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» Diario Cordoba
Fecha: 16/04/2025 03:08
Nada en la vida es terriblemente bueno y casi nada es irremediablemente nefasto. Sobre todo es que hay cambios irrevocables porque el avance científico y tecnológico nos ha ido conformando sociedades nuevas. La máquina de vapor o la producción fabril en cadena nos convirtió en otros, y excepto aquellos que fueron ingenuamente a destruir físicamente las industrias, el resto vivió con pelea un proceso de racionalización del trabajo y de mejora de las condiciones laborales. La llegada o búsqueda y hallazgo, porque las empresas no vienen solas, de toda la inversión empresarial en el ámbito de la inteligencia artificial, con miles de millones de euros y unos cuantos miles de puestos de trabajo, ha colocado a unos en el entusiasmo de lo que es innegable una buena noticia, y a otros, en el recelo de la concentración de centros de datos, de su impacto en los recursos naturales, las consecuencias medioambientales y el monocultivo empresarial. Mientras intentaba encontrar un punto medio entre ambas reflexiones, este fin de semana Whatsapp e Instagram se llenaban de fotos de conocidos transformados en viñeta gracias a la IA, pero no una, ni dos, sino una avalancha como fue la de los gatitos cantores, en su momento, o los elfos animados. Generar una imagen mediante IA consume entre 2 y 5 litros de agua, dejé de sumar porque me sentí peor que cuando compro agua embotellada que es siempre, y en plástico, claro. De media, generar una respuesta de unas 100 palabras en ChatGPT puede consumir alrededor de medio litro de agua, y ya les digo que hay tardes que para mí sola con dos garrafas de cinco litros no llego. Las posiciones maximalistas siempre se ajustan más al dogma de la perfección, pero el posibilismo del día a día, entre el que se encuentra nuestro comportamiento, es más realista y sobre todo más verdadero. El interior tiene este potencial de suelo, energía y comunicación que ha hecho posible ser atrayente para estas inversiones, que tampoco nos sobran en otras áreas. No querría caer en el soberanismo energético, porque de ahí al siguiente hay solo un paso, pero gastar aquí y no solo inundar es un salto estratégico, con muchos riesgos, es evidente. Vivimos en tiempos arriesgados, en los que nada de lo que hemos conocido nos puede servir como referente, pero es impensable dar un paso atrás en el desarrollo tecnológico. Ojalá lo utilizáramos como consumidores responsables, en otros sectores no hemos sabido embridar el impulso consumista de retales de tela a tres euros. En este asunto como en otros a nosotros se nos debe exigir responsabilidad, y transparencia y control a las administraciones y empresas implicadas.
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