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  • El potente y temible regreso de la inflación alta

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 13/04/2025 05:17

    Cadena nacional de Javier Milei y su Gabinete En las últimas semanas, hay un minuto del día, el que arranca a las 4 en punto de la tarde, que se ha transformado en una referencia para los agentes económicos y políticos. A esa hora exacta se conoce lo que ocurrió con las reservas del Banco Central y qué monto vendió o compró la entidad en las horas previas. Una vez al mes, además, ese minuto se torna más relevante, porque se difunde además, a la misma hora, el índice de inflación. El viernes pasado fue uno de esos días. A la hora señalada se conocieron dos datos dramáticos: la inflación se aceleró a niveles que nadie había previsto –3,7 por ciento; 5,9 en alimentos— y un Banco Central casi sin reservas se había desprendido de USD 400 millones. El panorama era desolador. En el correr de esa tarde tan dura, como tantas otras veces en la historia argentina, el ministro de Economía -que en este caso se llama Luis Caputo, pero podría llamarse de otro modo- anunció medidas destinadas a cambiar la historia. Luego, como tantas otras veces, el Presidente -que en este caso se llama Javier Milei pero podría llevar otro nombre- habló solemnemente en cadena nacional. Y, como tantas otras veces en la historia, explicó que esta vez no será igual. Esa descripción permite percibir algunos de los desafíos estructurales que enfrentará el tándem Milei/Caputo en los meses que siguen. Por un lado, está la historia argentina, o sea, el pasado, ese loop agotador, ese eterno retorno, esa imagen persistente, tan parecida a tantas otras imágenes: inflación creciente, fuga acelerada de reservas, cadena nacional, acuerdo con el Fondo, promesas de que esta vez, sí, salimos, miedo a que el dólar salte por el aire, tremenda sensación de nopuedeserotravezlomismo. Una y mil veces. Van a ver que ahora salimos. Porque esta vez estamos haciendo las cosas bien. Nunca antes fue así. Nos prestan porque confían en nosotros. Esos antecedentes debilitan la confianza en la palabra presidencial, no solo en la de este presidente, sino también la de todos los que lo antecedieron y la de los que vengan. Si tantos presidentes y tantos ministros no lograron evitar las crisis, y optaron por los mismos remedios y explicaron que, por alguna razón, esa vez sería distinto, es lógico que la platea reconozca instintivamente los indicios de otros momentos traumáticos, que todos los sentidos se pongan en alerta, que quien pueda recurra a la misma protección de siempre. Eso, claro, es un problema que excede a Milei. Pero, claro, aporta la suya para complicarle la vida. Luis Caputo, ministro de Economía De todos modos, el asunto se agrava cuando la palabra presidencial está en duda. Los presidentes tienen, siempre, al menos una chance. En el momento en que asumen, cuando aún no son culpables de nada, las sociedades intentan creer que será distinto, con cierta ingenuidad, como si fuera un ritual, se aferran a una nueva esperanza. Hay, además, un inmenso dispositivo comunicacional que se despliega para alimentar esa fe. En cualquier caso, no dura para siempre. Por eso, en el período de gracia un Presidente se debería mover con extremo cuidado. Si la magia se disipa, su palabra perderá capacidad para generar expectativas y así diseñar el futuro. Si, por ejemplo, un Presidente consigue una imagen récord gracias a la manera en que conduce el desafío de la pandemia, el día que aparece una foto que demuestra cómo violaba la cuarentena, pierde el arma de la credibilidad. Cuando un Presidente promete dolarizar y no lo hace, o promete erradicar la corrupción y queda involucrado en una estafa, o promete luchar contra el comunismo y termina defendiendo a China, o desprecia a quienes critican su enfoque económico y termina pasando lo que esos críticos advertían, o calificaba de inmorales a quienes se endeudaban con el Fondo Monetario y hace exactamente eso, o prometía jamás devaluar y finalmente devalúa; si un Presidente hace todo eso, puede que su credibilidad, progresivamente, se devalúe. Entonces, cuando dice que esta vez sí, vamos a salir, es razonable que haya dudas sobre si cree realmente en lo que dice, o si sabe lo que está haciendo. Ese problema, el de la credibilidad presidencial, se agrava en este caso, porque Milei pifió justo en el área donde presume ser el mejor: la economía. El número de inflación de marzo, o la pérdida de miles de millones de dólares de reservas en tres meses, son bastante elocuentes al respecto. Las máximas autoridades de la ortodoxia argentina se lo señalaron hasta el cansancio: el esquema cambiario terminaría en una encerrona muy clásica. Y así fue, exactamente. En ese proceso, las burlas de Milei eran terribles. El Presidente ponía voz nasal para ridiculizar a quienes criticaban el esquema cambiario: “el cepo, el cepo, el cepo…”. Pero luego levantó el cepo, cuando ya se había pagado un costo enorme por mantener el esquema anterior. Hace solo tres meses, el riesgo país se desplomaba, la inflación bajaba de manera sostenida, y las reservas crecían, empujadas por un blanqueo muy exitoso. Desde enero todo se dio vuelta. El riesgo país trepó fuerte, la inflación se recalentó, las reservas se derrumbaron hasta límites peligrosos. Los mandriles tenían razón. ¿Cómo creerle entonces a los pronósticos presidenciales tan asertivos cuando, salvo los propios, todo el mundo ha visto que la infalibilidad presidencial es tan frágil? Algo de eso se empieza, además, a manifestar en múltiples encuestas. La imagen presidencial ha caído mucho en los últimos meses, aunque se mantiene todavía por encima del 40 por ciento en la mayoría de los estudios. Pero ya hay tres sondeos donde La Libertad Avanza aparece empatada con el peronismo en las próximas elecciones. El último de ellos es de Shila Vilker, una de las consultoras que anticipó claramente el triunfo de Milei en 2023. Esta semana se conocerán los primeros indicios de la reacción social ante los anuncios presidenciales. Antes del anuncio del nuevo endeudamiento con el Fondo Monetario, y de la liberación parcial del cepo, los movimientos del mercado habían colocado a los dólares alternativos en los 1400 pesos. Si el tipo de cambio oficial se acerca a ese número, se habrá producido una devaluación cercana al 30 por ciento. En el mes que terminó, la inflación fue del 3,7 con una corrección del 1 por ciento. ¿Qué pasará con los precios entonces? ¿Cuánto será la inflación de abril, que ya se insinúa mayor a la de marzo? ¿Y la de mayo, que sentirá el impacto pleno de la devaluación? Se trata, entonces, de una especie de vuelta a empezar con la inflación, otra vez, altísima. Si los precios aceleran fuerte, el próximo paso será una nueva devaluación y así hasta el infinito. El proceso está en manos de las mismas personas que no supieron evitar que el tipo de cambio se atrase luego de una devaluación muchísimo mayor. Donald Trump, presidente de Estados Unidos Encima, está el mundo. La volatilidad que Donald Trump imprimió a la economía mundial al desatar una guerra comercial contra China genera una tendencia fuerte para que los capitales huyan de plazas inseguras, y la Argentina ha hecho méritos para figurar en un lugar muy destacado entre ellas. Hay preguntas muy obvias que guiarán la toma de decisiones de multitudes de agentes económicos en las próximas semanas. ¿Será que un anuncio presidencial, en medio de una pérdida de reservas muy fuerte y una inflación muy alta, alcanza para compensar esos problemas? ¿Por qué razón un país sería más creíble cuando le agrega deuda a su enorme deuda impaga? ¿Entenderá el Gobierno por qué se metió en un callejón sin salida o cometerá los mismos errores en las próximas semanas? Aun cuando el Gobierno haga todo bien, ¿cómo influirá lo que pasa en el mundo? La apuesta oficial se puede deducir del discurso del Presidente. A un precio del dólar más alto, habrá mayor liquidación de los exportadores. Eso, más el ingreso de dólares por la nueva deuda, generará la percepción de que Argentina está en óptimas condiciones de pagar sus obligaciones, lo que bajará el riesgo país, y permitirá que el país se refinancie en los mercados para siempre. Para dar más certidumbres, el Presidente anunció que profundizará el ajuste fiscal y aumentará el superávit. Profundizar el ajuste, claro, frenará la economía. En el mejor de los casos, no serán tiempos sencillos. La historia argentina, los errores serios de Milei, su obcecación, su irracional agresividad, los arranques de Donald Trump, la inflación alta, los anuncios de que el cepo se levantaría recién en enero, que sería irresponsable hacerlo antes, la decisión de mantenerlo para las empresas: son demasiados los fantasmas que rodean los heroicos anuncios del viernes. A todos ellos se le suma que hay una teoría –la principal teoría de Milei- que ha entrado en tensión. Decían que la inflación se explica solo por la emisión que surge del déficit fiscal. Si el Gobierno, como dice, logró el equilibrio en enero del 2025, ¿por qué volvió la inflación y volvió tan fuerte? ¿Era mentira lo del equilibrio o la teoría en la que se apoya este gobierno es insuficiente? Demasiados fantasmas. Claro, si alguien cree que todo va a andar mal porque siempre anduvo mal, no hay nada que hacerle. Así que Milei tendrá una nueva chance, tal vez su última bala. Ojalá, a diferencia de lo que ocurrió hasta aquí, apunte correctamente. De las cosas que están en juego, lo menos importante es su destino personal.

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