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  • Sergio Giles. “El viento nos organiza la vida”

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 13/04/2025 04:49

    De las primeras tablas gigantes a la emoción de volar con un kite. Historia, evolución y pasión en primera persona. Por Manuel Iconicoff Cuando el viento molesta o genera fastidio en los bañistas porque puede arruinar un día formidable de playa, aparecen ellos. Llegan de a docenas. Sonríen mirando el pronóstico. Mientras unos aseguran la sombrilla o se refugian a lo mejor de la arena que vuela; otros van llegando con todo los equipos y se preparan para cruzar el Río Uruguay de costa a costa; desde la Isla del Puerto a Arroyo Negro, desde Banco Pelay a Paso Vera y por qué no, desde la punta de Cambacuá hasta la Isla Dolores. Desde hace varias temporadas, las cometas del kitesurf pintan un paisaje hermoso en el cielo de la ciudad. Para los “kiteros”, el viento no es molestia: es una oportunidad, es motor, es impulso, es libertad. En Concepción del Uruguay, ciudad de río y playas, el kitesurf creció con fuerza de la mano de quienes lo adoptaron como más que un deporte, como un cable a tierra. Entre ellos está Sergio Giles, pionero del windsurf en los años 70, testigo de la transición hacia el kite y hoy instructor, organizador y apasionado. En esta entrevista cuenta cómo fue ese recorrido, qué significa navegar con el viento a favor, y cómo el kitesurf se convirtió, para muchos, en un auténtico estilo de vida. -¿Cómo comenzaste en el mundo del windsurf y cómo fue evolucionando hasta llegar al kitesurf? – Yo arranqué mirando, observando en los años 70, más o menos en el ‘75 o ‘76. En esa época acampábamos en Agua y Energía y veía a los primeros que andaban en windsurf. Me llamaba mucho la atención, me pasaba horas y horas mirando cómo navegaban. Más adelante, creo que en el año ´83 me fui a vivir primero a San Nicolás y después a Rosario; y cuando venía de vacaciones a Banco Pelay, tenía un amigo que había comprado una tabla de windsurf y la dejaba en mi casa. Me prestaba una tabla y así fue que me subí por primera vez, sin que nadie me explique nada. Me pasaba las tardes intentando pararme, me caía 200 veces, la gente se reía, pero un día empecé a andar. En el año 90 me volví a Concepción y me compré mi primera tabla, que era una drakkar, eran tablas redondas, las tablas gigantes, las velas eran malas, era una vela re difícil de llevar con la botabara que se movía entera. Y después en un viaje que me hago a la costa uruguaya, me compro una tabla olímpica, la que usaban en la olimpiada, que acá me decían “no, no va andar eso, necesita mucho viento”. Un día se levantó viento sur y me acuerdo que un día un grupo de amigos que tenían la tabla redonda los pasé como parados y después empezaron a cambiar todas las tablas y compraron tablas planas. Después el windsurf fue evolucionando, empezamos a comprar tablas más chicas, aparecieron las tablas de fórmula, un grupo de dos o tres acá empezamos a correr el circuito argentino de fórmula en Windsurf. -¿Y cómo llegaron los primeros kites? – El primer kite lo vimos en un encuentro de windsurf que hicimos acá. Fue algo nuevo, diferente, y llamó la atención. Algunos se animaron a comprar y aprender, casi solos. Tomaron una o dos clases en Buenos Aires, y después pasaban horas en el río, probando, los veías flotar en el medio del río. Yo al principio era anti-kite, porque habíamos logrado armar un grupo con diez tablas iguales para competir en windsurf. Pero con el tiempo, el kite se fue imponiendo. -¿Cuándo te animaste a probar vos? – Después de ver a varios amigos que venían del windsurf pasarse al kite, decidí comprarme uno. Lo probé, me gustó, y empecé a cambiar de equipo. Me terminé enganchando. Es un deporte muy adictivo. Arreglás tu vida en función del viento y del kite. Te doy un ejemplo, hace un año atrás venía mirando el pronóstico y me acuerdo que era un día miércoles, soplaba un viento norte en todo el río Uruguay y pongo en un grupo chico que tengo de WhatsApp de kiteros viejos, les pongo “yo el miércoles 6 de la mañana salgo a los Bancos de Caraballo, ¿quién va?” . No te miento, demoramos creo que diez minutos, ya estaba llena la lancha para viajar, no sé cómo hicieron con los trabajos pero fue un downwind que hicimos de los bancos Caraballo hasta Concepción con mucho viento, fue genial . -¿Qué se necesita para aprender? ¿Es difícil iniciarse? -Con respecto al estado físico, obviamente, un mínimo estado físico tenés que tener. Creo que cuanto más técnica tenés, menos estado físico necesitás pero al momento de aprender necesitas tener un poco de estado físico. Lleva tiempo pero no es tan complicado, es como manejar un barrilete. Sin duda que el que navegó ya tiene ventaja, el que hizo windsurf también tiene un poco de ventaja. ¿Hay códigos en el agua? -Hay reglamentos internos en el kite, tiene un reglamento de navegación, de prioridades de paso y todo eso que hay que saber respetarlo. A veces se respeta y a veces no. Nosotros tenemos la suerte de que acá en Concepción se puede navegar con todos los vientos, el peor viento es el que viene del oeste pero como nosotros tenemos la posibilidad de movernos en lancha, te cruzás a Cambacuá y podés navegar o en la costa uruguaya también. -¿Cómo es la comunidad de acá? – Somos más de 60, de distintas edades. Hay grupos más chicos que se organizan para hacer downwinds, que son travesías a favor del viento. Hemos hecho bajadas desde Palmar, desde los Bancos Caraballo, Colón, hasta Concepción. Después se arman comidas, asados, encuentros. Hay una excelente onda entre todos. El principal problema que tenemos es que pueden pasar muchos días sin viento. Es un deporte que no se puede elegir qué día navegar, porque dependemos totalmente del viento. A veces sopla el lunes y hay que organizarse para ir ese día a las 9 de la mañana o a la tarde. Dependemos del clima. No es un deporte como cualquier otro que vos podés programar un entrenamiento o un partido. A veces para la familia es difícil entender, se hace complicado cuando tenés familia. -¿Cómo lo definirías; como un estilo de vida, un pasatiempo, un hobby o un deporte? – En realidad es todo, es un deporte, muy adictivo por cierto. Pero también es un pasatiempo, una pasión. Para que te des una idea, nosotros arreglamos nuestras vidas de acuerdo al viento y al kite. A veces decimos, “vamos de vacaciones a tal lugar y ya entramos a mirar el pronóstico de ese lugar y ya empezamos a decir, no, no va a haber viento, vamos la otra semana que hay pronóstico de viento”. O sea, ya nos empezamos a mover con el pronóstico del viento. Creo que lo primero que hacemos al levantarnos es mirar el pronóstico en Windguru y ver qué viento hay para programar una salida. Dependiendo de la dirección elegimos el lugar. Tenemos un lugar en la parte norte de la Isla del Puerto para poder salir y bajar los equipos. -¿Y cómo surgió tu rol como instructor? – Se fue dando de manera natural. Los de la vieja guardia empezamos a dejar el windsurf solamente para los días de mucho viento. Después empezó a aparecer otro grupo de gente que no venía del windsurf, que directamente empezó con el kitesurf y bueno, un día me preguntaron si quería enseñar y se fue corriendo de boca a boca. Después hice un viaje a San Clemente del Tuyu, en un lugar que se llama Punta Rasa donde hice un curso internacional de kitesurf para poder enseñar y matricularme. Y así empezó, se hizo una cadena, empezamos a tener cada vez más alumnos, el problema que teníamos era la falta de viento, los pocos días de viento estábamos todo el día dando clases y así fue creciendo. En la ciudad somos dos, hay otro chico que enseña pero en la temporada fuerte que comprende desde agosto a noviembre-diciembre viaja para dar clases en otro lado. A mí me pasa que tengo más ganas de navegar que de enseñar jaja. -Climáticamente hablando, en esta región ¿considerás que han cambiado un poco los vientos? – A mi me parece que no todos los años son iguales. O sea, hay temporadas buenas y temporadas malas de viento. El cambio que yo noto desde la vieja época es que antes me parece que había más viento sureste. Downwind: dejarse llevar por el viento Una de las experiencias más emocionantes para quienes practican kitesurf es el downwind, una travesía que consiste en viajar a favor del viento, recorriendo grandes distancias. En lugar de ir y volver desde un mismo punto, los “kiteros” se organizan para salir desde un lugar y llegar a otro, navegando de forma fluida y continua, acompañados por embarcaciones de apoyo. Sergio lo explica con claridad: «Nos fijamos en el pronóstico, y cuando hay vientos que vienen del norte nos organizamos. Dependiendo de la cantidad de gente, armamos lanchas y salimos desde Almirón, desde el Palmar o desde los bancos de Caraballo. Lo más largo que hicimos fue desde el Palmar hasta Concepción. Es un sueño, vas solo, con el viento empujándote todo el trayecto”.

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