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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/04/2025 02:40
El festejo de Martín Jaite tras un triunfo épico La tarde se detuvo allí. Por un instante. Cuando parecía que los corazones no podían aguantar más. La magia de la Copa Davis había envuelto a todos. A los que gritaban frente a la pantalla del televisor, a los nunca dejaron de alentar desde las viejas tribunas, y a esos dos tenistas que disputaban una batalla desgastante. La tarde se detuvo allí. Cuando el revés de Michael Stich se fue largo y Martín Jaite rompió definitivamente en llanto, uniendo sus lágrimas con las de los demás. Acababa de ganar un match que parecía perdido. Argentina seguía con vida en la serie frente a Alemania y él era protagonista de uno de los partidos más emocionantes que se hayan disputado en la legendaria cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis Club. “Llegó el momento de tener que cerrar el partido y estaba muy emocionado. Sacaba 5-3 en el quinto set, después de una batalla de más de cuatro horas, en medio un ambiente increíble en el estadio. Recuerdo que me puse 40-15, doble match point y fui al ataque. Era una volea relativamente fácil y la dejé en la red, porque directamente, no vi la pelota. Tenía los ojos vidriosos por la emoción. Se me terminó complicando el game, porque Stich se puso 40 iguales, hasta que finalmente tiró ese revés afuera que me dio la victoria”. Las palabras de Martín Jaite, en diálogo con Infobae, a 35 años de aquel inolvidable domingo 1 de abril, siguen deslizando la misma emoción. Fue una tarde pletórica de tenis, donde él se acomodó definitivamente en el pedestal reservado a los elegidos por la gente. Era uno de los mejores partidos que podía ofrecer la Copa Davis. Alemania, en su condición de doble campeón vigente y Argentina, que tenía un equipo parejo y potente, con Jaite y Alberto Mancini en los singles, más la excelente dupla que conformaban Gustavo Luza y Javier Frana. El sorteo había determinado que el choque se diese temprano, en los cuartos de final, cuando tranquilamente podía ser la final. Se pensaba en un match cerrado y nivelado, pero nadie podía suponer que tendría ese grado de vibración. El equipo nacional tenía dos ventajas en el análisis previo: la localía, en el lento polvo de ladrillo de un Buenos Aires Lawn Tennis y la ausencia de Boris Becker, número 3 del ranking mundial y pieza clave del equipo alemán. Era explosivo, dueño de un gran saque y excelente volea, con el aditamento de ser un jugador copero, porque a la hora de la Davis, potenciaba aún más su nivel. En su derredor, se había armado el equipo que ganó con claridad las ediciones 1988 y 1989. Su ausencia se debía a que había decidido no jugar la Copa Davis en la temporada ‘90, para abocarse de lleno en la lucha por el número 1 con Iván Lendl. Jaite en andas el lunes, cuando se abrieron las puertas del Buenos Aires Lawn Tennis (Revista El Gráfico) Así recordó esa situación para Infobae, Gustavo Luza: “Cuando nos enteramos que Becker no venía, por supuesto que fue un alivio. Era un lindo desafío y un buen espectáculo que él estuviera acá, ya que nunca lo había hecho, pero pensando en ganar la eliminatoria, fue algo que nos puso muy contentos”. El viernes 30 de marzo comenzó la acción cerca del mediodía entre Alberto Mancini y Jens Woehrmann. El argentino tuvo una temporada ‘89 descollante, donde ganó los títulos de Montecarlo y Roma, para ubicarse entre los 10 primeros del ranking. Sin embargo, el arranque del ‘90 no había sido bueno, como preámbulo de un año complicado, donde se le esfumó la confianza y terminó fuera del top 100. Pero era un jugador con estirpe copera y de enorme categoría. Esos dos elementos se conjugaron para una victoria mucho más compleja y dura de lo esperado, como lo reflejó el score final: 7-5, 4-6, 7-6, 7-6. El cielo estuvo siempre amenazante. Pero la lluvia esperó a la culminación y allí cayó con todo, postergando el segundo single para el sábado por la mañana. A diferencia de Mancini, Jaite desandaba el camino opuesto, atravesaba el mejor momento de su carrera y estaba en el puesto número 11 del ranking. Enfrente, Carl Uwe Steeb. Un zurdo sólido y versátil, que se movía bien en todas las superficies. En lo poco que se había jugado del año, ya había llegado a dos finales (Sydney y Bruselas). Fueron cuatro sets tremendamente disputados, donde el alemán siempre pareció más cómodo. Jaite intentó variantes, pero era estar como contra una pared. Sólido de drive y revés, Steeb sumó una nueva victoria a su excelente historial en Copa Davis con el 6-3, 6-7, 6-4, 6-3 que puso la serie igualada. El festejo de Luli Mancini tras conseguir el último punto de la serie A continuación, era el momento del dobles. Argentina conformó una pareja que se complementaba a la perfección. Gustavo Luza y Javier Frana habían tenido un bautismo como binomio de Copa Davis en una difícil circunstancia, como lo fue enfrentar a Gran Bretaña como visitantes, sobre césped y en un match donde estaba en juego el ascenso al grupo mundial. Lo hicieron con enorme categoría y calidad, que repitieron frente a Israel, en la primera ronda del ‘90. Pero ante Alemania sufrirían una dura derrota contra el experimentado Eric Jelen y el joven Michael Stich, que sería a partir de allí, protagonista de la serie, como nos lo evocó el propio Luza: “Con Javier estábamos muy confiados por esos antecedentes y por haber ganado el título ATP de Guarujá el mes anterior. Veníamos en un muy buen nivel. Por eso, perder el partido, por lo menos para mí, fue un golpe duro. Michael Stich fue una sorpresa para todos, porque realmente, no lo conocíamos mucho y no teníamos las herramientas que existen ahora para seguir a los jugadores. En esta época, por medio de YouTube, tenés noción de las características de cualquier tenista. Particularmente a mí, me hizo pedazos con el efecto que le ponía a su saque, sobre todo porque me tocó formar del lado del revés. Me hizo ver las estrellas (risas) y nunca lo voy a olvidar”. Así se llegó a la hora de la verdad. Fue un domingo sin fútbol del torneo local, porque la Selección se encontraba de gira por Europa, tratando de buscar la mejor forma en la recta final rumbo al Mundial de Italia. Eso colaboró para que muchos amantes del deporte, y quizás, no tan cercanos al tenis, estuvieran frente al televisor siguiendo las alternativas de una jornada decisiva. Causó sorpresa la decisión del capitán del cuadro visitante, que sacó a Woehrmann para colocar en su lugar el joven Stich, que había mostrado varios destellos de categoría el día anterior. Así lo vivió Jaite: “Me sorprendió el nivel de Stich, aunque sabía que venía de ganar en Memphis. Era un jugador que nosotros catalogábamos más de cancha rápida y que ingresó al equipo a último momento por la baja de Boris Becker. Incluso no jugo el primer día, porque quien actuó fue Jens Woehrmann, quien perdió con Luli Mancini, pero era durísimo en cancha lentas. Por eso el domingo, al enterarme que lo reemplazaba Stich, me sentí un poco aliviado. Después terminó siendo una batalla tremenda”. El resonante triunfo frente al campeón vigente en la tapa de El Gráfico El primer set fue para el alemán por 6-4, alternando buen juego de fondo de cancha y solidez en los ataques. La tónica se mantuvo en el segundo, aunque allí Jaite hizo pesar su experiencia en el polvo de ladrillo para llevárselo por el mismo score. El tercero, fue un concierto del argentino, que se impuso por 6-1. Todos respiramos aliviados, porque el cuarto punto de la serie parecía pintarse de celeste y blanco. Nada más lejano a la realidad: “En ese momento, en la Copa Davis, el reglamento establecía que había un descanso de media hora al terminar el tercer set, evoca Jaite. Estaba 2-1 arriba y a él se lo notaba bastante cansado, pero cuando volvió, me mató a palos. Era muy difícil quebrarlo porque sacaba muy bien y, además, como era alto, cubría bien la cancha, sobre todo en la red”. Los palos del alemán, que recuerda Martín, sorprendieron a todos y le dieron el cuarto parcial por un contundente 6-1. Había que empezar de nuevo, pero ya sin margen de error. A Jaite se lo veía cansado, por el desgaste de ese día, más las cuatro horas del sábado ante Steeb, mientras que su rival estaba revitalizado. Los planetas parecieron desalinearse en forma definitiva en una jugada curiosa. Martín al servicio 2-2 y 30 iguales. Se fue el ataque, Stich pegó un revés incómodo y la pelota se iba inexorablemente afuera. Sin embargo, pegó en la parte superior del soporte de la red, desvió su trayectoria, pasó por detrás del argentino y fue punto para Alemania. Para el argentino fue un momento crucial: “Enseguida perdí mi servicio y allí fue clave el público. Stich llegó a ponerse 3-2 y 40-0 con su saque. La gente empezó a gritar más todavía y eso me dio mucha fuerza, porque estaba realmente extenuado”. Martín estaba en el abismo. Y el público lo rescató. Stich hizo su parte, cometiendo errores que le permitieron a Jaite volver al partido y ganar nada menos que 9 de los 10 puntos siguientes. Fue una ráfaga, apenas un rato, donde las banderas volvieron a flamear con toda la intensidad. De pronto, la ilusión latía una vez más. El argentino ahora estaba arriba y sacaba para ganar. Y llegó ese revés profundo del alemán, la pelota, ayudada por la mirada de miles de argentinos, hizo su recorrido sin retorno más allá de la línea de fondo. Entonces, la explosión. Que ya es poster eterno del tenis argentino. Jaite, unos pasos dentro de la cancha, con los brazos abiertos, la mirada al cielo, liberando todas las tensiones y emociones, en un llanto genuino. La corrida de Luza y Frana, para ser los primeros en llegar y levantar a su compañero, que había logrado una hazaña y, con ella, permitirle a Argentina, seguir con vida en la serie. Tras el saludo en la red con su adversario, llegó la apoteosis, que sigue emocionando, 35 años más tarde, cuando Javier Frana lo levantó sobre sus hombros y Martín se dejó bañar por la emoción más grande de su vida en ese legendario estadio. El equipo completo: Alejandro Gattiker (capitán), Gustavo Luza, Javier Frana, Alberto Mancini y Martín Jaite “Cuando terminé el partido, recuerdo que dije que le agradecía mucho al tenis, porque me había dado todo y que lo que viniese de allí en adelante, era de yapa, rememora Jaite. Me había costado mucho, desde siempre, jugar en condición de local, porque lo sufría y me tensionaba. Sin dudas, esa fue una de las victorias más importantes de mi carrera, junto con la final de Barcelona 87 contra Mats Wilander, la participación en los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88 y cuando le gané al israelí Perkiss en el ‘84 e ingresé por primera vez al cuadro de Roland Garros”. Pero la historia no había terminado allí. Aún faltaba el partido de Mancini ante el duro Steeb para darle el cierre a la serie. Era un momento de emociones, como nos lo recordó Gustavo Luza: “El final del partido de Martín fue increíble, porque estaba casi perdido y atravesamos, en pocos minutos, un sube y baja de emociones. De estar eliminados, pasamos a la euforia de ponernos 2 a 2 y a la certeza que Luli ganaba el quinto punto, porque salió a la cancha hecho un toro. Estaba como desfigurado de las ganas que tenía. El profesor Belfonte era el histórico preparador físico de los equipos argentinos de Copa Davis y cuando terminó el partido de Jaite, se descompensó. Entonces, lo llevaron al vestuario, que estaba situado debajo de una de las tribunas y quedó recostado sobre un sillón, donde fue atendido. El tema es que Mancini debía pasar si o si por ahí para ir a la cancha. Entonces, entre todos, hicimos una especie de biombo humano (risas) para Luli no lo viese, porque venía de otra habitación, y no se alarmara. Finalmente, Belfonte se recuperó y lo que jugó Mancini fue una cosa descomunal. Era tanta la potencia que podía desarrollar, que hasta Steeb, su rival, era consciente de la imposibilidad de vencerlo”. Mancini arrancó con la potencia y categoría que lo habían encaramado en lo más alto del ranking mundial apenas unos meses atrás. Cuando el marcador lo favorecía 7-6, 6-3, y 3-3, la luz natural dijo basta y llegó la reglamentaria suspensión. La reanudación se pautó para el lunes a las 11 de la mañana. En el equipo argentino existía el temor que no concurriese mucho público, que había jugado un papel clave en el fin de semana. Así lo recordó Jaite: “Lo del lunes fue otra sorpresa, porque como era día laborable, teníamos mucho miedo que no fuese nadie a la cancha. Luli Mancini había suspendido dos sets arriba y 3-3 en el tercer contra Steeb, pero en un parido muy parejo. Nos pusimos a pensar, domingo por la noche en como hacer para que la gente fuese. Allí se tomó la decisión de abrir las puertas con la entrada libre. Cuando llegué, Luli ya estaba en el vestuario concentrado, preparando el partido y me preguntó como estaban las tribunas, a lo que le respondí que era locura y que había quedado gente afuera. Con ese marco extraordinario, él ganó muy bien el match. Siempre digo que, si él no lo hubiera triunfado, mi partido con Stich hubiese quedado en el olvido”. Quedate tranquilo Martín. Nada más lejos de eso. Pasaron 35 años y varias batallas en la central del Buenos Aires, pero siempre recordaremos aquella adrenalina. Muchos se volcaron masivamente al estadio, otros pegamos el faltazo al colegio. Todos empujando detrás del objetivo que se cumplió, cuando Luli Mancini alzó sus brazos al cielo, completando la faena iniciada el día anterior. La invasión fue incontenible. Los jugadores fueron paseados en andas, como reconocimiento a una alegría maravillosa. Esas que solo puede dar el deporte. Y más, cuando se tiñe de celeste y blanco.
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