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» Corrienteshoy
Fecha: 25/03/2025 14:42
Somos muchos Por Fabián Restivo Hoy aparecerán inexorablemente, frases de sobrecitos de azúcar con pretensiones de icónicas. Habrá, sin dudas más diagnósticos, como si hicieran falta. Espíritus nobles repetirán la tontería eterna de “el amor vence al odio” como si con ese solito mantra estuviéramos comprando el ticket a la felicidad que proporciona la justicia social. Hoy cada “orga” se apropiará de lo potente de la marcha de ayer. Saben que es inútil, pero igual repetirán esa rutina. Por mi parte recordaré a Hebe diciendo que al enemigo se lo odia. Y ya. Ayer hablaban de lo loable que fue el gesto de desprenderse de los intereses propios para confluir en una sola marcha. Hasta quien nunca leyó a Borges se sabe la frase “no nos une el amor, sino el espanto”. No hubo nada de loable, aunque sí es interesante ver que parece que algunos dizqué dirigentes se enteraron de que hay un enemigo potente que nos tiene contra las cuerdas y no para de pegarnos desde lo jurídico, lo físico, lo emocional, lo funcional y lo político sin encontrar resistencia. Es eso, o notaron que el tren ya partió y hay que subirse a como se pueda o quedar afuera. O sea, esta unidad en la marcha fue porque como dicen mis amigos colombianos, estamos “cagaos y con el agua lejos”. Y está muy bien que así sea. Cualquier cosa es mejor que este estado de amebas que se escurren, resumiéndose en sí mismas. Hace mucho tiempo les comenté a unos compañeros de acá que en Bolivia el Pacto de Unidad había llevado mucho trabajo. De hecho arrancó con la pretensión de los siempre famosos diez puntos de acuerdo, hasta que llegaron a un punto central. Les comenté que fue una ardua tarea que confluyó hacia el ascenso de Evo Morales a la presidencia de la entonces República de Bolivia. Y que ese proceso había llevado veinte años. Los compañeros mostraron un real asombro de admiración, pero me dijeron que veinte años era mucho tiempo. Desde aquel día hasta hoy, ya pasaron diecisiete. Y aquí seguimos tratando de saber quién será el próximo candidato con el eficiente sistema de la ruleta rusa. Hace un tiempo una compañera me dijo la otra tontería argentina recurrente: “te entiendo, pero nosotros somos distintos, desafiamos y rompemos todas las lógicas” y quizá en algún punto tenga razón, porque aunque muy vieja, la lógica decía que la letra con sangre entra, y sangre tuvimos, pero parece que hay algo de la letra que no entró. O alguien, con gran ensimismamiento se olvidó de pasar el texto, o por lo menos el santo y seña. Tanto así que hasta envejeció por ausencias, el temerario “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes” porque al final ni una cosa ni la otra. Le gente se cansó tanto de esperarlos que decidió autoconvocarse de verdad cagándose en los dirigentes, lo que sólo puede ser leído como una retribución de atenciones. El 24 de marzo es una fecha que convoca en si misma. Imparable. Es un día de emociones y sentimientos de vértigo. Ahí estaban, una vez más, el pasado, el presente, y el futuro. El primero muy olvidado, el segundo muy roto, y el tercero en ascuas viviendo una catarsis por momentos eufórica con mas entusiasmo que certezas. La pregunta de qué pasará el día después es todavía una soledad de desierto. Y en ese desierto está la viejita de noventa años con su cartelito, el papá que va con su hijo adolescente, la mamá con su niña montada sobre el cuello, las y los apaleados de las últimas manifestaciones. Los que creen, los que no creen pero quien sabe. Los “que se vayan todos”, los “vuelvan y hagan algo”. Los fieles. Los perdidos. Lo que se quieren encontrar. Construir de verdad algo duradero lleva tiempo y trabajo. Sintetizar toda esta energía, importa inteligencia y organización, que implica escuchar de verdad, tomar nota, usar esas escuchadas en el andamiaje y afirmarlo con pensamiento político que necesariamente debe tener en cuenta la realidad de la calle. Es una tarea aburrida, apasionante y morosa. Cansa. Y mientras tanto hay que sostener el calendario que la derecha argentina, hoy en el poder, intenta empujar hacia finales del mil ochocientos. ¿es mucho? Pues sí, claro. Pero todos sabemos ya el diagnóstico. Ya se habló hasta el hartazgo. Ya se escribieron miles de obviedades, repetidas, hasta lograr que nadie lea. Ya es tiempo de poner las manos, lo pies, el alma y el cuerpo en el barro que somos nosotros. Porque no se si saben que se trata de nosotros y nosotras. Miro la multitud y recuerdo a Mario Benedetti: “si llegamos hasta aquí, cómo no vamos a poder convertir esta ollita de frustraciones en un país de veras” y claro que nos gana el entusiasmo. Entonces cedemos y reclamamos: ya, arróguense que fueron ustedes los dueños de la marcha, los convocantes, no importa. Todos ustedes. Pero dígannos cómo seguimos. Por donde vamos. Dígannos cual es la estrategia. Cómo es la organización. Marquen la ruta. Sabemos que unidad no es uniformidad. así que métanse y arranquen de una buena vez, que nos están comiendo el hígado. Y si no, córranse definitivamente, porque entonces no los necesitamos, y si no los necesitamos no los queremos. Váyanse lejos, donde no estorben. Ya seguiremos sabiendo que hacer, aunque sea así, desordenadamente. Algo nos unirá. Ya lo hicimos y lo podemos volver a hacer. Porque estamos aquí, parados en la plaza y sabemos algo: somos muchos.
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