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» Comercio y Justicia
Fecha: 15/04/2025 23:04
Por Javier De Pascuale La renovada guerra comercial entre Estados Unidos y China, impulsada ahora por la administración de Donald Trump, está transformando el comercio agrícola global, y Argentina, junto con Brasil, se posicionan como actores claves en este escenario. Los aranceles estadounidenses, diseñados para proteger la economía interna, han generado una reacción en cadena que beneficia a los productores de la región, mientras los agricultores de EE.UU. enfrentan pérdidas significativas. Cómo Argentina puede capitalizar esta oportunidad, cuál es el rol de Brasil como competencia o aliado, y cómo se comportarán los mercados agrícolas globales con el foco puesto en el campo criollo, en el informe que sigue. Trump pateó el tablero Con su regreso a la presidencia, Donald Trump maximizó su agenda proteccionista. En los últimos días, elevó aranceles por hasta el 125% sobre productos chinos, desde tecnología hasta textiles (aunque en las últimas horas puso en suspenso los aranceles sobre productos tecnológicos). China respondió con gravámenes del 84% sobre bienes estadounidenses, golpeando especialmente a la soja, el maíz y la carne, que luego subió hasta 124%. Este enfrentamiento, que incluye sanciones a empresas tecnológicas y restricciones a materias primas críticas, no sólo afecta a las dos potencias, sino que abre oportunidades para países agrícolas como Argentina y Brasil. La primera guerra comercial (2018-2020) ya mostró el impacto de estas políticas: las exportaciones de soja estadounidense a China cayeron 79%, generando pérdidas de 11,000 millones de dólares para los productores de EE.UU. Los subsidios de 28,000 millones otorgados entonces por Trump no lograron compensar la pérdida de mercado. Hoy, con China diversificando proveedores, Argentina y Brasil están aprovechando para consolidarse como socios estratégicos de Pekín. Argentina: oportunidad para el campo Argentina, uno de los mayores exportadores mundiales de soja, maíz y carne, está bien posicionada para beneficiarse de la guerra comercial. Durante la primera fase del conflicto, entre 2018 y 2020, las exportaciones argentinas de soja a China crecieron 15%, según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). En 2025, esta tendencia se acelera. La BCR estima que las exportaciones de granos y subproductos podrían generar ingresos récord de 40,000 millones de dólares este año, impulsadas por la demanda china y los precios competitivos frente a EE.UU. El gobierno argentino, consciente de esta oportunidad, intensificó su diplomacia comercial. En marzo, el canciller Gerardo Werthein y el ministro de Economía, Luis Caputo, se reunieron con autoridades chinas para negociar la apertura de nuevos productos, como carne porcina y trigo. China, que ya absorbe el 70% de las exportaciones argentinas de harina de soja, está interesada en diversificar sus compras para reducir la dependencia de EE.UU. Según Ámbito Financiero, Argentina podría aumentar sus envíos de maíz en 20% en 2026, aprovechando la infraestructura mejorada en puertos como Rosario y Bahía Blanca. El sector cárnico también ve un impulso. China suspendió importaciones de carne estadounidense tras los aranceles; y Argentina, junto con Brasil, está llenando ese vacío. El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) reporta un aumento del 25% en las exportaciones de carne bovina a China en el primer trimestre de 2025. Sin embargo, el desafío para Argentina es sostener esta expansión en medio de restricciones internas, como retenciones a las exportaciones y costos logísticos elevados. Brasil: competencia o complementariedad Brasil, el mayor exportador mundial de soja y un líder en carne y maíz, complementa el ascenso de Argentina. En la primera guerra comercial, China redirigió su demanda hacia Brasil, que vio un aumento del 30% en sus exportaciones agrícolas entre 2018 y 2020. En 2025, esta dinámica se consolida. Bloomberg proyecta que Brasil podría cosechar 30% más de soja en 2026, gracias a la expansión de tierras cultivables y mejoras en puertos como Santos. El gobierno de Lula da Silva fortaleció los lazos con China, que representó el 31% de las exportaciones agrícolas brasileñas en 2024. Rabobank estima que esta cifra podría alcanzar el 35% en 2025, con énfasis en granos y proteínas. Brasil ofrece precios competitivos y una logística robusta, lo que lo convierte en un competidor directo de Argentina. Sin embargo, ambos países se benefician mutuamente al diversificar la oferta sudamericana, reduciendo la presión sobre cada uno para satisfacer solos la demanda china. El drama de los agricultores estadounidenses Mientras Argentina y Brasil prosperan, los agricultores estadounidenses enfrentan una crisis. La soja, que constituye el 40% de sus exportaciones agrícolas a China, perdió terreno. Los precios de la soja cayeron a mínimos de 2020 en el Chicago Board of Trade, afectados por los aranceles chinos y la competencia sudamericana. El maíz y el trigo también sufren, con Argentina y Brasil captando cuotas de mercado. La Unión Nacional de Agricultores de EE.UU. calcula que las pérdidas podrían superar los 15.000 millones de dólares este año si la situación persiste. Aunque Trump promete nuevos subsidios, analistas de Citigroup advierten que no compensarán la pérdida estructural de mercado. La fortaleza del dólar, que se apreció 5% frente al peso argentino y el real brasileño en 2025, encarece aún más los productos estadounidenses. Además, la inflación proyectada en 4,5% por el Laboratorio de Presupuesto de Yale eleva los costos de insumos, apretando los márgenes de los productores. La incertidumbre interna agrava el panorama. Los aranceles de Trump generaron una caída del 9,1% en el S&P 500 en abril de 2025, la mayor desde la pandemia, afectando la confianza de los agricultores. En estados agrícolas como Iowa y Nebraska, las protestas contra las políticas comerciales crecen, con productores exigiendo una estrategia que no sacrifique al campo. Oportunidad, pero con riesgo Para Argentina, la guerra comercial es una oportunidad, pero no está exenta de riesgos. La dependencia de China, que absorbe más de un tercio de las exportaciones agrícolas, plantea vulnerabilidades ante posibles cambios en la demanda o conflictos diplomáticos. Además, las retenciones del 33% a la soja y del 12% al maíz, aunque reducidas en 2024, siguen siendo un punto de fricción con el sector agropecuario, que reclama mayor competitividad. A nivel global, la guerra comercial refuerza la influencia de China en América Latina. Pekín está invirtiendo en infraestructura en Argentina, como el Polo Logístico Antártico en Ushuaia y mejoras en el tren Belgrano Cargas, para facilitar el comercio. Esto genera tensiones con EE.UU., que ve perder terreno geopolítico en la región. La Unión Europea, afectada por aranceles estadounidenses del 20%, también está negociando con China, lo que podría complicar el acceso de Argentina a mercados alternativos. En términos de precios, la mayor oferta sudamericana podría estabilizar los costos de alimentos globales. La FAO prevé que los precios de la soja y el maíz se mantengan bajos en 2025, beneficiando a importadores como China, pero presionando a productores en otras regiones. Para Argentina, esto implica la necesidad de diversificar destinos, con India y el sudeste asiático como mercados emergentes. Lo que se viene El futuro de Argentina depende de su capacidad para capitalizar esta coyuntura sin repetir errores del pasado. La Sociedad Rural Argentina (SRA) urge al gobierno a reducir trabas burocráticas y mejorar el tipo de cambio para exportadores. Inversiones en tecnología agrícola, como siembra directa y biotecnología, podrían aumentar la productividad, manteniendo la competitividad frente a Brasil. Para Brasil, el desafío es similar: diversificar mercados y mitigar el impacto ambiental de la expansión agrícola, que enfrenta críticas por la deforestación amazónica. Ambos países podrían colaborar en un frente sudamericano para negociar mejores condiciones con China, evitando una carrera a la baja en precios. En EE.UU., los agricultores buscan nuevos mercados, pero reemplazar a China es difícil. La administración Trump apuesta por acuerdos bilaterales, pero el fracaso parcial del acuerdo de “Fase Uno” de 2020 genera dudas. Una recesión, proyectada por JPMorgan Chase si la guerra comercial se prolonga, podría agravar la crisis del campo estadounidense. La guerra comercial de Trump está reconfigurando el comercio agrícola, con Argentina y Brasil como ganadores y los agricultores estadounidenses como principales perdedores. Para Argentina, esta es una oportunidad histórica para consolidar su rol como proveedor global, pero requiere políticas que liberen el potencial del campo. Brasil, como aliado y competidor, refuerza la posición sudamericana, pero ambos países deben navegar riesgos internos y externos. Mientras el conflicto entre EE.UU. y China persista, el agro argentino tiene una ventana para brillar, siempre que actúe con visión estratégica.
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