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  • Circo de Moscú: apogeo de un arte y radiografía de la caída de la URSS en un muy buen documental

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 31/03/2025 03:00

    Las giras del Circo de Moscú por Europa y América se convirtieron en una fascinante herramienta de "soft power" para el Kremlin. Una pista de arena o tierra, caballos incansables y jinetes diestros. Trapecistas, acróbatas, payasos, contorsionistas, malabaristas. Color y fantasía; asombro y risas. El circo, tal como lo conocemos, no nació en Rusia pero nadie duda de que encontró allí su mayor esplendor porque si existe una cultura en la que el circo -además de diversión popular- es un arte equiparable al ballet o la ópera, esa es la cultura rusa. Fue Catalina, la Grande (1729-1796), la poderosa emperatriz que gobernó Rusia durante 35 años y una de las monarcas más famosa de la historia, la que le dio el impulso fundamental. El responsable de este renacimiento fue un inglés, Charles Hughes (1747- 1797), quien había sido el primero en utilizar el término “circo” para definir su espectáculo. Hughes viajó con su troupe a la corte de San Petersburgo y cautivó a la zarina, quien en clave de mecenazgo lo invitó a quedarse durante un año para difundir las prácticas circenses y entrenar a futuros artistas locales. Desde entonces, el circo ruso no dejó de evolucionar y, en paralelo, de generar entusiasmo en la población. Los líderes de la revolución de 1917 no ignoraban el alcance de esa pasión que iba más allá de razas, lenguas, cuestiones generacionales o de clase. Fue por eso que una vez a cargo del poder decidieron apoyar el circo a la par del ballet y ya en 1927 comenzaron a crearse escuelas de circo en Moscú, primero, y luego en otras grandes ciudades. A partir de la década del 50 y durante toda la Guerra Fría, la calidad del circo ruso cruzó las fronteras de la Unión Soviética y sus giras por Europa y América, adonde llegaban con elencos y programas diferentes, se convirtieron en una fascinante herramienta de soft power. En el momento de mayor trascendencia del género, llegaron a coexistir unas 50 compañías de circos itinerantes y decenas de edificios, en diferentes ciudades de la URSS, dedicados al arte circense. Trailer de "Una vez, un circo", de Saula Benavente Como gran símbolo, el circo fue por décadas escenario del despliegue del talento ruso, la diversión popular y la exportación de cultura pero fue también un espacio de corrupción estructural durante la era comunista. Así, entre las miradas posibles sobre el fenómeno, puede leerse la historia del circo ruso en el siglo XX como una suerte de radiografía del esplendor, la decadencia y la caída de la URSS, desde la revolución bolchevique hasta la Perestroika y el colapso soviético. Mucho de esto puede apreciarse en el muy buen documental Una vez, un circo, de la productora, guionista y directora Saula Benavente (El cajón, Karakol, Baldío), que se estrena en estos días y que reconstruye, a partir de muy buenas imágenes de archivo y entrevistas a testigos y protagonistas, los años esplendorosos de la gran atracción soviética. El punto de partida es la primera gira del Circo de Moscú a la Argentina, en 1966. En total, 400 mil espectadores vieron el show durante esa visita que selló el romance entre el circo ruso y el público local. En los años que siguieron, los elencos del Circo de Moscú que llegaban a la Argentina hacían dos funciones por día, tres los sábados y domingos y llegaron a hacer cuatro funciones algunos domingos, por acuerdos especiales con algunos sindicatos. Saula Benavente, la directora del documental, de chiquita en una de las funciones del Circo de Moscú. Saula Benavente tuvo acceso privilegiado a los materiales porque su padre, el reconocido escenógrafo argentino Saulo Benavente (1916-1982), fue el responsable de la llegada del Circo de Moscú al país. “A mediados de los años ‘60 mi padre Saulo Benavente, como presidente del Instituto Internacional de Teatro (ITI), viajó a la Unión Soviética y se mandó la parte diciendo que venía de una familia circense. -Ah, si? Entonces lleve nuestro circo a la Argentina, lo desafiaron. No le quedó otra que erguirse como productor y organizar el primer desembarco de ese espectáculo enorme al continente latinoamericano. Era el año 1966 y el comienzo de un intercambio cultural que duró varias décadas, esquivando las complicaciones en los tiempos de la llamada Guerra Fría”, explicó la directora del documental. Según se cuenta en la película, quien desafió a Benavente a producir el espectáculo fue Ekaterina Furtseva, un personaje clave de la nomenklatura soviética y poderosa ministra de Cultura entre 1960 y 1974, año de su muerte. Pero Saula tiene mucho más que los detalles de la llegada del circo ya que ella se recuerda a sí misma pasando las vacaciones de invierno dentro del Luna Park, acompañando a su padre “entre osos, payasos y gente pintarrajeada”. Incluso festejó algunos cumpleaños allí, tras bambalinas. Por eso, cuando en plena pandemia Carlos Garaycochea -hijo del humorista que también fue productor de las giras del Circo de Moscú-, la llamó para decirle que tenía un inmenso archivo de aquellas funciones y que era tiempo de hacer algo con ese material, ambos comenzaron a compartir videos, imágenes y recuerdos. Ya no hay animales en los circos, pero los rusos tenían en sus espectáculos una gran cantidad de números con animales amaestrados. La productora de Benavente (El Borde) está además integrada por Albertina Carri y Diego Schipani, quienes inmediatamente se interesaron en el proyecto y comenzaron a rastrear el destino de los artistas del circo, para contactarlos y grabar sus testimonios. La tarea no pintaba fácil y todavía los esperaba otro obstáculo ya que no contaban entonces con que, inmediatamente después de la pandemia, Rusia invadiría Ucrania y daría así comienzo a una guerra a gran escala en territorio ucraniano. Aunque todo fue más costoso que lo previsto en términos de producción, el proyecto se concretó y la película está a punto de estrenarse. En el documental, que es muy entretenido y cruza la historia con la política y el arte, hay muchos testimonios sobre el esfuerzo y la disciplina que demanda un trabajo como el del artista de circo, el entusiasmo que los elencos tenían por viajar y conocer países capitalistas (“Nuestro país era bastante gris”), relatos sobre los agentes de la KGB que eran infiltrados en las troupes (solían trabajar como asistentes) para controlar a los integrantes de los equipos, reflexiones sobre el sacrificio que demanda la vida del circo y otras muy interesantes como la del uso de animales amaestrados, una práctica tan común en ese tiempo y que hace rato que para la mayoría de las personas es una postal arcaica del maltrato y abuso hacia otras especies. La película de Saula Benavente trabaja con imágenes de archivo. Para el documental, se realizaron numerosas entrevistas a artistas y testigos de la primera gira del Circo de Moscú a la Argentina. Algunas perlas del documental de Benavente: 1) La presencia luminosa de Pipo Pescador, quien define al Circo de Moscú como “un hito cultural de la humanidad”. Amigo de Saulo Benavente, Pipo tuvo la oportunidad de viajar invitado a la Unión Soviética y actuar en Moscú. En el documental, se lo ve además protagonizando una publicidad de la Pepsi soviética: esos segundos son imperdibles. 2) La historia de la pareja de artistas que desertó mientras se presentaban en Argentina. Para el documental entrevistaron a Lina Nicolskaya, quien en junio de 1986, junto con su marido, llamaron a la embajada de Estados Unidos para comunicar su voluntad de abandonar la Unión Soviética. Lina vive actualmente en Miami. “Queríamos libertad. Dejamos todo, casa, auto. Nadie ahí veía a una persona como una persona, todo era falso. Sabíamos que era el primero y último viaje porque diez años antes de desertar empezamos a planificarlo”, dice durante la entrevista. Lo hicieron el día libre de funciones: llamaron a la embajada norteamericana y fueron a buscarlos. Los artistas estaban alojados en el hotel Liberty de la calle Corrientes. Una noche los subieron a un vuelo comercial rumbo a Estados Unidos y desde entonces pasaron a ser vistos como traidores entre aquellos con quienes habían trabajado durante tanto tiempo. 3) Los testimonios de los artistas que luego del colapso de la URSS (1991) vieron perder el trabajo de toda su vida y eligieron salir del país. “Los 90 no nos dejaron buenos recuerdos”, dice uno de ellos, que cuenta en medio del desmoronaniento general del oficio solo se salvaron Moscú y San Petersburgo, que siguieron teniendo compañías de circo. El resto de las ciudades o países cuyos artistas formaban parte de los espectáculos vivieron lo que otro de los protagonistas llamó “un desgarro”. Luego de la caída de la URSS llegaron los Mc Donald’s pero también tiempos durísimos para la sociedad rusa en términos económicos y la mayoría de la gente dejó de ir al circo por falta de dinero. “Es muy fácil romper y muy difícil construir” dice otro artista, posiblemente el más nostálgico de todos, que hoy enseña en una escuela de circo en España. “Mi patria no es un territorio, está dentro de mí”, dirá en forma de síntesis otro de los que tuvieron que abandonar su lugar de toda la vida para sobrevivir con su oficio. Oleg Popov, el payaso soviético, en una foto de 1956. 4) Oleg Popov, a quien llamaban el clown del sol. Popov fue durante años el modelo de payaso de los soviéticos: chaplinesco, poético, con una rutina tragicómica, su vestuario y su maquillaje no asustan ni dan pena; no hay en su forma de expresarse ningún rastro de vulgaridad. Su número más conocido es justamente el del rayo de sol: Popov, solito en la pista, camina con una canasta en su brazo. Un foco lo ilumina como en un día de campo y él se mueve en función de esa luz, se recuesta, se sienta, se levanta y da unos pasos mientras busca la luz, la guarda en la canasta, se la lleva con él o la regala a los espectadores. Cada uno de sus gestos y la potencia de su mirada son de una belleza conmovedora. Una vez, un circo es una película de 82 minutos en los que se suceden la nostalgia por el pasado y las reflexiones del presente sobre un tiempo idealizado pero también oscuro. Un documental que incluye sorpresas, mucha melancolía y también críticas, algunas más despiadadas que otras, a un sistema que encendió en la humanidad ilusiones de un mundo nuevo pero terminó aplastado por sus propias contradicciones y su obstinada pelea contra la libertad individual. ***Una vez, un circo, de Saula Benavente, podrá verse el 6, el 8 y el 10 de abril en el marco del BAFICI y tendrá su estreno oficial en cines el 17 de abril.

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