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» Diario Cordoba
Fecha: 16/04/2025 03:05
La liturgia de este día nos mantiene aún en el instante en que se fragua la traición de Judas. A diferencia de ayer, el evangelio de Mateo introduce un diálogo directo entre Jesús y Judas: «¿Soy yo acaso, Maestro?», y Jesús responde: «Tú lo has dicho». Ayer, el signo: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Jesús asume con profundo dolor la traición de Judas y la afronta con delicadeza, ternura e inmensa piedad y, al mismo tiempo, con la determinación de un corazón libre que dice una palabra de verdad que pone al descubierto al enemigo. El cristiano que aspira a ser un buen discípulo del Señor está llamado a correr su misma suerte: vivir en verdad, padecer la persecución y el dolor, quizás dar la vida obedeciendo a la voluntad del Padre, y como el justo, del que nos habla el profeta Isaías, convertirse en el sufrimiento, en consuelo de los que padecen, confortar a los que sufren y morir perdonando a los que te maldicen y buscan tu perdición. Podemos pensar que somos débiles e incapaces de soportar los mismos suplicios que padeció el Maestro. Lo mismo que Jesús, nada hemos de temer si confiamos en que el Padre lleva las riendas de nuestra vida. Aunque todos nos abandonen, el Señor jamás nos abandona. Como dice el profeta: «El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado». Confiando en el Señor podremos afrontar cualquier dificultad, su amor es en el pilar en el que nos sustentamos y nos ayuda a superar nuestras penurias y a ser el consuelo de tantos como a nuestro alrededor sufren a causa de la pobreza, la marginación, la exclusión, la enfermedad, la ancianidad… todos aquellos que son débiles y frágiles.
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