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  • La segunda vida de Lolo, el caniche al que iban a sacrificar porque no caminaba y el amor de un pueblo para salvarlo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 14/04/2025 04:31

    Lolo (Instagram/piedrasconvida) La vida de Lolo, un caniche de pelaje blanco, volvió a empezar hace seis años, cuando Carolina Cervasio impidió que la mujer que lo había comprado en un criadero de Pilar lo mandara a “dormir”. “¡No camina!”, le dijo aquella noche por teléfono, como única justificación, cuando le exigía que fuera a buscarlo para sacrificarlo. Espantada por lo que escuchaba, Carolina no pudo contenerse y, aunque sabía que se trataba de una mujer mayor, la insultó con todo lo que le vino a la mente. “Sé que le falté el respeto, pero quería que yo me ocupara de matar al perro porque no podía caminar”, explica la mujer, con la voz quebrada al recordar ese momento. Carolina es conocida en Junín por rescatar perros, en especial aquellos con enfermedades o malformaciones, los que nadie más quiere. Actualmente convive con diez perros a los que decidió darles una segunda oportunidad y una vida digna. “Vivimos todos juntos adentro de mi casa y somos felices”, dice, y reafirma que “eso es lo más importante”. Lolo disfruta su vida, caminando con el carrito que Carolina inventó para él (Facebook/Proyect Junín Caro) El inesperado llamado que salvó a Lolo Por las noches, cuando suena el teléfono, Carolina ya sabe que puede tratarse de una urgencia. En Junín, ciudad en la que vive desde hace varios años, su número circula en el mundo del proteccionismo como un recurso de auxilio. De manera independiente, lleva años rescatando animales abandonados, lastimados, descartados. Medio Junín la llama cuando nadie más responde. Pero aquella llamada fue distinta. La voz delataba que se trataba de una persona mayor, que no demoró en hacer directamente su pedido: “Necesito alguien que me sacrifique el perro”. Carolina, acostumbrada a escuchar de todo, preguntó la razón. La respuesta fue un golpe seco que dejó tan perpleja como enfurecida a la proteccionista: “Porque no camina”. Se trataba de un cachorro con una malformación congénita, “nacido así”, como explicó la voz al otro lado. Y esa condición bastaba, para quien lo había comprado, como justificación para matarlo. “Le dije de todo. Le falté el respeto de una manera tremenda, me hago cargo”, recuerda Carolina, que terminó cortando la llamada entre lágrimas por darse cuenta de que si ella no lo rescataba, esa anciana buscaría a otra persona que acabara con la vida del animal. La historia no terminó ahí. Supo después que quien había pasado su contacto era Romina, una conocida del ambiente del proteccionismo, que le explicó que el perro había sido comprado en un criadero de Pilar y tenía los bracitos deformados. “Literal, como te lo cuento, fue un suspiro y en ese suspiro me dije: si no lo agarro me cago la vida. Y si lo agarro, también...”, revive Carolina conmocionada. Eligió el segundo camino. Lolo, en el carrito, junto a sus hermanos, también rescatados (Facebook/Proyect Junin Caro) “La maldije bastante a Romina, que es una chica divina, pero bueno, me enojé con ella por la situación. Le dije que como ella me metió en eso, que ella me saque... Me dice sí, y qué quería que hiciera. Le pedí que fuera a la casa de esa mujer y le sacara al perro, diciéndole que consiguió quien lo sacrificara, porque la sentí muy, pero muy decidida a conseguir alguien que lo matara. Al otro día, nos organizamos con Romina y a las 9, apenas abrió la veterinaria, llegó bajo la lluvia, en su moto y con el perrito. Yo la esperaba en la puerta llorando, porque encima soy flojísima y tenía miedo de que el veterinario me dijera que efectivamente había que sacrificarlo. Ese era mi gran miedo”, revive. Junto al veterinario, lo miraron y no supieron por dónde empezar. Ese mismo día, desesperada, Carolina subió un video a su cuenta de Facebook y contó: “Me lo dieron para sacrificar. No sé cómo, pero no lo quiero hacer”. La respuesta que recibió fue conmovedora. Cientos de personas desconocidas no dudaron en donarle dinero para el tratamiento de Lolo, como lo llamó. Hubo personas que la conocían y que le acercaron dinero; otras, que la cruzaron en la calle y le preguntaban cómo colaborar. Toda la ciudad de Junín se impuso la misión de salvar la vida del caniche de mirada triste. Y así fue como juntó el dinero suficiente para trasladarlo para ver a un neurólogo en Flores, ciudad de Buenos Aires. “Era impresionante todo lo que había movilizado ese animalito. Entonces se me ocurrió comenzar a pintar piedras, trabajo que divulgué en mi página de Instagram, porque quería darles algo a cambio. Y como sé pintar, pensé que hacer pinturas y que quienes donaron, eligieran lo que les gustaba. En ese momento, —corría el año 2018—, creo que había gastado unos $ 50 mil, y era muchísima plata”, dice. El trabajo de Carolina (Instagram/piedrasconvida) Luego de descartar que la invalidez fuera por causas neurológicas, comenzó otra etapa para la salud de Lolo que terminó en cuatro cirugías realizadas en Junín. Eso era lo que los veterinarios le aconsejaron y Carolina lo hizo todo para el bienestar del animal. Lo llevó a cada cita médica, lo sostuvo mientras lo revisaban y le hacían las placas radiográficas. “Lo operaron cuatro veces, lo entablillaron, dejándole los bracitos tiesos, como deberían estar, porque él tiene doble luxación en ambos hombros y ambos codos. Pero cuando lo desentablillaban, por ahí después de un mes, los volvía a luxar él mismo. En la cuarta cirugía, Alejandro Panet, el veterinario que hasta inventó cosas por él, me dijo: ‘Es muchísimo lo que le estamos haciendo. Ya está. Yo te diría que seas feliz, que hagas que sea un perrito feliz con lo que puedas, como puedas, porque ya tiene reuma deformante y tiene deformados los hombros y los codos’”. Le hizo caso: le construyó un carrito para que pueda andar y le adaptó la casa con rampas. “Anda para todos lados, ¡es un chivo! Le gusta estar en el sol, sentir calor; después entra a la casa, o se corre donde hay sombra. Es como un chico”, lo describe orgullosa. El momento en que Carolina lleva a Lolo a la primera revisión médica (Facebook/Proyect Junin Caro) Hoy Lolo, —el cachorro que alguien pretendió matar porque no caminaba— vive en una casa llena de perros que cargan con historias parecidas a la suya: uno ciego, una perra con una pierna rígida, otra con vértigo, una caniche micro toy descartada por tener un “defecto”. “Todos tienen historias fuleras. Pero bueno, están acá, conmigo”, subraya la mujer que vende piedras pintadas en las ferias de Junín “para solventar gastos de mis animales rescatados”, cuenta en su perfil de Instagram, @piedrasconvida, donde deja ver su talento con los pinceles. Volviendo a aquella mujer, Carolina quiere contar que se tomó el tiempo para averiguar quién era. Supo su nombre y su cargo público. “Trabaja en el PAMI en Junín. Es patético que esté a cargo de los abuelos”, dice con rabia. Se la cruzó varias veces y no se guardó las palabras. A cada persona que le preguntó por ella, no temió en contarle quién era y qué había hecho. Feliz por la decisión que tomó, la de unir a Lolo a su familia, Carolina no se arrepiente de lo que eligió: hacerse cargo de un alma desamparada y que enfrentó la crueldad. Para ella, como para tantos proteccionistas anónimos que día a día rescatan animales de distintas especies, cada vida importa. Y salvar una, muchas veces, cambia tanto la vida de ese animal como la de la persona.

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