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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 30/03/2025 12:32
En la zona de influencia del Palacio de los Tribunales se levanta el café Los Amigos En 1825 abrió en Buenos Aires un café en el número 7 de la calle Victoria, actual Hipólito Yrigoyen. Frente a la, por entonces, Plaza del Fuerte. Es curiosa la ubicación. La progresión numérica dice que la vereda impar es la derecha y la par es la izquierda. Entonces, si el cero se ubicaba en la calle Balcarce —la orilla del río llegaba hasta la actual Av. Paseo Colón— ¿El local quedaba en la plaza?. No, es probable que al ser Victoria una calle edificada de un solo lado, la numeración corriera para pares e impares. O que la ordenanza municipal no fuera la misma que hoy usamos. El dato cafetero lo obtuve de Jorge Bossio, el autor del libro “Los Cafés de Buenos Aires del siglo XX”. Cuenta Bossio que el flamante café pertenecía al italiano Victorio Furno y que su inauguración fue un fracaso de convocatoria. No fue nadie. Por esos días había llegado al Río de la Plata la noticia de que Bernardo de Monteagudo había sido asesinado en Lima, Perú. Monteagudo había nacido en Tucumán en 1789, año de la Revolución Francesa. Era de origen afroamericano. Cursó estudios en la Universidad de Chuquisaca donde participó, en 1809, de la primera revolución libertaria que fue ferozmente reprimida. Lo llevaba en su carta natal. Monteagudo estuvo preso en Chuquisaca, pero huyó y se instaló en Buenos Aires. Aquí fue director de La Gaceta y fundó el periódico “Mártir o Libre”. Su influencia política y revolucionaria en la asamblea del Año XIII lo llenó de enemigos y se exilió en Europa. En 1817 volvió, pero no se detuvo en una Buenos Aires en permanente estado de tensión. Siguió viaje rumbo a Mendoza y se unió a José de San Martín. Las mesas son octogonales. No tienen puntas, para evitar los golpes En Chile fue uno de los redactores del Acta de Independencia de ese país. Luego acompañó al gran Don José a liberar Perú. En Lima promovió leyes contra la servidumbre indígena y a favor de la libertad de vientres. Continuó con su prédica por Centroamérica y comenzó una amistad con Simón Bolívar. Se convirtió en diplomático de la Gran Colombia. Fueron muchos kilómetros recorridos, con similares frentes de lucha abiertos, que dieron como resultado: igual cantidad de enemigos. En su vida política, Monteagudo se enfrentó con un sinnúmero de poderosos intereses. Una larga nómina de gente se la tenía jurada. Cuando lo mataron tenía 35 años. Para una parte de la feligresía porteña que asistía a los cafés para discutir ideas, militar en política y pensar un proyecto de país, Bernardo de Monteagudo era uno de los tribunos más admirados. La historia oficial escrita posteriormente, se encargó de que su importancia quede relegada al olvido. Su color de piel tampoco lo favoreció en una Argentina que se pensaba blanca. El café Los Amigos comenzó a funcionar en 1974 La noticia de su muerte fue una conmoción. Muchos cafés de Buenos Aires vieron reducidos sus habituales ritmos de trabajo. Otros, como el narrado por Bossio, directamente no recibieron a nadie y pasó al olvido. El café se llamaba: “Dos Amigos”. Traigo este recuerdo porque, dos siglos más tarde, en 2025, la casualidad me llevó hasta la zona de Tribunales para dar con un coqueto café que apenas se lo percibe dentro de una cuadra —Paraná entre Córdoba y Viamonte— en la que abundan edificios y negocios que venden ropa. Me sorprendió el hallazgo y entré a conocerlo. Jamás pensé en dar con un tesoro escondido en una zona que he recorrido miles de veces. Y me propuse relatarlo. El café está ubicado en Paraná 760. Ah, olvidé lo fundamental, se llama, qué casualidad: “Los Amigos”. Pero no fue ese el único punto de contacto que me llevó a la relectura del texto de Jorge Bossio. Pedí un café y me acerqué a la barra para hablar con su dueño. Lo interrogué por obtener los datos duros de rutina que conforman el relato y, a continuación, quise curiosear por alguna anécdota o el paso en Los Amigos de algún personaje famoso que pudiera aportar a la nota. Su respuesta fue lacónica y contundente: “Acá no vino nadie”. La barra de Los Amigos tiene cinco lugares Rubén Ibarra es el actual dueño del Café Bar Los Amigos. Entró en 1994. El café ya tenía 20 años, porque había abierto en 1974. Rubén tiene una vasta experiencia en la zona. Antes de en Los Amigos trabajó en Tribunales Plaza, el café que ocupaba la planta baja del edificio Mirador Massue en la esquina de Talcahuano y Tucumán. Es la construcción de estilo art nouveau del año 1909 que tuvo una cuestionada intervención al mantener, como clavel del aire, al viejo mirador dentro de un moderno edificio con paredes de vidrio. Hace 30 años que Rubén está al frente del café. Las vio todas. Décadas de esplendor, crisis, pandemia y nuevas costumbres. “Los mejores años fueron los de Menem”, me dice. Y para reafirmar el comentario agrega: “Fue cuando me pude comprar la casa”. Después vinieron temporadas más breves con sus altos y sus bajos. Hoy la lucha por sobrevivir no es tanto por la depreciación de los salarios o la falta de trabajo. El monstruo a vencer para todos los cafés del Centro es la tecnología. Rival temible que, hasta el momento, no ofrece flanco donde atacar. Toda la zona próxima a Los Amigos estaba ocupada por escribanías o estudios de abogados que generaban, a diario, gestiones que exigían presencialidad. Con el recurso de los trámites on line y las firmas electrónicas, la cantidad de gente que circula la zona se redujo hasta provocar el cierre de muchas oficinas. En la misma cuadra del café funcionan dos registros del Automotor. Las últimas desregulaciones anunciadas van a afectar aún más el movimiento de público que se podría tomar un café. La estrella del lugar, el sánguche de jamón crudo, que combina muy bien con el café que sirven allí “Este era el café más coqueto de toda la cuadra”, cuenta Rubén mientras les da instrucciones a sus dos sobrinos, empleados del lugar. “Acá venía gente de mucho dinero”, explica. Y no lo dudo. El mobiliario del local es exquisito. Las tapas de las mesas son octogonales, un gesto de delicadeza para evitar que los clientes se golpeen con las puntas. Tiene 14 percheros de bronce aplicados en las paredes. El objeto y la cantidad no hacen más que dar cuenta de las prendas que vestían los concurrentes. Lo imagino como otro “Petit Café” con sus petiteros colgando sobretodos ingleses comprados en la Tienda Harrods, pero la de allá. Los Amigos tiene piso de granito, las paredes están revestidas con boiserie, las ventanas son recortadas y tienen cierre guillotina, todos los espejos están biselados y la barra tiene cinco butacas fijas, acolchadas y con la pedalera de bronce. Durante mi visita el televisor no está encendido en ningún canal de noticias, emite imágenes y música folklórica. En una mesa una correctora trabaja sobre un texto. En otra un cliente cierra negocios por teléfono. Trato de buscar más información de Los Amigos en redes sociales. Poco y nada. El café no tiene cuentas abiertas. Sin embargo, encuentro una reseña que habla muy bien del sánguche de jamón crudo. Le pregunto a Rubén y confirma que es bueno. Me cuenta que, en épocas de mucho movimiento, llegaron a tener colgando del techo patas de cerdo para abastecer la demanda. Miro hacia el techo. Los ganchos no mienten. Pido un sánguche. No puedo irme sin probarlo. Si bien ahora el jamón crudo lo tienen en la heladera porque no están las épocas como para que se despache cantidades importantes a diario, el producto final no desentona con la calidad del café. Mientras disfruto de mi especial de crudo y queso pienso en cómo estaría conformado ese grupo inicial de amigos que dio nombre al café. Cuántos serían, qué cosa los uniría, si esa “banda” se habrá mantenido por muchos años. No puedo sacarme las dudas con Rubén. Él llegó dos décadas más tarde y no los conoció. Son 14 los percheros de bronce que están distribuidos por el café Los Amigos, De pronto registro que, en 1974, año de la apertura, ocurrió un hecho similar al padecido por aquel café del siglo XIX llamado Dos Amigos. En aquella oportunidad, durante los primeros años patrios, el fallecimiento de Bernardo de Monteagudo opacó el arranque comercial de un café. En el caso de Los Amigos, su inauguración coincidió con la muerte de un líder popular: Juan Domingo Perón. Aquel primer café, que homenajeaba la amistad entre dos, pasó sin pena ni gloria y solo el rescate de un estudioso en el tema cafetero lo salvó del olvido eterno. Esta nueva versión de la calle Paraná, se mantiene en excelente estado de conservación. Es una buena oportunidad de presentarle batalla al avance tecnológico. Conectarse con viejos conocidos con los que se han dejado de frecuentar y juntarse, dónde si no, en Los Amigos. Instagram: @cafecontado
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