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  • Tampoco te condeno

    » Diario Cordoba

    Fecha: 06/04/2025 02:46

    Nos encontramos en los últimos compases de la Cuaresma, y es hora de ir haciendo un balance de este proceso al que hemos sido convocados, escrutar en la profundidad de nuestro corazón la raíz de nuestras debilidades y poner los medios para operar en nosotros un cambio profundo que nos lleve a ser imagen de Cristo en el día a día. Aquel que haya vivido estas semanas sin más preocupación que ver el tiempo pasar, como el que lleva un impermeable, y no ha dejado que la Palabra de Dios cale en su interior, tendrá una vida más oscura porque el mal y el pecado ensombrecen el alma. Las vidas atrapadas en la esclavitud del pecado no conocen la compasión, la misericordia y son incapaces de amar salvo a sí mismos. Ese egocentrismo y narcisismo los lleva a proceder de forma inquisitorial y cruel con el otro, intolerantes y faltos de piedad. Como en el tiempo de Jesús, hay muchos fariseos e hipócritas que, en este tiempo de la inmediatez, de falta de templanza y mansedumbre para discernir, se lanzan vorazmente a las redes sociales u otros medios para despellejar, lapidar, destruir…, sembrando semillas de odio y creando un clima repugnante y lúgubre. Jesús nos muestra en este domingo que el camino piadoso y justo es el de la misericordia. Un corazón generoso que se compadece de la persona, de su debilidad, y que es firme contra el pecado. El camino de la bondad y la belleza no pasa por el señalamiento y la condena, pasa por la acogida, el abrazo de la ternura, el acompañamiento, el afecto profundo que le permite al otro volver a caminar con confianza y esperanza. Esta sabiduría se alcanza, si en el final de la Cuaresma nos reconocemos pecadores, y como el Hijo pródigo, acudimos a la fuente de la misericordia que es el sacramento de la penitencia, nos confesamos y recibimos el perdón de nuestros pecados. Así experimentaremos en nuestras propias carnes el amor inmenso de Dios hacia nosotros y, entonces, sabremos ser sensibles, benignos y compasivos con las debilidades del prójimo. Este es el itinerario para alcanzar el éxito y la plena felicidad. Caminar por el sendero de la verdadera sabiduría: el amor de Dios. Un amor, que, en el inmenso abandono de la cruz, susurra palabras de perdón y se entrega por entero, vaciándose hasta derrama la última gota de su sangre.

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