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  • El papa Francisco recibió el alta y reapareció en público

    » Derf

    Fecha: 23/03/2025 21:49

    “¡Gracias a todos!”, dijo con voz débil ante un micrófono y saludando a cientos de personas reunidas bajo el balcón, antes de abandonar el establecimiento. El mensaje de bienvenida de Andrea Tornielli a Francisco Han pasado 38 días desde aquel 14 de febrero, cuando el papa Francisco abandonó el Vaticano para ser hospitalizado en el Policlínico Gemelli. Semanas complicadas para un paciente de 88 años que padecía neumonía bilateral: los boletines médicos no ocultaban la gravedad de la situación, las crisis por las que atravesaba, la complejidad del cuadro clínico. Pero los días transcurridos fueron sobre todo acompañados de un torrente de oraciones por su salud: oraciones personales, oraciones comunitarias, rosarios, celebraciones eucarísticas. No solo los católicos, no solo los cristianos, han rezado por Francisco. Mujeres y hombres pertenecientes a otras religiones también rezaron por el Papa. Muchas personas que no creen también le han enviado buenos pensamientos y deseos. Es para este pueblo en oración que el breve saludo de hoy ha sido deseado y concebido. Vivimos con el Obispo de Roma estos largos días de sufrimiento, esperamos, rezamos, nos emocionamos cuando el 6 de marzo Francisco quiso hacer llegar su voz débil a todos, para agradecer a los fieles que rezaban en la Plaza de San Pedro y se conectó desde todo el mundo, uniéndose a ellos. Nos consolamos la tarde del domingo 16 de marzo, cuando lo vimos por primera vez, aunque filmado de espaldas, mientras rezaba después de concelebrar la misa en la capilla del décimo piso del Gemelli. Después de tanta aprensión, pero también de tanta confianza y abandono al proyecto de Aquel que nos da la vida a cada momento y que en cada momento puede llamarnos a sí mismo, hoy lo hemos vuelto a ver. Recibimos de nuevo su bendición el día de nuestro regreso al Vaticano. Desde la habitación del hospital, en las últimas semanas, Francisco nos ha recordado que la vida vale la pena vivirla en cada momento y que en cualquier momento se nos puede pedir. Nos recordó que el sufrimiento y la debilidad pueden convertirse en una oportunidad para el testimonio evangélico, para el anuncio de un Dios que se hace hombre y sufre con nosotros, aceptando ser aniquilado en la cruz. Le agradecemos que nos dijera que, desde la habitación del hospital, la guerra le parecía aún más absurda; por decirnos que debemos desarmar la tierra y, por lo tanto, no rearmarla llenando los arsenales con nuevos instrumentos de muerte; por haber rezado y ofrecido sus sufrimientos por la paz, tan amenazada hoy. ¡Bienvenido a casa, Santo Padre!

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