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» Diario Cordoba
Fecha: 06/04/2025 02:47
Madrid está lluviosa. Madrid con lluvia no es más fea que Madrid sin lluvia, es simplemente más nostálgica y menos callejera, pero igual de hermosa y bajo su cielo se dibuja la estructura de una ciudad que es el paradigma de la confusión, a veces, la estrella de la belleza y el exceso, otras, y un lugar donde los recuerdos se alternan entre teatros, bares y un Congreso de los Diputados al que José Antonio Labordeta llegó hace 25 años en un 5 de abril, en el que el diputado de CHA iba a entrar por primera vez en el congreso y lo hizo por la puerta de los leones hasta que alguien le dijo: «Labordeta, que no es por ahí, que esa puerta solo se abre en los días grandes». Él pensaba que el comienzo de una legislatura era un día grande, pero ante la voz de ese amigo desconocido comprendió que no y siguió los pasos de este colega hasta una puerta lateral que le abrió los ojos, el corazón y los sentidos hacia un mundo para él totalmente desconocido y muy lejos de la política que él había conocido y que se hacía en las calles, en las revistas, en los conciertos, con la poesía, en las manis y en todos aquellos actos de compromiso y lucha por lograr una sociedad más justa y solidaria. Casi antes de que acabase aquel primer día, Labordeta ya supo que escribiría las memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados, porque desde el principio dijo que se sentía como un beduino, extraño y errante, ya que fuera habían quedado sus amigos de la tele, de la canción, de la literatura, del cine y del teatro y de las esperanzas de remover el cielo y la tierra. Y sí, eso es verdad. Pero no lo es menos que el diputado Labordeta sufrió y gozó, ganó nuevos amigos y por primera vez algún enemigo y elevó su voz como nunca antes había podido hacerlo en favor de los desfavorecidos, de las causas perdidas, de los aragoneses y hasta leyó un poema para decir no a la guerra de Iraq: «Mataos, decía aquel poema, pero dejad en paz a ese niño que duerme en una cuna (...) Los parieron sus madres para vivir con todos y entre todos aspirar a vivir, tan solo esto, y de ellos ha de crecer una raza de hombres con puñales de amor inverosímil, hacia aventuras más hermosas». Hoy, 25 años después, el mundo está raro, enfermo, codicioso de dolor y ajeno a la solidaridad. A veces me preguntan qué pensarías acerca de todo lo que está pasando y no digo nada, pero pienso que llorarías y escribirías más poesía que nunca y rasgarías más guitarras y de tus labios ancianos se descolgaría una pregunta: ¿cómo hemos llegado a esto sabiendo todo lo que sabemos? *Periodista y escritora
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