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» Diario Cordoba
Fecha: 30/03/2025 04:45
Durante la primera guerra civil castellana, la ciudad de Córdoba fue escenario de las pugnas entre Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique II de Trastámara, quien pretendía hacerse con el trono de España. La capital cordobesa, cuya nobleza se había posicionado a favor del segundo, se convirtió en un campo de batalla, pero los planes no salieron como habían previsto el primero y el numeroso ejército que había provisto para conquistar la ciudad. El rey de Granada, Mohamed V, que ayudó a Pedro I en el sitio de Córdoba, no pudo degustar su cena tranquilamente cuando le llegaron las sorprendentes noticias de la batalla. "¡Amarga cena me han dado!", exclamó. Y esa expresión, curiosamente, sirvió para bautizar aquel lugar de la capital. Varios historiadores y cronistas recogen aquellos hechos. Uno de ellos es Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba. Ataque y defensa Las primeras arremetidas parecían decantar la balanza a favor de los sitiadores, moros y cristianos dirigidos por el monarca de Castilla y el rey nazarí. Pedro I había prometido a Mohamed V la ciudad a cambio de su ayuda. Y el rey moro dispuso sus tropas: se hicieron con la Calahorra y un batallón, capitaneado por el general Abenfulos, tomó la muralla de la ciudad por el Alcázar Viejo. La Torre de la Calahorra en Córdoba, entre niebla. / Manuel Murillo Sin embargo, cuando todo parecía indicar que restaba poco para el asalto de la urbe, los cordobeses contestaron con gallardía. Mujeres y hombres de todas las edades consiguieron defender los límites de la capital y expulsar a los sitiadores, dejando un rastro de sangre tras sus pasos. Los casi derrotados asaltantes no cejaron en su misión y, todavía con esperanzas, acamparon en las afueras de la ciudad. Malas noticias para el rey moro A esas alturas, a Mohamed V ya le habían hecho llegar lo sucedido. "Cuenta la tradición que la noticia de tan horrible derrota llegó al Rey moro cuando estaba cenando en una casita donde se hospedaba, y que al oír aquel relato, exclamó en extremo conmovido: ¡Amarga cena me han dado!", escribe Ramírez de Arellano en sus crónicas. Una de las calles del polígono de la Amargacena. / Córdoba El cronista también vincula a esta expresión el nombre que se dio a un cortijo, a dos kilómetros de distancia de la ciudad, que coincidiría con el lugar donde acampó el mandamás nazarí. En la actualidad, en esa misma zona, se ubica el polígono de la Amargacena.
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