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  • Nuevas turbulencias en todos los frentes

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 07/04/2025 22:45

    Por Claudio Jaquelín (*) Los días convulsionados que sacuden al país (y al mundo) están muy lejos de calmarse. Por este rincón del planeta, la semana que empieza amenaza con más turbulencias en todos los frentes. En el plano económico-financiero, en la política doméstica y en las calles se pronostica que habrá nuevos temblores. Para el Gobierno, para los mercados, para el kirchnerismo, para los radicales, para los macristas, para el Poder Judicial y para el sindicalismo (que acaba de despertarse del coma inducido) serán días intensos. Nada terminó con los sacudones de los días previos. Todo lo contrario. En el oficialismo saben que deberán seguir surfeando olas encrespadas después de la saga sin solución de continuidad de heridas autoinfligidas, que tuvieron dos picos durante la semana pasada. Por un lado, se destacó el definitivo y rotundo fracaso de los pliegos de sus candidatos Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para integrar la Corte, que este lunes podría cerrarse con la renuncia del catedrático, quien entró impoluto a escena y salió magullado en cuerpo y alma de esa tortuosa película que duró 352 días, lanzada por un equipo de audaces e improvisados autores y directores. Por otro lado, sobresalió el indisimulable papelón del reciente viaje presidencial a Miami, que le costó al “maldito” Estado (o, mejor dicho, a los contribuyentes) más de medio millón de los dólares que no hay para que, al final, la comitiva, liderada por Javier y Karina Milei, terminara volviéndose de apuro, con manos, fotos y bolsillos vacíos y con la dignidad de la investidura presidencial aún más dañada que antes. No era necesario tanto. Por eso, los humores en la Casa Rosada y aledaños están agrios. La caza de culpables, así como las teorías conspirativas, se encuentran a la orden del día. Mucho más que alguna autocrítica. Otro activo que también en la cúpula de este Gobierno escasea. Como en anteriores administraciones de “la casta”. El problema es que no habrá descanso y solo le queda al Gobierno esperar el momento de poder jugar la carta aún no del todo develada del acuerdo con el Fondo Monetario. En especial, si trae un alivio mayor, como prometen las versiones, presiones y operaciones comunicacionales, y el desembolso y los fondos disponibles son aún más suculentos que los 20.000 millones de dólares totales anunciados y los 8000 que estarían liberados para usar. La espera se está haciendo tortuosa. No solo para el mileísmo. Mientras tanto, la administración libertaria deberá transitar sin muchas herramientas el pantano financiero (con sus efectos en la economía real) que inundó el amigo (ahora invisible) Donald Trump, con su declaración de guerra comercial total. Nadie prevé que el viernes negro en los mercados de hace tres días sea la última jornada luctuosa, con su fuerte impacto en los activos, bonos y expectativas locales. También tendrá el Gobierno un nuevo desafío callejero. La jornada de protesta de 36 horas convocada por la CGT con paro general incluido el jueves, empezará el día previo con la adhesión de los hasta ayer adormilados sindicalistas a la marcha habitual de los miércoles de los jubilados. Una movilización que, desde hace 20 días, se ha convertido en un dolor de cabeza mayúsculo para Milei y los suyos, al poner en cuestión otro de los activos principales del Gobierno: el control de la calle. Que a los mercados enloquecidos, el dólar en alza (ambos por cuestiones tanto exógenas como endógenas) y a una interrupción de tres meses del ritmo descendente de la inflación se sumen tensiones callejeras son golpes que impactan en el corazón de las fortalezas oficialistas. Llueven teorías conspirativas Ante eso, empiezan a ganar terreno las teorías conspirativas por sobre la revisión de prácticas y políticas. En otra de sus antológicas hipérboles, Patricia Bullrich calificó el último viernes de “golpe de Estado” al rechazo que alrededor de dos tercios de los senadores, en uso de las atribuciones y facultades que les confiere la Constitución, le dieron a los pliegos del hipercuestionado Lijo y del probablemente más efímero juez de la Corte de la historia, García-Mansilla. La ministra de Seguridad y otros prominentes integrantes de la administración libertaria no ven ese traspié como un hecho aislado y, mucho menos, como un error no forzado del Gobierno, sino como parte de “una movida desestabilizadora”, con tentáculos que también operan sobre los mercados bursátiles y cambiarios. En esa visión conspirativa inscriben al kirchnerismo y al massismo, al punto de que un destacado funcionario llegó a decir que “Sergio Massa quiere ser en 2025 el Eduardo Duhalde de 2001, ante un gobierno que enfrenta dificultades y está en minoría”. Lo acusan (sin dar pruebas, al menos hasta ahora) de haber aportado recursos para sumar barras bravas a la marcha que hace tres semanas terminó en un caótico enfrentamiento entre manifestantes y fuerzas del orden y dejó gravemente herido al fotógrafo Pablo Grillo, que aún sigue en proceso de recuperación. Las acusaciones llegaron a Massa y desde su entorno respondieron con ácida ironía: “Lo que tiene que hacer el Gobierno no es buscar un Duhalde, sino buscar dólares, que es lo que no tienen y se les escapan”. La búsqueda de culpables afuera del staff libertario llevó hasta el siempre componedor jefe de Gabinete Guillermo Francos a incluir tácitamente a Mauricio Macri en ese colectivo desestabilizador, responsabilizándolo de haber facilitado la caída del binomio para la Corte y dejándolo al lado de uno de sus más destetados rivales políticos, como es Massa. La libreta de rencores del expresidente ya no tiene más hojas en blanco para inscribir agresiones mileístas. Es ese otro frente de turbulencias que solo tiene por destino la agudización. Al menos hasta después de las elecciones porteñas y mientras los examarillos ahora avioletados, como Cristian Ritondo y Diego Santilli, entre varios otros, tratan de pasar inadvertidos hasta que llegue ese día para poder sumarse a las “fuerzas del cielo”, sin miedo a un infierno macrista. La propensión de mirar afuera que reina en la cima del Gobierno no debería sorprender. No solo porque reproduce la conducta de sus predecesores, cuyas prácticas Milei prometió que venía a desterrar. Todos los integrantes del triángulo del poder acumulan un fuerte desgaste por errores propios, que no pueden descargar en nadie sin poner en riesgo (aún más) su credibilidad. Javier y Karina Milei y Santiago Caputo son responsables directos de muchos de los tropiezos que cambiaron el humor en los últimos 50 días. Apenas si les queda como fusible del último episodio el canciller Gerardo Werthein, quien llegó al cargo por la hermanísima, que ahora duda sobre el acierto de esa elección para reemplazar a Diana Mondino. Pero el empresario devenido en diplomático tiene más peso(s) e influencias que su predecesora como para ser tirado tan pronto por la ventana, a pesar del fiasco de Miami. Ayuda kirchnerista Tal vez, un respiro le llegue a Milei por el lado menos amistoso, aunque nada original. Hay antecedentes. La cruenta disputa del perokirchnerismo bonaerense promete hacerlo. Si no se produce un cónclave repentino en las próximas horas, Axel Kicillof tiene listo para publicar en el boletín oficial el desdoblamiento electoral en esa provincia. Sería una decisión destinada a fracturar ese espacio, dada la oposición frontal de Cristina Kirchner y La Cámpora, que hicieron pública en modo “carta abierta a la militancia”, bajo el título “Una sola Nación, una sola provincia, una sola elección”, con la firma de legisladores nacionales y provinciales, dos docenas de intendentes bonaerenses y un variopinto conjunto de dirigentes sectoriales, que va desde sindicalistas hasta un grupo de rectores de universidades nacionales (para regocijo del mileísmo). Nada hay que descartar en esa disputa. Inclusive que se vuelva a postergar, como auguran cristinistas y massistas, que una vez más navegan juntos, aunque sus destinos finales no sean idénticos. Hasta los 44 intendentes que se alinearon con Kicillof en su movimiento “Derecho al futuro”, incluidos los más poderosos y cercanos al gobernador, carecen de certezas y esperan ver para creer que el desdoblamiento se concretará, como ellos desean. En el entorno del gobernador dejaban hasta el pasado domingo abierta una puerta para negociar, pero sin ningún optimismo y con un grueso talonario de facturas y rencores a mano. “Axel apostó a que tuvieran un rapto de racionalidad antes del martes (por mañana) y den de baja el intento de golpe institucional en el que están subidos, retomando la mesa de diálogo, que rompieron la otra semana cuando presentaron el proyecto para recortarle facultades al gobernador y obligar a votar la concurrencia con las elecciones nacionales”, dijo una de las (pocas) personas que está en permanente contacto con el gobernador. La relación entre Cristina Kirchner y quien fuera su hijo político está en su peor momento. Si bien fuentes de la mesa chica cristinista afirman que hubo un diálogo telefónico entre ellos, hace tres semanas, cerca de Kicillof afirman que no hablan desde hace tres meses, cuando se encontraron en Moreno para escenificar la versión conurbano de La última cena, de Leonardo Da Vinci. “Cuando pidió hablar con ella, hace aproximadamente un mes, le respondieron que las cuestiones políticas de la provincia de Buenos Aires las tenía que hablar con Máximo, no con ella. Pero todos los intentos por alcanzar algún entendimiento chocaron con la falta de predisposición y respuesta de parte de La Cámpora”, insisten desde La Plata. A casi nadie le extraña que las cosas estén tan complicadas si todo depende del kicillofismo y La Cámpora, cuyo líder Máximo tiene una antigua disputa personal con el gobernador, más que por cuestiones de orientación política. Aunque muchos peronistas finjan demencia y digan no saber porqué están enfrentados Cristina Kirchner y La Cámpora con Kicillof, saben que es una disputa sucesoria por el poder en la que parece haber lugar para un solo heredero político universal. El camporista Eduardo “Wado” de Pedro, una de las figuras más prominentes e influyentes de esa agrupación, con llegada directa a “la jefa”, ha sido explícito al respecto en charlas confidenciales. Que Kicillof termine siendo el Horacio Rodríguez Larreta del kirchnerismo es más un objetivo por el que trabajan los camporistas que sueños de noches estimulantes y afiebradas. Es lo que hay. Esa pelea no distrae, sin embargo, de problemas más urgentes. El “amigo” Trump, que no sintió apuro alguno para darle la deseada foto a Milei y salvarlo del costoso papelón, no ayuda en nada con sus decisiones que afectan a la economía mundial. Pero las tribulaciones domésticas agravan el panorama que afronta la administración libertaria. Ante la demora, por cuestiones mayormente de forma y algo de fondo, que todavía debe atravesar el inminente acuerdo con el FMI, el Gobierno prefiere eludir la revisión de prácticas y políticas. Confía en que el tiempo, al final, jugará en su favor. Pero hay demasiadas turbulencias en todos los frentes y debe capearlas con recursos limitados. (*) Prosecretario de redacción de La Nación

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