarta edición. Este año, el espacio de San Telmo se presenta bajo el título Arte es teatro, y propone una exploración de la relación entre las artes visuales y el teatro en Argentina desde los años sesenta hasta la actualidad, que incluirá exposiciones históricas y monográficas que pondrán en valor a figuras clave del teatro de vanguardia argentino y a artistas contemporáneos que han desdibujado las fronteras entre disciplinas como la performance, la música, el teatro y el arte en el espacio público En ese marco, se presenta la cuarta edición de El borde de sí mismo, que comenzó el fin de semana pasado con la presentación de Martín Flores Cárdenas y continuará con La Medusa, el Hilo, la Espiral y la Araña, de Valeria Conte Mac Donell (del 18 al 20 abril), una pieza en blanco y negro que investiga desplazamientos, máscaras y figuras ambiguas. Martín Flores Cárdenas, Valeria Conte Mac Donell, Agostina Luz López e Ignacio Bartolone (Guido Limardo/Museo Moderno) En la tercera semana (del 25 al 27 abril), Agostina Luz López presenta Un gigante rojo, inspirada en la destrucción cósmica del sol como metáfora de colapso y transformación emocional y el ciclo cerrará con Bailan como muñecos mis anhelos por volver a la escuela, de Ignacio Bartolone (del 2 al 4 mayo), en la que niños envejecidos recorren una educación pública convertida en pesadilla simbólica. Infobae Cultura dialogó con Tantanian, dramaturgo, curador de teatro del Moderno y ex director del Museo Nacional Cervantes, sobre el proyecto: — ¿Cuál es el concepto de El Borde de sí mismo? — En principio, el corazón o el motor principal es el de tener un espacio de experimentación y de error para los artistas. Espacio que hoy casi te diría que es inexistente, porque hay una lógica de mercado, en algún punto, respecto a que lo que uno pueda hacer, que tenga ciertas maneras y ciertas formas de ser percibidas. Y no existe un espacio en donde uno pueda aventurarse a probar cosas que por ahí no probaría, a encontrar maneras de narrar o de construir obra de una forma distinta a la que uno venía construyendo. El borde de sí mismo tiene que ver con asomarse al borde de la propia disciplina y mirar hacia otra, en este caso el cruce entre las artes visuales y las teatrales, pero también asomarse al borde de uno mismo respecto de la propia obra, de la experiencia, de lo que uno viene haciendo. O sea, nombramos el primer ciclo Ensayo entre el teatro y las artes visuales. Esta 4.ª edición vuelve a tomar esa bajada en el título y tiene que ver claramente con eso, ensayar. No solamente en términos de repetición, como cualquier ensayo teatral, sino también en el sentido de un ensayo literario. O sea, una especulación intelectual, una deriva sobre un tema específico. Todas esas cosas pretenden o quieren ser el borde de sí mismo que desde 2015, que hicimos la primera edición, está produciendo ya más o menos 20 obras, con la edición de este año. El primer año fueron ocho; cuatro, en la segunda edición; seis, en la tercera y cuatro este año. Estamos felices de poder presentar al público esta suerte de experimentos, de experiencias, que a su vez también permiten la cristalización del estado en el que se producen con la entrada del público que fricciona, activa claramente en los procesos, así que también nos interesa un estadio bastante primario de la creación, permitir que el público ingrese a la obra. Alejandro Tantanian, dramaturgo y curador de teatro del Moderno (Mauricio Cáceres) — ¿Qué se va a poder ver en esta edición y cómo se diferencia de las anteriores? — En esta edición la diferencia está claramente en los artistas convocados. No hemos repetido artistas, hay artistas de ambas disciplinas, de las teatrales y de las visuales. En la primera edición, como dije antes, era una voluntad de cruce entre el teatro y las artes visuales con artistas como Liliana Porter o como Rubén Schumacher, por citar dos nombres de los de mayor experiencia. Durante el segundo, tuvo que ver con los 60 años del museo, por lo que se trabajó sobre el patrimonio. En la tercera, dialogamos con una de las muestras que estaba en ese momento inaugurándose. Y en este año, en esta 4.ª edición, volvemos un poco a la primera edición, a ese cruce entre las artes visuales y el teatro, a esos ensayos híbridos entre ambas disciplinas. Es importante también decir que los espectadores, cuando van a ver El borde tienen otra forma de mirar, ¿no? Un espectador en un museo demanda otro tipo de cosas o no demanda las mismas cosas que cuando va, por ejemplo, a una sala teatral. Y esa suerte de mutación de la mirada y mutación de la percepción, también genera una mutación en la creación del autor. Así que también es ese diálogo, esbozado en la primera respuesta, esa tensión, ese diálogo entre el espectador y el intérprete o el espectador. Y la obra también forma parte de lo que sucede en este ciclo. — ¿Cómo es la construcción de una obra experimental en el teatro contemporáneo? ¿Cuáles son sus herencias y sentidos? — Por lo menos, en mi caso, trato siempre de experimentar o de intentar correrme del sitio más conocido. Entonces, cada obra que uno comienza, tiene la voluntad de experimentar algo, de probar alguna cosa que no he probado, de unir elementos que he trabajado anteriormente, pero no los he unido, de pensar unas gramáticas distintas de las que se está programado o planeado hacer o que venía haciendo. En general, los artistas convocados a este ciclo son artistas que, en su propio ADN como creadores, intentan permanentemente el experimento, la experiencia, el cruce. Si se puede hablar de herencias, me parece que el último gran movimiento así visible en términos de experimentación bajo un paraguas institucional o parecido fue el del Instituto Di Tella, con el Centro de Centro Audiovisual que dirigía Roberto Villanueva y que propuso y trajo a la escena teatral todos los aspectos de la danza, la música, el teatro, la performance, el mimo; una enorme cantidad de artistas que muchos de ellos siguen produciendo. Eso se puede espejar un poco en lo que va a ser la programación de este año del Moderno. Eso en cuanto a las herencias, y los sentidos son múltiples. El ciclo comenzó el fin de semana pasado con la presentación de Martín Flores Cárdenas Me parece también que la posibilidad de que existan espacios públicos que propicien la experimentación y el error en las artes hablan de un Estado relativamente saludable. Un Estado que no invierte en ciencia y en arte está condenado a la desaparición, y a la repetición de los malos errores. No de aquellos errores que permiten crecer. Entonces tener un espacio como El borde de sí mismo, que está subsidiado por dinero público, si bien es un presupuesto acotado, pero que exista un espacio que siga poniendo luz, iluminando la voluntad de la experimentación en las artes es un orgullo y es un espacio a defender. — Este año el Moderno pone el foco en el cruce entre Artes plásticas y teatro, ¿cuál es tu mirada sobre esa relación en el arte argentino? — La relación entre artes visuales y teatro ha sido una relación prolífica. Si uno piensa en artistas integrales, como Tadeusz Kantor, en Romeo Castellucci, en Robert Wilson, directores enormes del siglo XX, en la relación que hay entre los espacios diseñados por Jean Gillick y los trabajos de Peter Brook. Si vamos más atrás en el tiempo, en los trabajos constructivistas de los rusos, las escenografías increíbles de las obras de Meyerhold, los grandes escenógrafos que han trabajado y siguen trabajando desde Anna Viebrock con con Christoph Marthaler y una cantidad enorme inclusive en la Argentina, Gastón Breyer, Saulo Benavente, Graciela Galán, Oria Puppo, Jorge Ferrari. Bueno, hay una enorme cantidad de artistas visuales. U.n escenógrafo es un artista visual que tiene un diálogo permanente con el teatro. En este caso la idea de las artes visuales son por ahí trabajar más con quienes se autoperciben de alguna forma con la idea de las artes visuales. O sea, gente que se dedica a la pintura, a la escultura, a los que conocemos de manera más común en las artes visuales y generar una relación entre ese lenguaje y el lenguaje teatral. Este año en el Museo se van a poder ver distintas muestras que de alguna forma van a explicitar de una manera más contundente que lo que yo pueda decir. De hecho, la de Dalila Puzzovio se acaba de inaugurar. También nuestro ciclo viene trabajando desde su primera edición en el cruce entre ambas disciplinas. En mayo viene la gran muestra histórica que toma dos momentos fuertes de la producción teatral argentina, que es el Di Tella y el Parakultural, para poder trazar una suerte de genealogía de dónde estamos en este momento. Y después hay una muestra monográfica de Nacha Guevara, artista indiscutible que emerge del Di Tella, y habrá también una muestra sobre el Periférico de objetos, grupo emblemático de los años 90, que emerge también de alguna forma del Parakultural, que son las dos puntas, el principio y el fin de nuestra muestra histórica. También habrá un ciclo que se llama Exhibiciones en cartel que traerá obras de Lolo y Lauti, de María Oberst, Cristina Banegas, las Piel de lava, Rafael Spregelburd, Maricel Álvarez, Analía Couceyro, que trabajarán distintos tópicos y temas a lo largo del año.

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