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Concordia » Diario Junio
Fecha: 23/03/2025 20:02
Antes de abandonar el hospital, Francisco protagonizó una emotiva reaparición pública al asomarse a un balcón del segundo piso del policlínico. Durante casi dos minutos, bendijo a la multitud que se congregó para despedirlo, compuesta por unas 500 personas, entre ellas numerosos periodistas y fieles. Visiblemente débil, con el rostro deshinchado y un gesto de fragilidad que reflejaba la dureza de su internación, el Papa apareció en silla de ruedas y levantó levemente sus manos en señal de saludo y bendición. A pesar de que se esperaba que no hablara debido a las secuelas respiratorias del tratamiento con oxigenación de alto flujo, Francisco sorprendió al tomar un micrófono para agradecer a una mujer que le había llevado flores amarillas. «Veo una señora con flores amarillas, brava… gracias a todos», dijo con voz entrecortada, acompañando el mensaje con su característico gesto de pulgar arriba, señal de alivio y agradecimiento. Poco después, el pontífice abandonó el hospital en su Fiat 500 blanco, con cánulas nasales de oxígeno, sonriente y saludando con la mano. Antes de dirigirse a su residencia, hizo una parada en la Basílica de Santa María la Mayor, un gesto recurrente en su pontificado. Sin descender del vehículo, delegó en el cardenal lituano Rolandas Makrickas, archipreste del templo, la entrega de unas flores para la Virgen Salus Populi Romani, a quien el Papa le profesa una profunda devoción. Este gesto reflejó su obediencia a las indicaciones médicas, evitando esfuerzos innecesarios. En el Vaticano, la llegada de Francisco fue recibida con expectativa y entusiasmo por el personal de Santa Marta, guardias suizos y religiosas que asisten en la residencia. Se descuenta que su recuperación será monitoreada de cerca, mientras el pontífice retoma su rutina de manera paulatina. La reaparición de Francisco cierra un capítulo de incertidumbre y especulaciones sobre su salud, tras semanas en las que su estado generó preocupación en el mundo católico. En las afueras del hospital, en la mañana del domingo, la expectación era palpable. Fieles, enfermos en silla de ruedas y periodistas aguardaban su salida, entre plegarias y cánticos de «¡Papa Francesco!». La escultura de San Juan Pablo II en la entrada del hospital se transformó en un altar improvisado, rodeado de velas, cartas y mensajes de buenos deseos para el pontífice.
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