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  • Palmas y ramos de olivo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 13/04/2025 19:34

    Nos encontramos en el pórtico de la Semana Santa. Hoy amanecemos a un día donde los corazones cofrades con inquietud, impaciencia y vigor, comienzan a despertar ante el tronío de los ángeles que rasgan el firmamento y que, desde lo más alto, anuncian un nuevo estreno. Este amanecer es distinto; está colmado de la alegría de un rocío que fecunda y hace brotar el azahar, embriagando con su aroma el lugar donde emerge un río de plegarias y sentimientos hacia el dador de todo bien. En muchos hogares habrá hoy nerviosismo, turbación, ansiedad…, las calles y plazas se llenan de chiquillería y algarabía; carreras, prisas, colorido, regueros de pequeños cogidos de las manos de sus padres, familias enteras que al paso de los templos, de sus canceles, van tomando pequeñas ramas de olivo y palmas en sus suaves y delicadas manos, y caminan al encuentro de aquel que viene “victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino”; es nuestro Señor, del que han oído hablar que “ha venido a anunciar a los hombres la Buena Nueva”. Es recibido triunfalmente camino del que mañana será su Gólgota. Hoy es un día festivo donde entran en juego los contrastes: el canto alegre y exultante en honor de un Rey que se presenta bajo las credenciales de la humildad y sencillez a lomos de un pollino; y, por otro lado, el aroma a muerte bajo el grito cargado de ignominia y sabor a hiel -¡crucifícalo, crucifícalo!- Hoy es el pórtico donde se anuncia y proclama el misterio central de nuestra fe y somos llamados a compadecer con Cristo, tener los mismos sentimientos de su corazón, y descubrir que esta entrega de la vida es por mí, por el perdón de mis pecados y para abrirme las puertas de la vida eterna. Por ello, os animo a vivir esta Semana Santa contemplando los distintos misterios de la Pasión de Cristo por nuestras calles con la mirada de un corazón que desea ser traspasado por el triunfo del amor. Que al mismo tiempo busquemos la intimidad de los templos en la celebración del Triduo Pascual con la intención de compadecer con el Varón de Dolores que se entrega por nosotros hasta el extremo, regalando a esta humanidad una lección de compasión y misericordia, para que purificados de toda maldad podamos celebrar el próximo domingo el triunfo de la vida. Porque el hombre ha sido creado para la vida eterna, para gozar junto al Padre para siempre, y no para quedarse en el sinsentido de la muerte.

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