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Parana » Inventario22
Fecha: 25/03/2025 12:22
¿Qué tienen en común plantar un roble, una baldosa que crece en su molde, el abrazo a un hospital y la entrega de carnets en un club de fútbol? La memoria. En la Argentina sobre todo y en cualquier parte también. La memoria, al fin de cuentas, es un lenguaje universal. La memoria se construye gracias al lenguaje y el lenguaje se aprende con capas de memoria. Volvemos a salir fortalecidos otro 24 de marzo porque al olvido se lo combate con la memoria que “despierta para herir/ a los pueblos dormidos/ que no la dejan vivir” canta con dulzura León Gieco. Memoria que un régimen de extrema derecha como el que gobierna pretende completar con la negación de un genocidio. Memoria que omite dictaduras. Memoria que sepulta el bombardeo del 20 de junio de 1955. Memoria que deja vacías las páginas de historia que escribió nuestro pueblo en el Cordobazo o diciembre de 2001. Memoria selectiva de las clases dominantes plagadas de odio y de crueldad. Memoria que pretende demoler la lucha de nuestros 30 mil desaparecidos. Las preguntas tienen una respuesta unificadora. Hay más respuestas, claro, pero tomamos cuatro casos como representativos del todo. Hubo homenajes y recordaciones en la inmensa mayoría de las instituciones deportivas y entre los espacios colectivos que reúnen a socios e hinchas de los clubes. No ingresarían en la extensión de esta nota. Como sucede desde que la memoria empezó a caminar junto a las Madres, Abuelas y Familiares en la Plaza de Mayo. En el deporte y en especial los colectivos (fútbol, rugby, hockey…) la memoria no descansa cuando se pretende destruirla. Esta vez soplaron vientos de evocación desde el País Vasco. Mario Barandiaran, exintegrante del staff de Los Pumas, entrenador del Universitario Bilbao Rugby y referente en la formación de juveniles, plantó un roble en homenaje a los veinte rugbiers detenidos, desaparecidos y asesinados de La Plata Rugby Club, en un acto patrocinado por el ayuntamiento. El árbol es un símbolo cuya historia comparten la universidad platense, la institución deportiva de Gonnet y la región de Vizcaya. Mario, hermano menor de Raúl, excompañero de jugadores víctimas del terrorismo de Estado como Mariano Montequín, Otilio Pascua, Pablo Balut y Santiago Sánchez Viamonte, se quebró al hablar. Pasó cuatro años entrenando en Bilbao y en las vísperas de su regreso al país, se despidió emocionado: “En nombre de mi familia, mi club, mis amigos, de la memoria, la verdad y la justicia, gracias”. Un aplauso cerrado lo interrumpió cuando ya había derramado unas lágrimas. Fortineros Memoriosos es un grupo de socias y socios de Vélez que trabajan cuando aparece una grieta de olvido para completar con la historia de un desaparecido del club. Se mueven como una sola pieza. Una cuestión es verlos movilizados para un acto en un excentro clandestino de detención, en una marcha como la del 24 de marzo o en la cancha. Pero otra es cuando nos permiten acercarnos a su intimidad, generosos como son de compartir lo que hacen. Este cronista, primo hermano de Horacio Mérega, hincha velezano y desaparecido por la dictadura en junio de 1976, participó con sus propias manos en la hechura de una baldosa que lo recordará junto a las demás víctimas del terrorismo de Estado que se identificaban con Vélez. Durante unas horas Flavio y Julián hicieron la mezcla, le agregaron ferrita para darle color, volcaron todo en el molde, los demás nos permitieron agregarle las letras en 3D y que colocáramos pañuelitos blancos de las Madres en cerámica que fabricó Carolina. Ver cómo crecía esa obra desde su origen fue una experiencia tan emotiva como inédita. Resta colocarla en el estadio José Amalfitani, junto a las otras que ya están sobre la avenida Juan B. Justo. La de Horacio será la número doce. Faltan más porque hasta ahora se conocen diecisiete casos. La memoria es una rueda en continuo movimiento. Y seguirá dando vueltas como hasta ahora porque los Fortineros no se detienen. En La Plata, separada de Vélez por 70 kilómetros, Gimnasia es otro pilar de la memoria en el corazón del Bosque. Una marca indeleble a pura evocación y compromiso con la lucha por los Derechos Humanos de quienes los perdieron siendo muy jóvenes, bajo la dictadura cívico-militar. Los delitos de que fueron víctimas no prescriben porque continúan desaparecidos. Gimnasia es como un sitio que se busca para llevarles una flor y que no está. Pero su gente de la Subcomisión de DD.HH hace lo posible para moderar el efecto de esa ausencia. El club va por la segunda entrega de carnets a hinchas y socios que ya tenía un antecedente. En 2023 se entregaron 29 con la foto de cada uno de ellos/ellas y la condición de socios honorarios. En el club sabían que había más y armaron un segundo listado. El 22 de marzo repitieron la ceremonia en el Polideportivo. Esta vez llegaron a completar 34 historias, entre las que está la de Néstor Edgardo Arrúa Lavochnik, nieto de Ricardo Máximo Arrúa, jugador de Gimnasia en 1916. Integró el equipo que disputó el partido donde el club debutó en Primera División y jugó además el primer clásico de la historia contra Estudiantes que ganó el Lobo. La tarde del 24 repitió escenas de una policromía semejante a la de marchas anteriores. Camisetas de Argentina y varios clubes, esas células madre de nuestra identidad popular. Las Coordinadoras de Hinchas, Derechos Humanos y la Sin Fronteras de Fútbol Feminista llamaron a un banderazo por la memoria y a un abrazo frente al hospital Ramos Mejía donde continúa internado en estado reservado el fotoperiodista Pablo Grillo. Días antes, Fabián, el papá del reportero impactado por una granada de gas lacrimógeno durante el operativo represivo montado por el gobierno el 12 de marzo, había recibido otro mimo al alma cuando lo visitó Martín Sharples. El atleta que hizo un culto a la memoria con sus ininterrumpidas participaciones en la Carrera de Miguel. Le regaló a Grillo la medalla que ganó en Roma durante la Corsa di Miguel, la versión italiana de una prueba que organizó su 26° edición en enero pasado, como todos los años.
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