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  • Entre Ríos, Argentina

  • Ligereza y determinación

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/03/2025 04:45

    El tiempo titubeaba. Llovía y no llovía. Las nubes, después de semanas de afanosa tarea, parecían haberse desfondado; permanecían sobre la ciudad, pero sin ganas, como un oficinista que se limita a esperar el final de su jornada. Ante una grisura tan banal, con tan poco fundamento, decidí actuar con determinación y aposté a lo seguro: terminados el café con leche y la media de jamón, me fui al museo Julio Romero de Torres. De camino, por aderezar mi holgazanería con un toque de sobriedad, hice dos recados (ligeros, bien elegidos). Llegué a la plaza del Potro y me crucé con un perro tullido. Se desplazaba lateralmente, arrastrando una de las patas traseras. Podría pensarse que esto afeaba la escena, pero lo cierto es que estaba bien integrado en el conjunto, conectaba con la esencia primigenia del lugar; la belleza profunda no rehúye la imperfección. Por el patio que precede al museo, la visita ya merece la pena. Chino cordobés, naranjos, una fuente: lo sublime se manifiesta a menudo a través de la sencillez. Detenerse un momento entre esas paredes da por buena una mañana. Luego empieza uno a ver los cuadros y remata la faena. Movido por algunas lecturas recientes, presté más atención que nunca a fechas y detalles que antes me pasaban inadvertidos; es decir, recorrí las primeras salas de una forma más racional que intuitiva. Se trata de un artista muy literario, muy simbólico; algunos cuadros son relatos. Los temas se repiten a lo largo de su obra, pero se perciben los cambios, las influencias. «Este es de su etapa de temática social», dijo una visitante frente a uno de los lienzos. Me hacen gracia los tópicos que se repiten cuando se habla de arte. El mundo está lleno de personas enternecedoras que saben muchísimo de muchísimas cosas. Aunque me pregunto si el motor del artista fue la denuncia de injusticias o un interés estético (puede que lo segundo sin olvidar, de vez en cuando, lo primero). En cualquier caso, agradecí sus palabras, porque recordé que lo mío aquella mañana era la ligereza, así que empecé a mirar los cuadros más relajadamente, por instinto, como un niño. De entre todas las miradas de mujeres, de aquella visita me quedo con la de Mari Luz. Al salir, miré al cielo y bajé hasta la ribera. Después de tantos días de lluvia, tengo ganas de salir a la calle con camisa y sin miedo a que se me desabroche un botón. En los cuadros de Julio Romero de Torres no hace frío. Esta Córdoba empapada no se sostiene ya. Para mi gusto, está cobrando demasiado protagonismo un río marrón. Empieza a urgir la primavera. *Escritor

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