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» El Ciudadano
Fecha: 12/04/2025 04:08
Sabemos que los murciélagos se orientan por el eco de sus chillidos ultrasónicos, pero ¿es esto suficiente cuando miles de murciélagos salen por la estrecha apertura de una cueva al mismo tiempo, todos ellos chillando a la vez? ¿Cómo hacen para no chocarse los unos con los otros? La ecolocalización es una forma de percepción sensorial usada por algunos animales, como los murciélagos y los delfines, para orientarse en el espacio. Consiste en emitir sonidos y analizar los ecos que rebotan en los objetos del entorno. Sin embargo, en situaciones donde muchos animales emiten señales al mismo tiempo, puede producirse un fenómeno llamado «interferencia» o «jamming», que dificulta o impide la interpretación de los ecos. Este problema es comparable al de una fiesta ruidosa donde cuesta entender a quien tienes enfrente. Cada noche, miles de murciélagos salen en bandadas densas desde cuevas estrechas en busca de alimento. A pesar del aparente caos, rara vez se estrellan entre ellos. Este fenómeno intrigó durante años a los científicos, ya que los murciélagos se orientan principalmente por ecolocalización: emiten un sonido y «ven» el mundo a través de los ecos que les llegan. Pero si cientos o miles hacen esto al mismo tiempo, la lógica indica que los sonidos deberían interferir entre sí, provocando colisiones. Sin embargo, eso no ocurre. Aya Goldshtein, Omer Mazar y Yossi Yovel, del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal, junto con colegas de la Universidad de Tel Aviv, decidieron resolver este misterio, bautizado como el «problema del cóctel de murciélagos», en alusión al clásico dilema humano de entender una voz entre muchas en una fiesta ruidosa. Estudios anteriores habían observado que los murciélagos en pequeños grupos usaban frecuencias distintas para evitar la interferencia, pero aún faltaba una pieza crucial del rompecabezas: ver cómo actúa un murciélago individual durante la salida masiva real. Para ello, el equipo estudió a los murciélagos de cola de ratón (Rhinopoma microphyllum) en el Valle de Hula, Israel. Durante dos años, colocaron sensores ligeros en decenas de murciélagos que registraban su ubicación cada segundo. Algunos de estos sensores también incluían micrófonos ultrasónicos, lo que permitió obtener una «perspectiva auditiva» desde el punto de vista del murciélago. Como los animales eran liberados justo fuera de la cueva, faltaban datos del momento exacto de la salida, el más denso en tráfico. Para compensar esto, los investigadores crearon un modelo computacional, alimentado con los datos reales, que simulaba la salida desde el interior de la cueva hasta dos kilómetros de distancia. Cambiar de frecuencia para evitar interferencias Y los resultados fueron fascinantes. Al salir de la cueva, el 94 % de las señales de ecolocalización de los murciélagos se veían afectadas por interferencias. Sin embargo, en solo cinco segundos, la interferencia se reducía de forma drástica. ¿Cómo lo lograban? Cambiaban su comportamiento: se dispersaban rápidamente del núcleo denso de la colonia, sin romper la estructura grupal, y además modificaban la forma en que emitían los sonidos: sus llamadas eran más cortas, más débiles y a frecuencias más altas. A primera vista, podría parecer que emitir más sonidos, y encima a frecuencias más altas, solo empeoraría el problema. Pero la clave está en lo que realmente necesita cada murciélago: información detallada sobre el murciélago que tiene justo delante. “Imagínate que eres un murciélago volando entre muchos otros. Lo más importante es no chocar con el que tienes delante, así que debes ecolocalizar de manera que obtengas la mayor información posible de él, aunque pierdas datos sobre los demás”, explica Mazar. Esta estrategia permite a los murciélagos maniobrar con éxito y evitar colisiones en uno de los entornos más difíciles que enfrentan: una salida en masa desde una cueva angosta en plena oscuridad. El estudio demuestra que solo observando a los animales en su entorno natural y en plena acción es posible comprender cómo resuelven desafíos complejos. “Los estudios teóricos y en laboratorio nos ayudaron a imaginar posibilidades”, afirma Goldshtein. “Pero solo al acercarnos lo más posible a lo que vive el animal podemos entender realmente sus estrategias.” Este hallazgo no solo resuelve un enigma biológico antiguo, sino que también podría inspirar sistemas de navegación para vehículos autónomos, drones o robots que deban operar en espacios densamente poblados y con señales múltiples. Así, la humilde sabiduría del murciélago podría terminar guiando las rutas del futuro.
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