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  • Argentina y el FMI reanudan una larga historia que acumula crisis y desencuentros

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 07/04/2025 08:43

    “El FMI no debería existir. Es una institución perversa porque, cuando un país hace un montón de zafarranchos y está a punto de explotar, pone la plata y le permite tirar el ajuste para adelante”. Antes de ser presidente, Javier Milei decía eso y algunas cosas más sobre el Fondo Monetario Internacional. Ahora, en un vuelco total, y después de 15 meses de recorte del gasto público, desregulación y desguace del Estado, el mandatario ultraderechista apuesta la continuidad de su plan económico, la baja de la inflación y la estabilidad cambiaria a un nuevo acuerdo con el multilateral. Aunque Argentina es todavía el mayor deudor del FMI -le debe más de 40.000 millones de dólares-, el Gobierno ha solicitado otros 20.000 millones y espera cerrar el trato en los próximos días. Si se concreta, será el 29º acuerdo del país sudamericano con el Fondo, el último capítulo de una novela que acumula efímeros romances, crisis recurrentes y, hasta ahora, ningún final feliz. “El FMI y Argentina comparten una historia larga e intensa desde que en 1958 el país entró por primera vez al Fondo, por un decreto de la dictadura de ese momento”, explica la economista Noemí Brenta, autora de Historia de la deuda externa argentina. “Desde entonces, el país ha permanecido unos 50 años bajo programas muy condicionantes del Fondo, cuyas políticas contribuyeron y siguen contribuyendo a configurar la macroeconomía nacional”. Después del estreno en 1958, Argentina y el FMI cerraron otro acuerdo financiero al año siguiente y cinco más en los años sesenta. Fueron créditos relativamente bajos y por plazos breves, para enfrentar crisis de balanza de pagos por desequilibrios comerciales. Ya en la década del setenta firmaron cinco nuevos acuerdos. Así, el Fondo daría amplio respaldo al plan económico ortodoxo de la última dictadura militar, pergeñado por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz. Mientras las Fuerzas Armadas desplegaban el terrorismo de Estado, la deuda externa argentina pasaba de 7.000 millones de dólares en 1976 a más de 42.000 millones en 1982; la inflación anual trepaba y el producto bruto se desbarrancaba, consignó el diario El País de España. Con la eliminación de los controles de capital y la extranjerización de la economía, en los años ochenta comenzaría una etapa diferente. “Las crisis de balanza de pagos ya no fueron solo comerciales, sino también financieras. Empezó a haber mayor frecuencia de acuerdos con el FMI, con más financiamiento”, detalla Pablo Nemiña, investigador del Conicet y la Universidad de San Martín. “También apareció una nueva motivación para la intervención del Fondo: resolver las crisis de deuda”, agrega. Entre 1983 y 1988 Argentina hizo siete acuerdos con el FMI, cinco bajo el Gobierno del radical Raúl Alfonsín (1983-1989). Pero los planes económicos del presidente de la restauración democrática fracasaron y su mandato terminó con hiperinflación. Un período de estabilidad se abriría durante la presidencia del peronista Carlos Menem (1989-1999) y el plan de convertibilidad diseñado por su ministro Domingo Cavallo: la paridad uno a uno del peso y el dólar. El FMI acompañó el modelo con cinco créditos hasta 1998 e intentó sostenerlo cuando, ya durante la gestión del radical Fernando de la Rúa (1999-2001), el esquema se había revelado incapaz de superar las crisis externas y había dibujado una trama de recesión, desindustrialización, pobreza y desempleo crecientes. Con el “blindaje” y el “megacanje”, el Fondo aportó 48.000 millones dólares al país sudamericano y exigió mayor ajuste fiscal, reformas y desregulaciones. Todo terminó con el estallido de una profunda crisis económica y social en diciembre de 2001, recordada por el corralito y una multimillonaria cesación de pagos, destacó el diario El País de España. La debacle tuvo impacto en el FMI, que resultó fuertemente desacreditado. En 2006, cuando Argentina logró recuperar sus arcas gracias a los ingresos extraordinarios por las exportaciones de materias primas, el presidente peronista Néstor Kirchner (2003-2007) canceló la deuda de 9.800 millones de dólares que el país tenía con el Fondo. Argentina se mantendría lejos del organismo hasta 2018, cuando el conservador Mauricio Macri (2015-2019) volvió a endeudarse en busca de una salida a un escenario de fuga de capitales y desequilibrio de la balanza de pagos. Gracias al apoyo de Donald Trump, entonces en su primera presidencia en Estados Unidos, consiguió el mayor préstamo de la historia del FMI: casi 57.000 millones de dólares, de los que Argentina llegaría a recibir 44.000 antes de un nuevo colapso. La imposibilidad de afrontar los pagos previstos derivó, en 2022, con el peronista Alberto Fernández (2019-2023) en la Casa Rosada, en otro acuerdo con el multilateral para refinanciar una deuda aún vigente, reflejó el diario El País de España. No es extraño que, como corolario de esa trayectoria, la opinión pública argentina asocie al FMI con sus repetidas crisis económicas. Según la última encuesta nacional de la Universidad de San Andrés, el FMI tiene una imagen positiva del 23% y una imagen negativa del 55%. La consultora Zuban Córdoba recabó en marzo un 30% de calificaciones positivas para el organismo, frente a un 63,1% de valoraciones negativas. “Hay varias regularidades que siempre se cumplen durante los programas del Fondo”, observa Brenta. La autora del libro Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI sostiene que el crecimiento de la economía cayó y el desempleo ascendió bajo las exigencias del organismo. También, dice, “la inflación promedio terminó siendo superior a la registrada cuando no hubo acuerdos con el FMI”. Para Nemiña, “en general los acuerdos con el Fondo no trajeron resultados positivos. Los países recurren al FMI cuando están en una situación de desequilibrio y eso implica tomar decisiones incómodas, que hacen que la economía crezca menos. A corto plazo, un acuerdo con el FMI puede traer euforia financiera, pero para la economía real las noticias no son buenas”. Con otras ideas, Javier Milei arribaba a conclusiones similares hasta hace poco tiempo. Ahora espera un rescate del Fondo para reforzar las reservas del Banco Central, calmar a los mercados financieros y llegar con estabilidad a las elecciones nacionales de medio término, en octubre próximo.

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