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» Diario Cordoba
Fecha: 06/04/2025 02:26
José trabaja con madera a diario, pero lleva sin comprar una pieza casi veinte años. Desde 2006, si no recuerda mal, un año después de abrir su taller artesano en el 10 de la calle San Pablo de Córdoba. "Mi obsesión siempre ha sido tener madera", confiesa. En un almacén de Andújar, su localidad natal, guarda tal cantidad que no se ve capaz de utilizarla. Esa obsesión está justificada; la madera es la materia prima de la artesanía que, de joven, soñaba con hacer: guitarras profesionales. Para los guitarreros es como una reliquia. En un abrir y cerrar de ojos, José saca una tabla de cedro real de 200 años que usa para hacer los mástiles. "Para que un instrumento tenga garantías, las maderas tienen que estar muy, muy, muy curadas. Y muy curadas son años. Para ponerla en una guitarra, lo mínimo, mínimo, sería a partir de los 15 años", explica. "Si tocas por tocar, apenas notas la diferencia", aclara, pero, para un profesional, una madera inadecuada "es un problema que invalida al instrumento". En la guitarra, tan importante es el sonido como la comodidad o la estabilidad. Y, en todo ello, el material resulta determinante. Luego, está la pericia del guitarrero. José Rodríguez, pasión por las seis cuerdas / Ramón Azañón El guitarrero y el artista En el instrumento, la huella del artesano puede distinguirse en los mosaicos y en la cabeza. Cada uno tiene los suyos propios. En las guitarras de José Rodríguez, 14.000 puntos componen la colorida cenefa que se aprecia alrededor de la boca. Es un minucioso trabajo que le lleva horas y horas, ya que hay que formarlo con tablillas finas de colores siguiendo un diseño (el suyo, inspirado en un antiguo libro de cañamazo) e incrustarlo, con ayuda de una prensa, en la tapa. Cada guitarra tiene alrededor de un mes de trabajo. José lleva normalmente tres a la vez, pero al final de año, dice, no se sacan más de doce o trece. Por su taller han pasado los más grandes artistas. Con uno de ellos guardaba una relación muy especial. José era amigo de Paco de Lucía. Conocía a todos sus hermanos, y con Pepe todavía mantiene una relación fraternal. "Paco era un genio, ha sido lo más grande. Lo conocí hace muchos años, le hice varias guitarras", cuenta con cierta nostalgia. José Antonio Rodríguez, Antonio de Patrocinio, José Tomás, Rafael Trenas, Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz o Los Panchos, por citar a algunos, también han acudido a sus manos. "Me puse e hice yo solo, con 16 años, mi primera guitarra" De las fiestas al taller De su primer contacto con las seis cuerdas, José conserva recuerdos muy especiales. La familia vivía en la sierra de Andújar y, en determinadas fiestas, se reunía la gente para celebrar unos bailes. El salón de su casa era uno de los lugares donde se juntaban. Su padre tocaba la bandurria, otra persona hacía sonar un acordeón y tanto él, con siete años, como su hermano cogían una guitarra. Seguían las indicaciones de su padre y, cuando había que cambiar, les arreaba un pisotón. El artesano trabaja en los aros de una guitarra, que arma con madera de palo santo. / Ramón Azañón Más tarde, el azar quiso que su maestro guitarrero encontrase casa en la que fue finca de su abuela. El comprador la parceló y a una de ellas trasladó su taller Javier Cayuela, con su mujer y sus hijos, algo mayores que José. Él pasaba por allí y quedaba asombrado por las guitarras, cuando en unas vacaciones de Navidad, con once años, Cayuela le preguntó si quería trabajar con ellos. En el colegio rural al que acudía, a los doce años "ya no estudiaba nadie". Y, aunque su padre quería que se dedicara al negocio familiar, que eran las obras, él optó por emplearse en la guitarrería de su vecino. Unos años después, mantuvo una conversación con su jefe que le cambiaría la vida: -Quiero hacer una guitarra solo. -Coge la guitarra que quieras y ya está. -No, no. Quiero hacérmela solo, sin que vosotros toquéis. Dos décadas de un sueño "Me puse y la hice yo solo, con 16 años", recuerda José. Dos años después, inspirado por el trabajo de los cordobeses Manuel Reyes y Miguel Rodríguez, cuyos talleres había visitado, tomó la decisión de que quería hacer guitarras profesionales. Tras discutir sobre el riesgo de tal emprendimiento, el joven José se aventuró por su propia cuenta en el oficio que le ocuparía hasta ahora, con 67 años recién cumplidos. Todavía de adolescente, un conocido le dio trabajo montando muebles de cocina a tiempo parcial, una ocupación que combinaba con la guitarrería en Andújar. "Gracias a eso pude seguir haciendo guitarras; me daba para comer y podía invertir en maderas", asegura. Así estuvo más de veinte años, hasta que el 5 de mayo de 2005 cumplió el sueño de abrir su taller en la ‘Meca’ de la guitarra: "Córdoba en el mundo de la guitarra profesional es conocida por todos". Este mismo 2025, el rincón de San Pablo que tanto soñó cumple dos décadas. Suscríbete para seguir leyendo
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