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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 14/04/2025 10:44
El año pasado Argentina produjo aproximadamente 2.000 kilos de trufas, distribuidos en unas 75 hectáreas en plena producción Bajo la sombra de los robles, el bosque parece respirar con el ritmo de lo eterno. Allí se erigen como guardianes de un delicado equilibrio, donde la tierra guarda un tesoro invisible a simple vista: la trufa, el “diamante negro de la cocina”. Este hongo subterráneo, codiciado por chefs y gourmets, nace de una alianza simbiótica con las raíces de los árboles, mientras que el olfato de un perro entrenado se convierte en la clave para desvelar su misterio. En Argentina, la truficultura tiene un pionero: Agustín Lagos, el primer productor de trufas del país, cuyas técnicas y conocimientos lo han convertido en un referente buscado por otros productores. ¿Qué hay detrás de este misterioso hongo? Lujo, laboratorio y paciencia Desde tiempos remotos, la trufa negra del Périgord (Tuber melanosporum) fue símbolo de lujo y misterio en las cocinas más exclusivas del mundo. Su aroma inconfundible y su sabor único la convirtieron en el protagonista de banquetes reales en la Europa medieval, mientras poetas y gastrónomos la alababan como un regalo de los dioses. La trufa, conocida como el “diamante negro”, revela un universo fascinante de paciencia, simbiosis y sabor, liderado en Argentina por el pionero Agustín Lagos (Revista Chacra) Hoy, este tesoro subterráneo no solo despierta fascinación, sino también el interés de la ciencia, que ha perfeccionado su cultivo desde la inoculación hasta su recolección en los bosques argentinos. ¿Cómo es el proceso? El nacimiento de una trufa comienza con un acto casi mágico: la inoculación. En el laboratorio, las raíces de pequeños árboles como encinas y robles se enriquecen con esporas de trufa, iniciando una relación simbiótica que será el corazón del cultivo. Estas plántulas inoculadas se trasladan luego al bosque, donde serán plantadas en terrenos cuidadosamente seleccionados. “Las condiciones del suelo son fundamentales”, explica Lagos. “Un pH ligeramente alcalino y una textura adecuada marcan la diferencia”. En Argentina, las regiones ideales incluyen la Pampa Húmeda, las sierras de Córdoba y San Luis, el Alto Valle del Río Negro, el sur de Mendoza y amplias zonas de la provincia de Buenos Aires. Estas áreas ofrecen el clima y las características necesarias para que las trufas prosperen, aunque Lagos enfatiza que el manejo técnico es lo que convierte un bosque trufero en un éxito. Una vez en el bosque, comienza la espera: años de dedicación y cuidados, donde el productor debe vigilar las condiciones del suelo, la irrigación y el desarrollo de los árboles. La paciencia es una de las herramientas más valiosas en este oficio, pues pueden pasar hasta una década antes de que las primeras trufas estén listas para la cosecha. Tarda en llegar, pero al final.... Cacería de trufas: tradición y técnica El momento cumbre del proceso es la caza de trufas, una experiencia cargada de misterio y emoción. Nadie sabe exactamente dónde se encuentran las trufas bajo tierra, ya que estas se esconden a distintas profundidades y en lugares impredecibles. Aquí es donde los perros entrenados, verdaderos protagonistas de esta etapa, entran en acción. Con su olfato agudo, los perros detectan el aroma inconfundible de las trufas maduras, guiando a los productores hacia su ubicación exacta. “Es una relación de confianza entre el animal y el cazador”, explica Lagos, quien destaca que el éxito de la búsqueda depende de la conexión entre ambos. Este método, además de garantizar una cosecha sostenible, agrega un componente casi mágico al cultivo de este manjar. La historia de la trufa, venerada desde la antigüedad, refleja su prestigio actual. Lagos señala que el año pasado Argentina produjo aproximadamente 2.000 kilos de trufas, distribuidos en unas 75 hectáreas en plena producción. Más de la mitad de esta cosecha quedó en el país, mientras el resto se exportó para abrir mercados internacionales. Los precios de la trufa negra tuber malanosporum fresca ronda entre los U$D 1.300 a U$D 1.800 por kilo según las temporadas. Este producto de lujo requiere un manejo técnico riguroso y un profundo respeto por los ciclos naturales. Y al final hay recompesa “La trufa nos enseña a esperar, a valorar lo que no se ve a simple vista”, reflexiona Lagos. Este aprendizaje ha quedado plasmado en su libro, “Desarrollo y Cultivo de Trufas en la Argentina, una nueva opción Agroforestal” un manual imprescindible para quienes deseen iniciarse en la truficultura. “A nivel global, la demanda de trufas supera ampliamente la oferta, y Argentina tiene todas las condiciones para liderar el mercado latinoamericano”, afirma con determinación. Con una mezcla de pasión y visión de futuro, el productor sueña con un país en el que miles de hectáreas se transformen en frondosos bosques truferos. “No voy a descansar hasta que cada trufera se convierta en un punto de encuentro, donde la industria gastronómica y hotelera florezcan y den vida a una nueva cultura agroforestal”, asegura, dejando entrever el compromiso y el amor que lo guían en este camino. En este camino, la trufa no solo se revela como un diamante negro bajo tierra, sino también como una joya que puede transformar paisajes, economías y tradiciones, dejando una marca indeleble en la identidad agroforestal argentina. Entre el aroma del bosque y la tierra húmeda, se erige como un emblema de paciencia, saber hacer y el sabor más exquisito que puede ofrecer la naturaleza.
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