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  • Lenguaje digital y discursos de odio: cómo el bullying se multiplica en redes sociales

    » Radiosudamericana

    Fecha: 06/04/2025 08:33

    Sábado 05 de Abril de 2025 - Actualizada a las: 17:00hs. del 05-04-2025 CONSTRUCCIÓN DE SENTIDO Felipa Caballero, doctora en Letras, especialista en Lingüística y análisis del discurso, explicó cómo los lenguajes digitales no solo transforman nuestras formas de comunicarnos, sino que también construyen subjetividades juveniles atrapadas por discursos de odio, misoginia y exclusión. “La violencia empieza en las prácticas y se refuerza con el discurso”, advirtió a www.radiosudamericana.com “Los discursos nunca son nuevos”, afirmó Felipa Caballero, lingüista especializada en violencia simbólica y análisis del discurso. Y esa sentencia resonó con fuerza cuando se observan fenómenos recientes, como el caso de los estudiantes de Ingeniero Maschwitz que, a través de un grupo de WhatsApp, planificaban un tiroteo en su escuela. “Persona que ven, persona a la que le disparan, sin importar quién le toca”, escribía una adolescente identificada como “Mai”, organizadora del ataque. Este tipo de expresiones no emergen en un vacío. Según la especialista, se trata de discursos que vienen de otras temporalidades y que, reconfigurados en la lógica digital, adquieren nuevas formas de circulación, apropiación y reproducción. “En la web, estos relatos violentos encuentran cuerpo y sentido. Entran a la vida cotidiana, a los vínculos, al aula, al juego”. La entrevistada remarcó que la violencia no nace del discurso, sino de la práctica anterior. Las prácticas de discriminación, exclusión o bullying hoy exceden el aula. No son una rebeldía adolescente, no es una broma. “Son violencias simbólicas que se expresan primero en acciones, después en discursos, y luego se refuerzan mutuamente”. Víctimas de la Masacre de Carmen de Patagones (Septiembre 2004) De los foros a los pasillos escolares: cuando la ficción violenta se hace carne El grupo de WhatsApp “Tiroteo escolar” no era un espacio de fantasía. Era un ámbito de planificación. Los chats, difundidos por padres y docentes en redes sociales, mostraban cómo los adolescentes asignaban roles, hablaban de armas, trazaban rutas de ataque y anticipaban la masacre. “Después de que matemos a los demás, hacemos un recorrido por la escuela para ver si quedó alguien con vida”, escribía una de las integrantes. Este caso reflejó lo que la especialista advirtió: “Los cuerpos adolescentes hoy están más colonizados que nunca por discursos ajenos que operan sobre la emocionalidad, el vacío, el deseo de pertenecer”. En este caso, si no hay acompañamiento emocional, ni narrativo, ese joven va a llenar sus huecos con lo que haya a mano: un influencer misógino, un foro de incels, una fantasía de venganza armada. La planificación del tiroteo no fue individual, ni espontánea. Fue colaborativa, grupal. Por eso, Felipa subrayó que el bullying y los discursos de odio funcionan porque hay un entorno expectante que no interviene. “Hay espectadores pasivos que sostienen esas violencias. En lo digital, se amplifica: se ríen, se suman, reenvían, dan ‘me gusta’”, pero no frenan la acción. Subjetividades moldeadas por el algoritmo En redes, los discursos no solo se comparten: se viralizan. Y los algoritmos premian lo extremo, lo escandaloso, lo violento. El discurso amoroso no se hace viral. “Lo que circula son fragmentos caricaturizados del feminismo, discursos de odio estéticos, rápidos, fáciles de reproducir”, advirtió la especialista. Ante auge de comunidades digitales que propagan discursos misóginos, como los incels o la manosfera, la especialista sostuvo: “Estos discursos no son nuevos, son discursos que vuelven de otras épocas y encuentran sentido hoy en redes sociales, blogs, foros y personajes que los representan. El problema es que los adolescentes los consumen, los naturalizan y los incorporan como parte de su identidad”. De acuerdo con esto, se empieza a construir una identidad a partir de esos discursos de odio, de poder, de validación, que “ya existían”, pero que ahora vuelven camuflados en likes, seguidores y promesas de éxito. Cabe señalar que antes, Internet era anónimo. Hoy, es tu identidad. Los adolescentes creen que en el feed está su ADN. Minutos después del tiroteo escolar en la Escuela Primaria Robb de Uvalde (Mayo, 2022; Estados Unidos) Jóvenes de entre 13 y 15 años —como los del caso Maschwitz— construyen su identidad en este terreno movedizo. La figura del ‘macho alfa’, el desprecio hacia lo femenino, el culto a las armas o al “dinero fácil” son relatos que se repiten en videos, foros, plataformas de streaming y juegos. No son marginales: son mainstream. Al respecto, Caballero advirtió sobre el peligro de ciertos influencers: “Muchos adolescentes creen que pueden ganar millones con un curso. No entienden qué se vende, pero compran igual. Porque el producto sos vos”. Este es el motivo por el cual hay tantos discursos que giran en torno a cuerpos ideales, dinero rápido, poder. Todo es un simulacro de éxito que atrapa. La gramática del silencio y el rol de los adultos Otro eje que la especialista señaló es el silencio digital como forma de violencia simbólica. En el caso Maschwitz, el plan fue detectado porque alguien rompió ese silencio y compartió los chats en un grupo de Facebook. Pero, ¿cuántos casos no llegan a visibilizarse? “El silencio no es vacío. Es estructura. Es la base sobre la que se construye el discurso violento. En relación al silencio en lo digital, sobre todo en casos de bullying, señala: “El bullying funciona porque hay una masa de expectantes silenciosos”. El silencio en estos casos es devastador, porque la víctima deja de tener voz. Y cuando el discurso desaparece, se pierde la individualidad del sujeto. A partir de ello, la especialista en lingüista Eni Orlandi y el filósofo Giorgio Agamben coincidieron en lo siguiente: el silencio de las víctimas no es un vacío, sino un grito político. Cuando indígenas, desaparecidos o víctimas de bullying pierden su voz, ese mutismo se convierte en un agujero negro que distorsiona toda palabra posterior. "Cuando la víctima deja de hablar, otros tienen que hacerlo por ella: instituciones, docentes, familias, amigos", agregó Felipa. De tal manera, Agamben señaló en Lo que queda de Auschwitz: "El verdadero testigo es quien no puede testimoniar". Esta frase hace referencia a casos como el acoso escolar: cuando la víctima calla, docentes o familiares deben convertirse en intérpretes de un silencio que cuestiona todo relato oficial. Pero aquí surge el riesgo: ¿cómo hablar por otros sin apropiarse de su dolor? La clave, según los expertos, está en mostrar las costuras del discurso —las pausas, los balbuceos— donde asoma lo indecible. Así, Felipa destacó e incorporó el impacto de los algoritmos en la propagación de discursos de odio: “Estamos en una coyuntura donde la máxima autoridad del país tiene un discurso agresivo, excluyente. Eso legitima todo hacia abajo. Y los algoritmos lo potencian: circulan más rápido los discursos de odio, que los discursos empáticos o reflexivos”. “Lo que más se viraliza son recortes capciosos de feministas o militantes de género. El error, el lapsus, eso es lo que circula. El feminismo que llega es el que se ridiculiza, no el que propone. Por eso tenemos que trabajar en generar contenido accesible, atractivo y viral, que pueda competir con esos fragmentos y llegar a otras esferas. Si no, estamos hablando entre nosotras mismas”. En ese sentido, el rol de la escuela, las familias y las instituciones es determinante. El problema no es solo lo que dicen los adolescentes, sino lo que no pueden decir. Lo que no encuentran cómo narrar. Si no tienen espacios reales para hablar de lo que sienten, se van a volcar a donde sí puedan decirlo. Aunque ese lugar sea un grupo llamado ‘Tiroteo escolar’.

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